¿y si empezamos con un Beso?

Capítulo 2: El alma duele.

Sentí el humo como atravesaba mis pulmones, di una calada a mi cigarrillo y luego exhalé el humo que tenía en mi cuerpo

Sentí el humo como atravesaba mis pulmones, di una calada a mi cigarrillo y luego exhalé el humo que tenía en mi cuerpo. Sabía que si Amanda estuviera conmigo se enojaría como nunca y se marcharía sin decir ninguna palabra. A ella no le gustaba verme fumar, decía que mis besos eran asquerosos. Yo me reía de ella y la besaba de todas maneras.

Negué con la cabeza tratando de olvidarme de todos esos recuerdos, pero era imposible. Es imposible olvidarse de un lindo recuerdo cuando la persona más especial de tu vida estuvo contigo. Tragué saliva para dar otra calada a mi cigarrillo. Necesitaba calmar mis nervios, necesitaba calmar el dolor que sentía en mi pecho. Necesitaba a Mandy y que ella me ayudara con sus palabras a calmar esta ansiedad que estaba sintiendo ahora mismo, pero ella no estaba.

Caminé sintiendo la traición que estaba por hacer, pero era lo único que podía pensar en este momento de locura. Había pasado un mes de ese maldito accidente y lo único nuevo que había con todo esto, era que el maldito conductor borracho que llevó a mi chica que estuviera en coma, estaba preso. Y por que yo había echo pruebas que se necesitaban en la corte.

¿Cómo pude hacerlo? Soy abogado. Y si había que hacer pruebas falsas para que ese infeliz estuviera tras la rejas, lo iba a hacer. Y eso mismo hice, el juez era un muy amigo de mi padre y de la familia. ¿Casualidad? No lo creo.

Entré al auto lo más rápido que podía y me quedé en silencio. Sintiendo el vacío que reinaba en el auto, me faltaba la música que pasaban en la radio de todos los días, me faltaba ella...

Coloqué mis manos en el volante tragando saliva. Suspiré sintiendo el nudo en mi garganta nuevamente, estaba cansado de sentirme así. Estaba cansado de esperar...

Manejé lo más rápido que pude al departamento donde lo compartía con ella. Cuando llegué, luego de pasar las luces en rojo y ganarme millones de bocinazos, bajé del auto y caminé hasta la entrada del edificio. Saludé al portero y toqué los botones para que la caja de metal subiera hasta mi departamento. Abrí la puerta y dejé las llaves en la encimera. Caminé hasta una vidriera tragando saliva pensando en lo que estaba por hacer. Pero era lo mejor, necesitaba olvidarme de este dolor tan amargo que sentía al verla en esa camilla.

Destapé la maldita botella y le di un trago sintiendo el sabor de la bebida que no tenía ni idea de lo que era, y tampoco me importaba. Hice una mueca al no recordar lo que era beber, hace un mes que estaba internado, literal, en el hospital. Todos los días era lo mismo, levantarme, desayunar e ir al hospital para luego, cuando terminaban el horario de visitas, ir a trabajar hasta tarde.

Bebí otro sorbo y esta vez le di un trago más largo. Solté un suspiro de alivio al tragar esa bebida que me llevaría a la perdición.

Lo siento, cariño. Pero esta vez, eres tú la que me haces daño.

Tiré mi corbata al piso, desprendí mi camisa con esos malditos botones que te joden la existencia y me quedé solamente con mis pantalones de trabajo. Bebí otro sorbo viendo las otras botellas. Cuando terminé la que tenía en mano, agarré otra y me deslicé en la pared hasta sentir el piso. Y bebí.

Bebí para olvidar. Pero lo que no sabía que, mientras más bebía, más me acordaba de todos los momentos que pasamos juntos.

Y me dolía el alma. Me dolía el corazón al ver la cajita que hacía un mes estaba en la misma posición. Y mis ojos empezaron a arder y un indicio de algunas lagrimas se presentaban en mis ojos. Negué con mi cabeza llevando mis manos a ella para detener todos los recuerdos que venían a mi mente.

Ella me había sacado de todo lo malo, ella me había salvado. Yo lo único que hice en su camino fue a ayudarla a escapar de sus padres, esas personas que si ella no estudiaba lo que ellos decían, no le darían su testamento.

Reí con las lagrimas cayendo de mis ojos. Recuerdo el día que le dije que se viniera a vivir conmigo. Habíamos estado más de tres meses juntos como pareja. Cada vez la veía más apagada y un día se me ocurrió que le pasaba. Y ella me comentó todo lo que había estado sucediendo con sus padres. Bebí otro sorbo y sentí como el alcohol me estaba haciendo efecto.

Dos semanas después, ella empezó a vivir conmigo y a estudiar lo que más le apasionaba: la fotografía.

Y así supe que mi lugar favorito, era en su brazos.

Y cuando la veo en el hospital, cada vez que beso sus lastimaduras, mi mundo se derrumba.

Bebí para olvidarme de ella. Bebí para olvidar todo el dolor que se siente cuando estas enamorado perdidamente por una persona que está en un sueño tan profundo que no sabes cuando se te irá de tus manos.

Bebí para olvidarme lo que era ser amado por primera vez. Y para olvidar lo que se siente tener tu corazón tan roto que solamente la persona que lo rompió, lo puede reparar.

Cerré mis ojos apoyando mi cabeza contra la pared.

También quise cerrar mi corazón por un instante, pero el alcohol no ayudaba demasiado.

        

 

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