Y si fuera el último adios

Capitulo 6

Capítulo 6

Me removí nuevamente en mi cama, con los ojos encharcados y la visión borrosa por las lágrimas, los pensamientos inundando mi conciencia.

“¡No!”, “¡No!”, no me dejare llevar por ellos,  Regularmente los pensamientos suelen ser muy engañosos, lastiman sí, pero al final de cuentas son solo eso… “Pensamientos errados”.

Ya es media noche, todos están dormidos, ¿Cómo lo sé?, fácil los ronquidos de papa no son los más silenciosos, podrían despertar a toda la cuadra si estuviéramos al descubierto. Además su proceso de “sueño profundo” comienza a esta hora y termina a las dos de la madrugada después se dedica a deambular por toda la casa realizando ruidos gigantescos creyendo que nadie lo oye.

Me pongo de pie, ofuscada por los pensamientos. Nuevamente. Salgo de mi cuarto en dirección al pasillo de los libros debatiéndome entre encender la luz o no. Opto por la segunda opción, y a lo lejos escucho un murmullo bajo y directo.

—Vamos a separarnos— escucho el sonido de lo que parece ser ¿mi madre? — te lo juro lo he intentado, más no logro tolerar tus acciones

Mi padre todavía somnoliento comienza a moverse a todos lados. Sé que es de mala educación escuchar conversaciones ajenas, pero quiera o no este tema me incumbe.

—Hmmm, ¿Qué dijiste? —pregunta, papá con vos confundida

—Lo mismo que me paso pidiéndote todas las noches. —Toma aire— El divorcio

Mi mente se nubla ¿Qué? Está bien, lo he pensado y he creído que es la mejor opción, pero pensarlo y vivirlo son dos cosas muy diferentes, quisiera regresar a mi niñez. Mis padres queriéndose, o fingiendo hacerlo, Todos riendo, la sonrisa imborrable de mi madre y tardes pequeñas al colapso. ¿Por qué el amor se extingue? Acaso es falso el: hasta que la muerte nos separe.

—Y como todas las noches llevo contestándote— respira— Nuestros hijos nos necesitan, nuestros hijos merecen más que un pedazo de familia andante— mis músculos se contraen— Ya no somos solo dos, Fabiola, tenemos que velar por ellos antes que por nuestra supuesta felicidad

Lo escucho sonreír, ¿por nosotros vivían un infierno?, ¿por nosotros intentaban tolerarse? No, no quiero ser motivo de infelicidad ajena, no quiero ser motivo de reproche constante.

— ¡Nuestros hijos no deben ser pretextos!, Nuestros hijos ya están lo suficiente grandes para entender la situación, ¡ya no nos necesitan juntos! — mi madre se agita

Como quisiera decirles que los necesito juntos, pero no para sufrir, si no para luchar, para levantar a nuestra familia de los escombros, para remodelarla tal y como hace un albañil cuando una casa se va deteriorando, Quiero renacer con ellos, caminar con ellos y brillar con ellos.

—Entiende, Arturo, estoy harta de tus infidelidades, no lo soporto más— toma aire— saber que en cada esquina de la calle, “está ella o ellas” — suelta sarcástica—burlándose de mí, me miran con lastima, ¡Me está matando!, No quiero esto para mí, no quiero esto para mis hijos— suelta antes de llorar.

¿Qué mi padre es un hombre deshonorable?, ¿es capaz de engañar de esa manera a la mujer que le ha dado sus mejores años?, ¿es un infundado, capas de  aplastar las promesas?, Qué sucedió con el: Prometo amarte, respetarte y serte fiel, ahora veo que son mentiras, infamias para atarte al sufrimiento

— ¿Cuál mujeres?, siempre has sido tú, solo tú, entiende, ¡eres mi esposa!, las demás son solo deslices que jamás lograran alejarme de ustedes. Mi familia. Son los reconocidos, los reales — suspira—Ustedes serán mi prioridad, los demás que esperen. Son solo mujeres fáciles a las que les gusta…

Tape mis oídos. Me negaba a tener que aceptar en mis pensamientos palabras cochambrosas ¡por Dios!, no debería estar escuchando esto, no me corresponde.

Como podría mi padre aceptar con todo el descaro del mundo que tenía una amante, Como podría creer que podría hacerlo sin más y esperar que le aplaudieran. No podía venir y darnos sermones de lealtad cuando él no cumplía su palabra.

—Pues, no, Arturo, no entiendo— solloza— No puedes tener una casa chica y una grande— ironiza— No te entiendo, y jamás lo haré, ¡quiero separarme! — Sentencia de nuevo mi madre— Si quisieras tener una familia la conservaras. No pienses que por vivir juntos, compartir la cama y tener un mendigo papel que lo aprueba, tiene que ser real. — Ríe— Si hasta vendiste tu anillo, ¡No tenemos lo primordial en matrimonio!

—Es por el maldito anillo, Fabiola— está enfadado lo puedo sentir— si todo esta escenita es montado por eso, me comprare uno ¡maldita sea!, te lo enseñare y aventare para que estés contenta.

En ese momento me alejé, no quería, no podía seguir escuchado eso. Mi mundo se ha derrumbado.   Qué pasaba con él: “y vivieron felices para siempre” de los cuentos, ¿acaso solo era propaganda?,. Estaba decepcionada, agobiada, estresada, La vida no valía la pena, la maldita vida no es justa con todos, el mundo solo elige a unos cuantos para hacerlos dichosos.

Abrí la puerta de la habitación de mi hermano. Necesitaba compañía, necesitaba desahogarme ¿pero con quién? Aunque de una cosa si estaba segura, estar en su compañía era mejor que llorar. Sola, en un cuarto oscuro. Acercándome a la cama con pasos lentos y sigilosos sacudí los pies robando un poco de colcha.

Cerré los ojos lenta y suavemente, las lágrimas seguían saliendo por mi pequeña pupila. Y en ese momento descubrí, que mi familia no tenía remedio. Y que yo estaba perdida.

Faltaba esperar algunas horas para que amaneciera, lo lograría.

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Un dedo índice pincha mi mejilla y esta se hunde, le pego un sonoro manotazo haciendo que la retiren de inmediato. Que deje de joder.

Tengo un chorro de sueño.

Las pupilas se cierran de manera involuntaria ni siquiera estoy haciendo el esfuerzo por abrirlas, la molestia sigue diez veces más. Aprieto los ojos. No, no, no, estoy cansada de escucharla parlotear, me hago la que no escucha colocándome las manos sobre la oreja.



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En el texto hay: instituto, tristeza, primer amor

Editado: 29.11.2021

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