Yana se encontraba en su oficina, rodeada de libros, guiones y notas en su escritorio. La habitación estaba sumida en un completo silencio, a excepción del sonido de las teclas y el mouse, con solo la luz de su lámpara de escritorio iluminando el espacio, era tarde en la noche. Mientras trabajaba en los detalles finales de su próxima historia de terror, una sensación de emoción y anticipación llenaba el aire.
Sin embargo, una extraña sensación de inquietud comenzó a apoderarse de ella. La sensación de estar siendo observada era cada vez más intensa, y un escalofrío recorrió su espalda.
Yana se detuvo en seco, dejando de escribir, y lentamente alzó la vista de la pantalla de su computadora. Su oficina parecía igual que siempre, pero la sensación de presencia, de que no estaba sola, persistía.
Yana sintió un nudo en el estómago mientras llevaba su mirada hacia la entrada de su oficina, que estaba separada por ventanas de vidrio. Desde su posición, podía ver hacia el otro lado de la habitación, pero nadie parecía estar allí. La sensación de ser observada persistía, pero no había nadie a la vista.
Frunció el ceño, preguntándose si tal vez su mente la estaba engañando. Camina hacia la entrada y examina el pasillo vacío que conducía a su oficina, pero no encontró ninguna evidencia de intrusos ni nada que pudiera explicar la extraña sensación de que alguien la estaba mirando.
La sala se encontraba vacía, sin nadie alrededor.
—¿Ailan?— llama, pero no parece haber rastro de nadie cerca.
A pesar de la inquietante sensación de ser observada, Yana decidió restarle importancia y continuar finalizando los detalles de su próximo escrito, que estaba pronto a salir al público. Pensó que su mente le estaba jugando una mala pasada y es que no había descansado lo suficiente en los últimos días.
Con la concentración de vuelta en su escrito, escribió algunas líneas más de su historia. Sin embargo, al levantar la mirada por segunda vez, su corazón dio un salto en su pecho al ver a tres figuras oscuras al otro lado de la oficina, observándola fijamente.
Las figuras eran sombras indistintas, apenas visibles en la penumbra de la habitación. Sus contornos eran borrosos, pero sus ojos parecían brillar en la oscuridad, clavados en Yana con una intensidad inquietante.
Yana retrocedió con una expresión mezclada de sorpresa y temor.
—¿Quiénes son ustedes?— interroga con nerviosismo.
A pesar del miedo que la envolvía, Yana decidió caminar hacia las figuras que la observaban desde la distancia. Se levantó de su silla y comenzó a avanzar hacia las sombras en el otro extremo de la oficina. Cada paso que daba le hacía latir el corazón con más fuerza.
A medida que se acercaba, las figuras parecieron desvanecerse, como sombras que se deslizan entre los rincones de la habitación. Yana frunció el ceño, sintiéndose aún más confundida y asustada. Se acercó lo suficiente como para estar a solo unos pasos de donde las figuras habían estado.
Sin embargo, cuando llegó al lugar donde habían estado paradas, no había nada allí. Las figuras habían desaparecido por completo, como si nunca hubieran estado allí. La oficina estaba nuevamente vacía y en silencio.
Después de la extraña experiencia en su oficina, Yana decidió finalizar su día. Se había pasado horas puliendo los detalles de su próxima historia y ya estaba agotada tanto física como mentalmente.
Guardó cuidadosamente su trabajo, apagó su computadora y se levantó de su silla con un suspiro de alivio. El agotamiento comenzaba a afectar su percepción, y la falta de sueño estaba cobrando su precio.
Mientras Yana se dirigía hacia el estacionamiento, pensando en dejar atrás las extrañas experiencias de la oficina, las tres figuras misteriosas volvieron a aparecer en su camino. La sorpresa y el miedo la paralizaron por un momento, no esperaba volver a encontrarse con ellas.
Las figuras permanecían inmóviles, con sus rasgos oscurecidos y ocultos por las sombras. Yana retrocedió, sintiendo que no podía escapar de su presencia. El estacionamiento estaba oscuro y vacío, sin nadie más a la vista.
A Yana le vino a la mente la posibilidad de que las figuras misteriosas fueran actores contratados por su hermano Ailan. Recordó la broma que le había jugado Ailan en el hospital psiquiátrico antes y que, puede que esto fuera una especie de continuación de esa broma. Aunque todavía se sentía asustada, comenzó a considerar esa posibilidad.
Se detuvo en recepción, a la espera de Kieran, el guardia de seguridad.
Finalmente, el guardia de seguridad de la productora llegó a la recepción y se acercó a Yana.
—Directora, Labrot. ¿Ya se va a casa?
—Kieran, ¿hay otras personas en la productora aparte de nosotros?
Kieran negó ante la pregunta de Yana.
—Estamos solos en la productora. No vi a nadie más entrar ni salir.
La respuesta del guardia de seguridad dejó a Yana sin aliento y con una sensación de desconcierto.
—Vi a tres personas frente a la oficina y después de camino al estacionamiento.
Esta vez, el desconcertado parecía ser Kieran.
—Puedo pedirle a Azriel que revise las cámaras de seguridad, pero estuvo monitoreando toda la noche y no reportó la presencia de personas ajenas a la productora.
—No te preocupes, es demasiado tarde y estoy muy cansada, debe ser eso.
El guardia de seguridad decidió acompañar a Yana al estacionamiento para investigar si alguien había ingresado por él ahí o se encontraba allí todavía.
—Revise cada rincón del estacionamiento y no hay nadie.
Yana asintió, sin embargo, no sabía cómo explicar lo que había experimentado, pero estaba segura de que no había sido fruto de su imaginación.
—Si ve algo más o siente que necesita ayuda, no dude en llamarme.
Yana agradeció al guardia de seguridad para seguidamente adentrarse en su vehículo.