Verónica
Rebecca estaba muy asustada e insistía en que nos fuéramos de una vez. Su temor era comprensible porque era muy tarde y estábamos en medio de la nada, pero a mí me comenzó a preocupar mucho mi auto. Mis papás estaban de viaje y todos los daños que tuviera mi vehículo tendrían que ser reparados antes de que ellos volvieran.
Encendí la linterna de mi teléfono y empecé a revisarlo bien. Lo único que tenía sentido para mí era que habíamos golpeado un venado. Quizás salió corriendo a pesar de estar herido. Me acerqué a la parte de atrás para comprobar que todo estuviera bien, pero nada me hubiera podido preparar para la horrible escena que presencié. ¡Había una mujer ensangrentada detrás del auto!
Grité con tanta fuerza que el dolor invadió toda mi garganta. No podía ser cierto. Tenía que ser producto de mi imaginación. Empecé a retroceder y solté mi teléfono accidentalmente. La oscuridad de la noche envolvió el cuerpo y desapareció de mi vista. ¿Lo había imaginado todo?
Rebecca y Dexter se acercaron corriendo y cuando él alumbró el cuerpo pude confirmar que lo que había visto no era producto de mi imaginación, de verdad estaba allí. Rebecca al parecer estaba gritando a mi lado, pero yo no podía escuchar nada. Todos mis sentidos menos mi vista se habían distanciado de mi cuerpo, no quería seguir viendo el cuerpo, pero mis ojos no apartaban la vista por más que les ordenaba que lo hicieran.
El brazo izquierdo de la chica tenía fracturas abiertas y había mucha sangre por todo su cuerpo. No se movía en absoluto y no estaba respirando. La posición de su cuerpo no dejaba lugar a dudas. Nosotros la habíamos atropellado.
Empecé a sentirme mareada y estuve a punto de desmayarme, pero no fui yo la que lo hizo. Rebecca se desplomó junto a mí y su cabeza golpeó fuertemente el pavimento. No, no, no. Esto tenía que ser un sueño, no podía estar pasando de verdad.
–¡Demonios! ¡Demonios! –Dexter no dejaba de gritar y de maldecir. Sus ojos estaban muy abiertos y su rostro había perdido el color. Seguramente yo me veía igual.
Empecé a llorar descontroladamente y me senté sobre el pavimento para poner la cabeza de Rebecca sobre mi pierna. Ella se veía muy pálida, pero no estaba a punto de perder la cabeza como yo. Me di una cachetada a mi misma para ver si así volvía a la realidad, pero me di cuenta de que no era un sueño porque el dolor que rasgaba mi alma era demasiado real. No podía soportar nada de eso así que deseé desmayarme con todas mis fuerzas, sin embargo eso nunca pasó.
–¿Y ahora qué vamos a hacer? –gritó Dexter como si yo pudiera contestarle.
Nadie se atrevía a tocar el cuerpo de la chica. Ella no se movía en absoluto así que era inútil albergar esperanzas.
Las lágrimas comenzaron a rodar por mis mejillas y no pude parar de llorar. ¿Qué habíamos hecho?
Dexter se agachó a mi lado y empezó a sacudir bruscamente a Rebecca para que despertara.
–¡Despierta, levántate! ¡Este no es el momento para que te desmayes!
Rebecca empezó a reaccionar poco a poco y se sacudió violentamente cuando volvió en sí.
–¡No, no! ¡No puede ser! –ella empezó a gritar y patalear y quiso arrancarse el cabello, pero yo empecé a luchar contra ella y no se lo permití.
–¡Ya basta Rebecca! ¡Cálmate! –dije mientras agarraba sus manos.
Ella empezó a llorar y dejó de luchar contra mí. Sus gritos desgarraban aún más mi corazón. No podía soportar todo lo que estaba pasando y solo quería que todo terminara de una vez.
Recogí mi teléfono del suelo y me puse de pies.
–Voy a llamar a la policía.
Dexter me arrebató el teléfono y me miró con el ceño fruncido.
–No, tú no vas a hacer nada.
–Dexter…
–Todos somos mayores de edad Verónica. ¿Qué crees que va a pasar cuando venga la policía? Estaremos presos hasta el fin de nuestros días. ¿Quieres eso? ¡¿Eso es lo que quieres?!
Las lágrimas corrieron por mis mejillas y sentí un nudo en la garganta tan grande que no me permitió hablar.
–Vamos a tomarle el pulso –dijo moderando su tono de voz.
Rebecca se acercó y miró el cuerpo de la chica con los ojos muy abiertos. Por un momento creí que se iba a desmayar de nuevo, pero logró resistir.
–Tenemos que voltearla –ordenó él.
Me arrodillé con piernas temblorosas y el olor a sangre me atacó desprevenida. Era un olor metálico muy fuerte que nunca había sentido antes. Mi corazón quería salirse por mi boca y mi estómago deseaba devolver todo su contenido.
Tenía mucho miedo de tocar a la chica porque una parte de mí sentía que iba a gritar repentinamente y retorcerse de dolor.
Rebecca estaba luchando consigo misma, pero al final se arrodilló y agarró una de las piernas de la chica.
–A la cuenta de tres –dijo Dexter– Uno, dos, ¡tres!
Pusimos a la chica boca arriba con mucho cuidado y su cabello negro cubrió todo su rostro. Dexter puso dos dedos sobre su cuello y buscó su pulso por demasiado tiempo. Eso no era bueno.
–Di algo por favor –suplicó Rebecca.
Dexter retiró su mano y meneó la cabeza.
–Está muerta.
Quise gritar o llorar, pero mi cuerpo se limitó a quedarse inmóvil.
–No, no está muerta. Debemos llamar a una ambulancia –empezó a decir Rebecca.
–No tiene pulso. Está muerta. Nosotros la matamos –agregó Dexter como si no fuera lo suficientemente claro.
Un silencio pesado se apoderó de todo el lugar y comencé a sentirme observada. Miré hacia el bosque, pero la oscuridad de la noche no me permitió ver nada. No podía dejar de pensar que los árboles podían oírnos y mirarnos. Tal vez incluso nos estuvieran gritando que éramos unos asesinos. Estábamos a mitad de la carrera y un auto podía pasar en cualquier momento.
Rebecca empezó a llorar de nuevo y Dexter comenzó a menearse de atrás hacia adelante como si no pudiera decidir qué hacer. No podía ver el rostro de la chica así que me armé de valor y empecé a apartar suavemente su cabello. Había algo en ella que se me hacía levemente familiar. Aparté un mechón grande de sus ojos y vi que estaban abiertos. Ahogué un grito y me puse de pies lo más rápido posible.
–¡Es Roxana! –grité llena de pánico.
Aún conservaba el vestido negro que usó en la fiesta y no lo pude reconocer debido a la conmoción.
–¡No puede ser! –gritó Rebecca mientras se alejaba. Ella miró su rostro fijamente como si no pudiera creerlo y Dexter simplemente quedó petrificado.
–¿Pero cómo…? –Rebecca ni siquiera pudo terminar la oración.
–Hace poco estuvo con nosotros –Me quería convencer a mí misma de que seguíamos en la fiesta y de que nada de eso había pasado.
–Aún tiene sangre de cerdo encima –comentó Dexter– Esto no puede estar pasando.
–¡Nunca debiste hacer eso! –exclamó Rebecca mientras lo golpeaba en la espalda.
Él aprisionó sus manos y se puso de pies.
–Esto es culpa de los tres. No solo mía. Hasta hace poco también te parecía divertido humillarla frente a los demás.
Él la soltó bruscamente y ella luchó por mantener el equilibrio.
–Si quieren llamar a la policía pueden hacerlo. Pero no vamos a culparnos unos a otros, los tres aceptaremos la culpa de lo que pasó –dijo Dexter enérgico.
–Ya no puedo seguir con esto. Llama a la policía y acaba con mi sufrimiento –contesté.
–No –se negó Rebecca rotundamente.
Volteé a verla sorprendida, pero no dije nada.
–No pienso entregarme a la policía. Mi mamá tiene cáncer de seno y yo quiero cuidar de ella. No pienso dejarla envejecer sola. Ella no soportaría verme en prisión… –ella hizo una pausa y negó con la cabeza –No quiero causarle ese dolor.
–Pero… no podemos hacer eso. Tenemos que entregarnos y buscar un abogado –afirmé nerviosa.
–Ay, por favor Verónica –Rebecca apretó los puños y me vio como si fuera una niña tonta– ¿Crees que tus padres te van a ayudar? ¿Crees que podrás salir de esto por ser una niña rica? ¡Pues no! Tus padres solo quieren fama y fortuna y te aseguro que se olvidaran de ti en cuanto salgan los titulares. Ellos no permitirán que manches su reputación. De hecho, serán los primeros en ofrecer su apoyo a la familia doliente.
Miré a Rebecca atónita y no supe que decir. Ella era mi principal apoyo moral y en todos nuestros años de amistad nunca me había hablado así. No era necesario que fuera tan cruel conmigo, ya lo estábamos pasando lo suficientemente mal.
Quería contradecirla y decirle que las cosas no eran así, pero ella tenía razón. Mis padres serían los primeros en lavarse las manos y olvidarse para siempre de mí.
–Perdón si fui muy dura contigo –continuó luego de un momento de silencio– Pero no voy a retractarme. Ellos solo se preocupan por su fama y fortuna. Es mejor que guardemos el secreto y nunca se enteren de esto. Estamos a punto de terminar el año escolar. Todo va a estar bien cuando te vayas a Milán. Podrás comenzar de cero allí.
–Rebecca tiene razón –la apoyó Dexter– Yo no deseo ir a prisión. Preferiría morir antes que ir allí.
–Ustedes no lo entienden –dije mientras apretaba los puños– ¡Todos se darán cuenta! ¡Todos lo sabrán mañana por la mañana! No hay forma de que nos libremos de esta.
–Lo haremos. Vamos a eliminar todas las evidencias –afirmó Dexter resuelto– Pero tenemos que hacerlo ahora. Necesitamos salir de la carretera en cuanto antes. No hay tiempo que perder. ¿Están conmigo o se quedarán allí viendo?
–Estoy contigo –respondió Rebecca.
Cerré los ojos e inhalé hondo para intentar tranquilizarme. No funcionó. No sabía qué hacer, pero no quería ir a prisión. Había oído historias horribles al respecto y a como decía Dexter, prefería morir antes que terminar allí.
–Está bien, lo intentaremos –dije finalmente– Pero si algo sale mal nadie va a intentar lavarse las manos, ni tampoco vamos a aceptar ningún trato con la policía que hunda a los demás –establecí.
–Hecho –dijo Dexter sin pensárselo demasiado.
–Si nos hundimos, nos hundimos los tres –afirmó Rebecca.
–Hay un río cerca de aquí. Podemos arrastrar el cuerpo hasta allí y tirarlo al agua –dije mientras jugaba nerviosamente con mis manos.
Había hecho una sesión de fotos allí hace años y una persona del equipo había mencionado la existencia de un remolino. Esa era nuestra única oportunidad.
–Eso es lo que debemos hacer. Agarren las piernas –ordenó Dexter.
Dexter agarró el torso de Roxana y Rebecca y yo agarramos los pies. Los tres cruzamos la carretera y empezamos a adentrarnos en el bosque solo con la ayuda de una linterna. Las hojas secas hacían mucho ruido bajo nuestros pies y no podía dejar de pensar que nos iban a descubrir.
Empezamos a bajar por un terreno irregular y nos guiamos por el sonido del agua para llegar al río. Conocía ese río desde pequeña y solía amar el paisaje, pero ahora me parecía simplemente aterrador. Era una noche de luna nueva y todo estaba muy oscuro, parecía el escenario perfecto para que los chicos y yo muriéramos. Mi cerebro confundía el sonido del agua con pisadas de personas y eso me estaba volviendo loca.
Dexter dejó su teléfono a la orilla del río y los tres comenzamos a adentrarnos en el agua fría sin soltar el cuerpo.
–¿Cómo vamos a hacer para que el cuerpo no flote? –cuestionó Rebecca.
–Tenemos que confiar en el remolino –respondí.
El auto con el que habíamos atropellado a Roxana era mío y la principal enemiga de Roxana era yo. Tenía todas las de perder.
Continuamos adentrándonos en el agua y ya no pude sentir la arena bajo mis pies. Los tres comenzamos a flotar, pero de alguna forma sentí que el peso de Roxana me estaba hundiendo. No podía ver a los chicos debido a la oscuridad y no sabíamos para dónde íbamos.
–¿Dónde está el maldito remolino? –cuestionó Dexter. Podía concluir por su voz que estaba entrando en pánico.
–No lo sé –respondí tratando de mantener mi cabeza a flote.
–Al diablo, dejémoslo aquí.
–Ya es muy tarde para retroceder. Ya intentamos deshacernos del cuerpo –señaló Rebecca.
Ella tenía razón. Era muy tarde para entregarnos a la policía.
–No puedo más. Tenemos que dejarla aquí –explicó Dexter.
–¡No! –él ignoró mi negativa y soltó el cuerpo de Roxana para comenzar a nadar hacia la orilla.
–No podemos dejarla aquí –mientras hablaba tragué agua accidentalmente.
–La corriente se la llevará –respondió Rebecca.
No podíamos estar seguras de eso, pero soltamos el cuerpo de todas formas. No sabíamos dónde estaba el remolino y corríamos el riesgo de ahogarnos. Comenzamos a nadar de regreso a la orilla y el camino de vuelta se me hizo eterno. Por más que nadaba y nadaba no parecía avanzar, me costaba mucho trabajo respirar y sentía un miedo irracional por el agua que me rodeaba. ¿Acaso Roxana volvería por nosotras? ¿Intentaría acabar con nuestras vidas así como nosotras acabamos con la suya?
Poco a poco empecé a sentir la arena bajo mis pies y cuando llegué a la orilla pude suspirar de alivio. Estaba muy empapada y todo mi cuerpo temblaba de frío. Necesitaba entrar en calor.
Dexter estaba tosiendo mucho y nos comentó que había tratado agua. Él le tenía fobia a las aguas profundas y yo lo había olvidado por completo.
–Tenemos que salir de aquí. Nadie puede ver el auto –dije mientras obligaba a Rebecca a avanzar.
Todas las personas que estaban en la fiesta nos vieron marcharnos juntos así que ellos estaban metidos en esto tanto como yo.
No me tropecé una vez, lo hice más de cinco veces. Mis rodillas ardían producto de las caídas, pero ignoré el dolor porque me sentía desesperada por huir. Sentía que alguien nos perseguía, pero en realidad era el peso de mi propia conciencia.
El camino de regreso a la carretera era cuesta arriba y lo único que nos iluminaba era el teléfono de Dexter. El sonido de las copas de los árboles siendo movidas por el viento era realmente aterrador para mí. ¿Cómo llegamos a esto? ¿Cómo terminamos así? ¿En qué momento se torcieron tanto las cosas?
Justo cuando creí que estaba en el infierno y que nunca iba a poder salir, vi las luces del auto sobre la carretera. Se veía como la luz al final del túnel. A lo mejor había muerto ahogada y aún no me daba cuenta. El auto seguía tal y como lo habíamos dejado, tenía las luces encendidas y las puertas abiertas.
Los chicos y yo corrimos hacia el auto como si alguien nos estuviera persiguiendo y nos apresuramos a entrar adentro. Creí que me sentiría a salvo allí, pero no fue así. Todo se sintió muy irreal en las profundidades del bosque, estando allí podía mentirme a mí misma, sin embargo, no podía escapar de la verdad en la escena del crimen. El vidrio roto del carro me confirmaba que todo era muy real y no podía soportar saberlo. No podía enfrentar los hechos.
Dexter arrancó a toda velocidad mientras Rebecca y yo moríamos de frío en el asiento trasero. Mis manos y rodillas temblaban descontroladamente, sin embargo, no todo era culpa del frío, también se debía a que me encontraba al borde de la locura.
–Vamos a ir a casa de Verónica y después veremos que hacer –anunció él sin voltear a ver hacia atrás.
Esta vez estaba muy concentrado en el camino, aunque en realidad eso ya no importaba. Lo peor que pudo haber pasado ya había ocurrido. La carretera estaba completamente vacía y al llegar a la ciudad siguió igual. Ya era muy tarde y la mayoría de las personas se encontraban en casa durmiendo. ¿Por qué no pudimos hacer lo mismo?
Un silencio pesado se apoderó del ambiente y comencé a preguntarme a mí misma si había hecho lo correcto al huir. Cerré los ojos por un momento y la voz de mi conciencia me confirmó lo que ya sabía. No. Por supuesto que no. Tratar de encubrir el crimen y huir no fue lo correcto. Debimos habernos entregado a la policía, solo así tendríamos una mínima oportunidad. Abrí los ojos y volví a ver fijamente la carretera. ¿Qué estábamos haciendo? No podíamos seguir con nuestras vidas como que si nada y los tres lo sabíamos.
Volteé a ver a Rebecca y vi que estaba llorando en silencio mientras veía la ciudad por la ventana. ¿Qué hicimos?
#4956 en Joven Adulto
#24468 en Novela romántica
venganza dolor y sufrimiento, policia secretos, crimen bosque
Editado: 06.01.2022