Hasta hace un año a lo que llamaba campo de flores ahora lo llamo campo de batalla. A lo que yo llamaba días de lluvia hoy llamo días de luto. A lo que yo llamaba reino vecino hoy llamo enemigo.
Hace un año que abandone mi hogar para poder proteger a mi reino el cual amaba sin duda alguna y que sin alguna duda entregare mi vida sin ningún problema.
—¡Señora! —escuche una voz masculina, detuve al caballo café y busque al dueño de aquel llamado. Un hombre de cabello castaño, ojos azules y de cuerpo bien formado se acercó, se notaba exhausto y agitado, sus mejillas se notaban rojas.
—¿Qué ocurre? —pregunte con seriedad sin llegar a ser descortés.
—Lamento que arriesgara su vida por un ser como yo, no quiero causarle molestias y si no me considera apto para estar en su ejército le pido por favor que me castigue—lo mire unos segundos, aunque no pensé en mi respuesta, ya la tenía clara.
—No tienes por qué pedir disculpas, si habrá sangre derramada será la del enemigo, no la de mis aliados, eres tan importante como yo o cualquier persona que veas, que eso te quede claro—conteste y me aleje de él dejándolo con la palabra en la boca.
Yo en lo personal no tengo miedo a esta situación, no le tengo miedo a la muerte, si tengo que morir que así sea, pero prometo de que antes de que mi corazón dejara de latir llevaría a más contigo, antes de que mi vida se apagara, apagaría la vida de aquellos que hacen a los niños ocultarse y a los hombres alejarse de su familia.
Las calles se atestaron de llantos tanto de alegría como de tristeza pues como en toda batalla siempre hay perdidas inevitables, pero al menos espero que aquellas vidas perdidas valgan y que el enemigo entre en razón o que sucumban al destino que ellos mismos están creando.
—Los vientos lejanos me dijeron que volverías sana y salva, es una verdadera pena—mire a mi derecha, un chico de cabello castaño se presentó ante mí, sonreí con sarcasmo.
—Veo que la brujería no es suficiente para que el señor de las tinieblas te lleve a donde perteneces—baje del caballo tomando las correas como medida de prevención para evitar perder a este precioso animal.
—Sabes que no soy creyente de aquellos cuentos de pequeños.
—Lo sé, mi buen amigo—tomé su hombro, desvié mi vista hacia la ventana en donde su mujer lo veía detenidamente, cualquier gesto o gesticulación. —Bien, tengo que llegar a casa, seguro que mi madre está en la ventana esperando mi llegada, tal y como tu mujer en estos momentos.
El castaño se giró asustado, reí en lo más bajo y caminé hacia mi hogar. A toda prisa regreso a su casa donde su mujer lo veía con ojos de desconfianza, al verlo de espaldas observé su espalda y rememoré la razón de que esta vez se quedara en nuestras tierras. Me sentí mal enseguida y el remordimiento se hizo presente, así como también la furia, si tan solo hubiera llegado unos segundos antes él no hubiera perdido su brazo.
Abrí la pequeña puerta para poder acceder al patio de mi casa, ate a mi caballo a un palo clavado en la sombra de mi patio, enseguida mi madre salió saltando a mis brazos.
—¡Qué alegría que hayas vuelto!
—Te prometí que volvería, ¿No es así? —la abrace de vuelta. —Ahora, dime que ha pasado en las dos semanas que me he ido.
Me adentre en las paredes de mi hogar que apenas y podían mantenerse en pie mientras que mi madre entusiasmada me contaba de quien ya había tenido a su bendición, quien no, quien se casó y a quien le fueron infiel.
—Hola papá—saludé enseguida que le vi en la pequeña cocina.
—Hija—trato de ponerse de pie, pero yo me acerque impidiendo que hiciera esfuerzos innecesarios. —Déjame pararme, estaré viejo, pero no inútil.
—Nadie dijo que eres inútil sin embargo el bastón es por algo, ¿No crees?
—¡No digas burradas! Esta cosa solo es de adorno—más que para tratar de convencerme a mi parecía que se trataba de convencer él solo.
Yo reí y deposite un beso en la mejilla, notaba varios cambios en el en tan solo cuatro semanas, su pelo se volvía cada vez más gris y la edad lo empezaba a alcanzar, supongo que los años cada vez pasan más rápido y nadie puede huir de eso.
—¿Cuánto tiempo te vas a quedar, cariño? —pregunto mi madre mientras me servía un poco de comida en un plato. —Espero que al menos sea el mes completo.
—Al menos dos días—respondí yo. Mi madre dejo caer una cuchara de madera y dejando la boca abierta. —Mentira.
—¡Vas a ver cómo te voy a dejar, niña! —mi madre trato de darme un golpe sin embargo este paso al lado mío sin hacerme ni un rasguño. —Serás líder de un ejército, pero conmigo no vas a anda con tus jueguecitos.
—De todos modos, tampoco me voy a quedar el tiempo suficiente, al menos una semana me tendrás como tu esclava.
—¿Tan pronto te vas? —pregunto mi padre que no había dicho ni pio mientras que su mujer trato de matarme.