Roberto Expósito.
Parque forestal Vixiador, en algún lugar de España, Europa.
Un año antes...
Numerosos pinos, eucaliptos y abetos le rodeaban, mientras su perro hacía sus necesidades, Roberto esperaba sentado en una mesa de piedra, bajo la sombra de un enorme roble; su perro era un Border Collie, un hermoso y peludo animal, obediente como ninguno, cariñoso como pocos.
- ¡Zeus!, ven bonito- Le indicó que se acercase con la mano.
Verlo correr era una maravilla, era un animal hermoso, su pelo se hallaba sedoso, y se veía brillante, siempre le habían gustado los colores de Zeus, era un perro blanco y negro; estaba muy bien cuidado y no se notaban sus ya once años de edad, uno podía intuir que no era un cachorro, pero jamás parecía un perro tan mayor.
Se acercó entonces a Roberto y ladeando la cabeza le lanzó una mirada inquisitiva mientras portaba una sonrisa perruna muy sagaz.
- Oye "vaquita", estoy cansado... ¿nos vamos?- Preguntó Rober refiriéndose al perro por un mote que le decía a veces con cariño.
Zeus mostró su mejor cara de pena y le dio la pata mientras que con el hocico le señaló el juguete que Roberto había apoyado en el banco de piedra.
- ¡Con qué quieres jugar eh canalla!- Agarró el juguete. Su amigo canino se preparó y observó su mano con atención- ¡Ve a por ella Zeus!-.
Lanzó el frisbee y su perro salió disparado tras él, corría tan rápido que pronto se puso a su altura, Zeus saltó y lo atrapó al vuelo. Pronto se lo trajo y su dueño lo recompensó con un suculento trozo de salchicha, mientras masticaba, Roberto lo acariciaba, era obvio el cariño que se tenían, era su perro mucho antes de que Luna fuese su mujer, antes de su largo noviazgo incluso.
Le puso su correa, guardó el frisbee en una bolsa y se preparó para volver, Luna tendría lista la cena en casa.
- Volvamos chico- Ambos echaron a andar por el bosque iluminados por el resplandor de un hermoso atardecer.
Aquel parque forestal era un lugar precioso rodeado de naturaleza, cada día era visitado por numerosas familias que venían a hacer sus picnics o a comer en las mesas de piedra, también habían parrillas de piedra en el lugar, en las cuales la gente hacían sus churrascadas. Así era normalmente de día, cuando él solía venir, pero de noche, era un lugar más siniestro; ruidos de toda clase de animales se escuchaban, los caminos estaban vacíos, apenas venía gente a aquellas horas, y si lo hacían muchas veces era para estar en el coche con su pareja, lejos de miradas ajenas. Aquella noche de verano era así, no se veía un alma, Roberto siempre venía por los senderos más alejados de la zona donde solía ponerse la gente, por la simple razón de que las personas soltaban a sus perros y algunos eran agresivos, para evitar problemas al trozo de pan que era Zeus, por lo que se había acostumbrado a ir por senderos menos transitados.
Llevaban ya un rato de camino y comenzaba a oscurecer; su coche estaba ya cerca, pero entonces observó algo desagradable, era un conejo, que se hallaba muerto en el suelo, Zeus se puso nervioso, y era normal, aquel conejo no había muerto en circunstancias normales, se hallaba chupado, como si algo le hubiese succionado el interior, dejándolo hueco, tan solo quedaban sus huesos y la piel.
- Oh, dios mio, ¿qué clase de animal hace esto?- Se preguntó tapando su nariz- ¡Vamos Zeus!, el coche está cerca.
Roberto tiró de él, pero su perro parecía haberse quedado anclado al suelo, estaba aterrado mirando hacía el camino.
- Tranquilo chico, solo es un conejo... está bien vale...- Trató de tranquilizarlo mientras tiraba.
Zeus se puso a ladrar hacía su espalda, de pronto estaba furioso a la vez que retrocedía. Roberto giró la vista hacía donde su perro ladraba, y se llevó un susto tremendo. Allí había un hombre, era de su estatura, pero mucho más corpulento, lo que llamaba más la atención era que estaba desnudo y andaba a duras penas, como si estuviese herido.
- ¿Eh, está...está bien... señor?- Preguntó tan asustado como preocupado.
No obtuvo respuesta, Zeus no dejaba de ladrar, estaba fuera de si, siempre había sido un perro muy dócil, pero ahora parecía muy agresivo. El hombre no cesó su paso. Al ver a aquel hombre de más cerca pudo ver varias cosas, su pelo corto, su barba recortada y su piel, que estaba cubierta de manchas de sangre.
- ¡Aléjese de nosotros señor!- Roberto comenzaba a recular, mientras que muy nervioso buscaba el móvil en su bolsillo.
- Hu... huye... hazlo ahora que aún puedes...- Sugirió el aquel hombre joven entre susurros- ¡Corre!-.
Roberto era presa del pánico y sus piernas le temblaban, pero optó por hacerle caso al hombre cubierto de sangre, tiró todo lo fuerte que pudo de su perro Zeus y lo alejó del chico, ambos echaron a correr, los caminos eran difíciles para recorrerlos de noche, tenían numerosos baches y zanjas en la tierra. Con cuidado pero con presteza avanzaban; Roberto echó un vistazo atrás y pudo ver el oscuro camino, pero no pudo ver a aquel hombre; su coche estaba cerca, al doblar la siguiente curva lo podrían ver. Observó a su izquierda el oscuro bosque y vio algo que le horrorizó. Era el chico de antes, que ahora corría a cuatro patas, moviéndose extremadamente veloz hacía los arboles, desapareciendo así entre la maleza. Su perro ladraba en dirección a la oscura arboleda con fiereza.