Y entonces... Los ángeles cayeron

Capitulo 11: Diez meses antes

Roberto y Luna.

En alguna parte de Minnesota, Estados Unidos...

 

Luna se hallaba al volante de su todo-terreno, era un coche grande para ella, pero Rober le había convencido de que era la mejor opción visto el lugar en el que vivían ahora, aunque le parecía una tontería, el argumento que la había convencido al final había sido una de las frases de escritor románticas de su marido, el había dicho: "Luna, solo queda un Jeep Grand Cherokee, y sabes porque..." - "Sorpréndeme"- había respondido ella esperando escuchar una cursilada de las suyas. "Tan solo queda uno y es blanco, blanca es la luna y tan solo hay una, igual que en mi vida tan solo hay hueco para una dama y es la luna, mi Luna".

Echó una mirada a Roberto en el asiento del copiloto, se había quedado dormido profundamente, parecía que soñaba algo, pues daba pequeños respingos frecuentemente. Aquel recuerdo de la compra del coche le provocó ternura, cuando su marido quería era muy mono. 

De pronto él rompió la magia que allí se había creado con un ronquido, que lo asemejó más a un cerdo que a un príncipe azul de cuentos de hadas.

Luna carraspeó fuerte la garganta para despertarlo, a la vez que miraba la carretera. Aquella era una calzada sinuosa rodeada por enormes abetos y pinos, y era extremadamente raro ver a alguien por aquellas solitarias carreteras tan alejadas de todo. Roberto se reclino despacio mientras parpadeaba repetidas veces para volver en si. Se puso una mano en la cara y suspiró.

- A riesgo de parecer el típico niño rompe pelotas... ¿Queda mucho para llegar Lu?- Dijo frotándose los ojos.

- En diez minutos estaremos en Littlefork- Echó un vistazo al cielo, estaba comenzando a ponerse el sol- Vaya, un mes aquí no me basta para acostumbrarme a estados unidos...-.

- ¿Por qué lo dices...?- Preguntó mientras se le escapaba un bostezo.

- Son las siete y está atardeciendo, pero es todo, se que la herencia de tu "abuelo" te dejó esta casa, pero...- Amonesto tratando de no ser muy quejica.

- ¿Pero?- Preguntó interesado Roberto.

- No... no es nada- Se centró en la carretera.

- Lu... es bueno que hablemos las cosas, ¿recuerdas lo qué dijo la terapeuta?- Su marido la miró con autentica preocupación.

- Déjalo estar, vamos a cenar y a celebrar nuestro aniversario en paz...- Dijo ella señalando la carretera.

- No, para el coche...- Dijo con tono autoritario.

- ¿Qué?-. 

- Para hazme caso- La voz de Roberto sonó mas afectuosa.

Luna detuvo el todo-terreno en el arcén de la carretera, a la sombra de un abeto. Le miró de soslayo y luego se apoyó tristona sobre el volante ocultando la cabeza entre sus brazos.

- Lu, te voy a decir una cosa...- Roberto se tomó un rato para pensar bien lo que iba a decir- Soy tu marido, quiero que sepas que cuando te veo, no veo tan solo tu cuerpazo- Ella sonrió y soltó una aguda risita- Veo a una amiga también, veo una persona con la que quiero pasar todos y cada uno de los días de mi vida, porque haces que mi vida valga la pena, hay cosas que pueden parecer tontas Lu, pero me gusta incluso cuando sueltas obscenidades poco femeninas- Ambos rieron- No me enamore de las cosas bonitas, ¿recuerdas al pesado del cura?-.

- Si- Luna se incorporó y Roberto cogió sus manos, ella se hallaba cabizbaja, miraba las marchas del coche.

Roberto levantó su cara y le hizo mirar a sus ojos color avellana.

- Va a sonar muy típico, pero me la suda, que quieres que te diga- Luna sonrió con afecto, sus ojos empezaban a ponerse llorosos- como dijo ese estúpido sacerdote, que llevaba razón en lo que decía, en la salud y en la enfermedad, en lo bueno y en lo malo, en cualquier situación te quiero Lu, y lo hago con locura- Ella comenzó a llorar- que me lleven al manicomio... porque estoy loco de amor- Ambos rieron y se miraron con dulzura.

- Ven aquí tonto...- Luna abrazó a Roberto y ambos se fundieron en una larga sucesión de besos que hicieron que ambos se calentarán.

- Quiero que confíes en mi Lu... puedes contármelo todo...- Dijo Rober entre beso y beso. Luna cambio de asiento y se sentó sobre Roberto- Uuuff... eres una diosa, me estoy poniendo a cien-.

- ¿Es qué no te parece una buena manera de celebrar nuestro aniversario?- Preguntó traviesa mientras se quitaba la camisa bermellón que llevaba puesta, la cara de sorpresa de Roberto le hizo soltar una carcajada, se apartó la melena y comenzó a darle besos primero en el cuello, pero poco a poco fue bajando al tiempo que desabrochaba la camisa de Rober.

- Lu... me parece... uh... me parece una gran idea, pero tenemos mesa reservada... uh- Dijo con la notoria presencia del deseo en su voz.

- Ya no me apetece una hamburguesa, me apetece comer otra cosa- Le guiñó un ojo y se arrodilló entre sus piernas.

Roberto estaba perplejo, él era muy romántico y podía parecer lanzado, pero era muy tímido; la situación le excitaba de una manera desconocida para él, y eso le gustó. 




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