Hace tiempo que esperaba, sabía que pronto llegaría, aun recordaba su melodiosa voz, aun recordaba sus ojos iluminados de alegría, ella pronto vendría, ella nunca se olvidaría de él —se repetía— la seguiría esperando ahí, en el mismo lugar.
Sentado veía pasar una y otra vez a las mismas personas en las mismas fechas, pero ella no aparecía, al final de cuentas, quizás si lo había olvidado…o eso creía, hasta que un día asomado en la barda vio un cortejo fúnebre que se acercaba, entro al cementerio y se detuvo justo frente a su tumba. No hubo necesidad de empujar a las personas, paso ágilmente entre ellas sin que lo notaran; y si, ahí estaba ella, con los brazos extendidos hacia su querido hijo, aunque desmejorada en su aspecto físico, sus ojos no lo engañaron pues tenían el mismo brillo que el tanto recordaba.
“Murió de pena”, murmuraban las personas que habían asistido, lo que no sabían es que esa pena se volvió alegría al encontrarse nuevamente con su hijo, y su hijo al fin descansaría en paz, al recibir nuevamente el abrazo de su madre.
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Editado: 04.08.2019