Yo era la emperatriz

♚ Capítulo XXI: Novicia antigua, novata inexperta♚

 

 

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C A P Í T U L O 2I:

NOVICIA ANTIGUA, NOVATA INEXPERTA

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La mitad del camino se parece al inicio porque aún no puedes ver la meta pero sí el largo camino.

 

 

【♔】

 

 

 

—Buenos días, señorita —una suave y cantarina voz retumbaba en mi cabeza—. Es hora de despertar. 

 

Y por más bella que fuera ese timbre, no era más que un canto de sirenas, de eso que sí no te pones al tiro te atrapan y ahogan. 

 

Así que, por mi propio bienestar, abro con pesar mis párpados. Encontrándome cara a cara con la poseedora de tales palabras, que se encuentra acostada a un lado de mi cama. 

 

—¡Ya era hora, se te hará tarde! — proclama pero no le creo, lo qué pasa es que a ella le encanta madrugar porque no se cansa.

 

Tuerzo los labios desganada y me estiro en el colchón para darme ánimos, cuento a la de cinco y sin pensarlo me 

 

No importan los años que pasen, desde que la conocí las mañanas dejaron de ser mis amigas. 

 

—Tengo listo el atuendo que vas a ocupar —la escucho hablar a mis espaldas mientras me meto al baño para asearme. 

 

Es gracioso que deba bañarme para sentir calor y no refrescarme pues en mi ciudad el clima era cálido y aquí, más en estas fechas, el frío calaba cada célula del cuerpo ocasionando que las gotas a altas temperatura fueran igual a cubrirme con una manta termica. 

 

Cuando terminé con todo en el baño fui al cuarto donde ella estaba esperándome cerca del mini closet con sus sugerencias -demandas- de vestido.

 

Poco más de año había transcurrido desde nuestro primer cara a cara y continuaba sin creer que era cierto, que no se trataba de mis diez minutos esquizofrénicos. 

 

—Solo asegúrate de no querer imponer moda que voy a la facultad de arquitectura, no de diseño —recalqué, a sabiendas que tenía un gusto macabro por hacerme lucir lo más extravagante y bizarra posible. 

 

—Ay, Neri. Como te ven, te tratan —se excusó encogiendo los hombros, yendo para el armario. 

 

—Por eso mismo, es por eso que no quiero que me traten como bicho raro —manifesté provocando que suelte una risilla. 

 

No perdemos más el tiempo y entre risas, música y comentarios sobre mi ropa me alisto para llegar a mi clase de hoy, lo malo es que mi horario iniciaba con la primera clase de la mañana; lo bueno es que luego de esa clase tenía dos horas libres que me daban tiempo de ir a la cafetería de la universidad y almorzar algo tranquila.

 

Salgo de mí cuarto y me topo con mi prima que justo atraviesa su puerta. 

 

—Buenos días, Neri —dice con su dulce sonrisa, sus rizos decoran su faz brillante y ese vestido amarillo con blanco bien podría ganarle a «alegría» de intensamente.

 

—Buenos días, Elo —contestó contagiada por su buena vibra—. Te ves radiante, ¿alguna razón particular? —indago, conociendo que por más proscrita que sea, es muy temprano para desfilar tan producida. 

 

Mmm —mira a un lado nerviosa—, bueno. No es nada en especial, solamente…

 

Las palabras se quedan en el aire cuando siento que alguien grita a mis espaldas:

 

—¡Emperatriz, Elo! 

 

—Segundo/Rubén —contestamos al unísono en forma de saludo.

 

—Elo, ese vestido te queda sensacional —comenta sacándole un sonrojo a la misma—. Su majestad, ¿cuando entenderá que menos es más? 

 

—Cállate —de las dos, soy la que toma la palabra primero—. No admitiré consejos de quien no sale de una sudadera que, capaz ni la lava.

 

—¡Falacias! —replica ofendido—. No la lavo diario porque no quiero que se maltrate, además de por sí casi ni sudo, tomamos clases con aire acondicionado y me las quito para hacer deporte. 

 

—Eso dices tú, pero tu olor, o debo decir, hedor; te delata —acusé agarrando mi nariz con el pulgar e índice.

 

La cara se le deforma y lleva una mano a su pecho de forma dramática, resaltando su ofendimiento.   

 

—¡Mentirosa, traicionera! —sentencia entrecerrado los ojos.

 

—Si no me crees preguntales a Elo —me crucé de hombros relajada, señalando con la cabeza a mi prima. 

 

—Yo, eh… —balbuceó mirando a todas partes excepto al segundo, a quien la sangre se le subió a la cabeza producto de la vergüenza, oliendo por instinto esa prenda.

 

“— No importa en qué dimensión esté, molestar a Emery siempre será satisfactorio —enuncia Isolde a lado del mencionado con una gran sonrisa que me contagia.”




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