Jennifer
Unas semanas atrás…
Volví a mi casa después del trabajo y lo primero que hice fue deshacerme de mi uniforme y tirarlo encima del sofá. Tenía mucho calor así que me sentí aliviada de poder quedarme con mi camiseta negra y con un short corto. Encendí la luz de la sala y de la cocina y empecé a hacer la cena después de lavarme las manos. Moría de hambre y quería cenar temprano, así que preparé pollo frito y papas fritas y me senté a comer en mi pequeño comedor. Puse una película en mi teléfono y la apoyé contra el centro de mesa.
Me sentía exhausta luego de un día difícil en el trabajo y amaba la paz y la tranquilidad que me ofrecía mi casa. Estaba cenando tranquilamente cuando de repente escuché un golpe en mi habitación. Sonó como si un objeto se hubiera caído. Saqué mi pistola y la apunté hacia el pasillo de inmediato. El pasillo estaba sumergido en completa oscuridad. La luz de la sala apenas iluminaba un poco en esa dirección. No había entrado a mi habitación desde que llegué del trabajo. ¿Acaso había alguien esperándome allí?
Me puse de pies sin hacer ruido y tuve un debate en mi mente. ¿Debería llamar a alguien? Aún tenía los zapatos puestos y mis llaves estaban sobre la mesa. Podía ir donde mi vecino, pero sería muy humillante que todo se tratara de un animal. No quería hacer un escándalo por nada así que empecé a avanzar poco a poco con el arma en mano. Mi pistola estaba cargada y yo estaba lista para disparar. Si alguien había entrado a mi casa era porque evidentemente buscaba problemas.
Mi corazón empezó a latir muy rápido a medida que me alejaba de la luz y me adentraba en el pasillo oscuro. Mi película seguía reproduciéndose de fondo y tampoco encendí la luz porque eso le proporcionaría una ventaja al asaltante. La puerta de mi cuarto seguía cerrada tal y como la dejé por la mañana, sin embargo, podía oír los pasos de alguien dentro de la habitación. Mi mente recorrió infinidad de posibilidades en pocos segundos. Podía tratarse de un simple robo o de un acto de venganza contra mí. La lista de la gente que me odiaba era larga. Atacar a policías era el deporte favorito de muchas pandillas. Por un segundo pensé en llamar a Ian, pero deseché la idea de inmediato porque odiaba mostrarme débil frente a él.
Abrí la puerta de una vez y no encontré a nadie adentro. Una de las ventanas estaba abierta y el viento movía la cortinas, así que los pasos no fueron producto de mi imaginación. Revisé detrás de la puerta y dentro del clóset y no hallé nada. Abrí mis cajones y a simple vista todo se veía intacto. De todas formas no me gustaban las joyas y no poseía nada de valor que no fuera dinero en efectivo.
Me asomé por la ventana y tampoco vi nada así que decidí cerrarla y ponerle el seguro. Había olvidado asegurarla por la mañana. Miré encima de mi almohada y me encontré con una libreta negra que tenía una nota encima: “De Roxana para Jennifer, mi hermana mayor". ¿Ella había entrado? De ser así, era más sigilosa que un gato.
Encendí la luz de una vez y me senté sobre la cama para leer con la pistola a un lado. La primera página me rompió por completo el corazón. Ella había pegado una fotografía de Gustavo y yo. Él se veía muy joven y estaba cargándome en sus brazos. Yo era apenas un bebé y tenía una mano dentro de la boca mientras veía a la cámara. Él me veía con mucha ternura. ¿Siempre me vio así y no me di cuenta? Nunca había visto aquella foto, pero no tuve problemas en reconocerme. Mi piel era morena y mi cabello rizado apenas estaba creciendo.
Me tomó un momento darme cuenta de que Roxana escribió una nota abajo: “Papá guardaba esta foto celosamente y siempre estaba observándola. Significaba mucho para él y ahora que ya no está creí que te gustaría conservarla".
Claro que quería conservarla. La mandaría a agrandar lo más pronto posible. Pasé la página y descubrí que era una especie de diario. La libreta tenía un grosor impresionante, pero no me intimidaba. Al contrario, me parecía muy interesante poder acceder a sus pensamientos y conocer más sobre ella y su día a día. En realidad no sabía nada de Roxana y ahora sentía una fuerte necesidad de saberlo todo.
Regresé al comedor y quité la película para poder concentrarme. Apoyé la libreta sobre el centro de mesa para así poder pasar las páginas con mayor facilidad y continué leyendo mientras comía. Aún no entendía por qué me quiso dejar la libreta y quería descubrirlo.
A Roxana le emocionaban las clases y le fascinaba cumplir con las asignaciones y tareas. Papá me lo había comentado en varias ocasiones y yo estaba segura de que estaba exagerando aunque no era así. Mi hermana de verdad era muy aplicada. Sin embargo, todos los días le ocurría algo en la escuela. Una chica llamada Verónica siempre tenía que humillarla frente a los demás. Roxana la describió como una “modelo tonta” y como “una anoréxica estúpida” y describió a su mejor amiga Rebecca como “una arpía buena para nada que solo servía para hacerse las uñas".
Mi corazón saltó de emoción al leer que le gustaba un chico llamado Dexter. Amaba su cabello rubio y sus ojos azules y hacia mucho énfasis en que Verónica no merecía estar con él. Pero un día de forma inesperada Dexter se burló de ella y de lo que sentía por él. Mi corazón se encogió al leer lo que le hicieron y me pregunté cómo me sentiría si me lo hubieran hecho a mí. Roxana se desahogó escribiendo páginas y páginas en su diario. Su dolor y desilusión dieron paso a la ira y al deseo de venganza y ella hizo tres listas diferentes, una para cada uno de ellos con las cosas malas que deseaba que les pasaran.
Verónica
1) Quiero que pierda su trabajo como modelo.
2) Quiero ver su rostro desfigurado.
3) Quiero que deje de ser popular y que comience a ser rechazada por todos para que sienta lo que yo siento todos los días.
4) Quiero que ella y Dexter se separen.
5) Quiero que arruine su futuro.
6) Quiero que pierda el apoyo de sus padres.
7) Quiero que se hunda en la cárcel.
8) Quiero que pierda su vida y su futuro brillante.
Roxana escribió otra lista para Rebecca y otra para Dexter, pero ninguna tan larga como la de Verónica. Le di un sorbo a mi café y llegué a la conclusión de que era otro intento desesperado de Roxana para conmoverme. Y en cierta forma lo estaba logrando. Desde el día en que murió papá no nos habíamos vuelto a ver. Ese día se veía triste y desolada y no me pude sacar esa imagen de la cabeza.
No me molesté en ir al funeral aunque sí visité su tumba poco tiempo después. Papá quiso ser enterrado al lado de Carolina y eso me recordó una vez más que ella fue el verdadero amor de su vida.
Continué leyendo y encontré un arete pequeño en forma circular dentro de un compartimento que ella había creado con papel. Me pareció extraño, pero a la página siguiente había una explicación: “Verónica llegó tarde a una de las clases y encima se apresuró a salir a la hora del receso porque odia la clase de matemática. Todos abandonaron el salón de clases y nadie se fijó en el arete que perdió Verónica. Lo recogí del suelo porque su brillo me llamó la atención. Ella siempre anda por la vida perdiendo un millón de cosas y ni siquiera se da cuenta cuando algo le falta porque tiene un millón de cosas en su armario y en su cuarto. Lo ha dejado muy claro en Facebook. Cada semana hace una depuración de su clóset y le regala ropa, bolsos, zapatos y joyas a todo el mundo. Menos a mí. Claro está.
No soporto ver tanta hipocresía todos los días. La mayoría de mis compañeros de clase la odia, sin embargo, fingen que son sus amigos frente a ella. La única razón por la que no la envían al demonio es porque pueden sacar provecho de su amistad. Todos desean seguir recibiendo obsequios de su parte y no quieren perderse una invitación a alguna de sus fiestas. ¿Pero qué pasaría con su vida perfecta si de repente lo perdiera todo? Estoy segura de que nadie se quedaría a su lado en momentos difíciles. Aún no he decidido qué hacer con su arete, pero sé que le encontraré alguna utilidad. Puedo inculparla de lo que sea con esto.
Fruncí el ceño y pasé la página. Roxana se dibujó a sí misma de una forma muy tenebrosa dentro de un bosque. Su cabello y su rostro eran idénticos y dibujó las piedras del suelo y las ramas de los árboles con mucho detalle. No tenía idea de que fuera tan buena pintando. Su estilo al vestir y al dibujar era el mismo: oscuro y sombrío. Me impresionaba su talento. Mi corazón dio un salto cuando vi que dibujó una horca colgada de la rama de una árbol en la siguiente página. ¿Estaba pensando en el suicidio?
Pasé las páginas con rapidez para llegar al siguiente texto. Mis ojos se abrieron mucho al leer el título:
“Ya lo pensé bien y este es mi plan de venganza”.
“Planeaba hacerles algo por separado, sin embargo, todo me apuntaría a mí así que cambié de idea. Lucy nos invitó a todos a su fiesta de cumpleaños así que me parece el momento idóneo. Sé que Dexter, Verónica y Rebecca van juntos a todos lados así que probablemente irán en el mismo auto.
Pensé en adentrarme dentro del bosque y suicidarme a la vista de los búhos, pero eso solo demostraría que soy una perdedora y que ellos tenían razón así que voy a hacer algo diferente. Haré que parezca un homicidio y los culparé a ellos. Será mi manera de matar dos pájaros de un solo tiro. Nadie lo verá de otra forma. Será un asesinato a la vista de todos. Después de la fiesta de Lucy podré poner punto final a mi dolor. Sé que me hubiera ido bien en la universidad, pero oí que es un ambiente todavía más hostil y no estoy dispuesta a pasar por todo de nuevo. Odiaría ser tratada como la rara de nuevo. Odiaría que un montón de gente que ni siquiera me conoce llegue a la misma conclusión que mis estúpidos compañeros de clase. Odiaría comprobar que tienen razón y que el problema está en mí y no en los demás. De todas formas no hay nada en el futuro que sea interesante para mí. Prefiero tomar un camino diferente y hacerle un favor a la sociedad deshaciéndome de esos parásitos”.
Me paré de golpe y parpadeé varias veces con la esperanza de que aquel diario sombrío desapareciera de mi vista. No lo hizo. Tomé el diario y mis llaves y salí corriendo de mi casa para entrar al auto. Era una noche muy tranquila y no había mucho tráfico así que tenía la esperanza de llegar a tiempo. Esto no podía estar pasando.
Llegué a la casa de Roxana y me encontré con que el portón principal estaba cerrado. Al demonio. Si alguien llamaba a la policía iban a venir mis colegas. Salté la cerca a como hice en el curso de entrenamiento y toqué la puerta histéricamente. Tenía el diario en mano y quería hacerle ver su error. Nadie me abrió la puerta así que maldije en voz baja y rompí el cerrojo con una patada. Entré a la estancia y un dolor insoportable recorrió toda mi pierna izquierda. Necesitaba darme prisa así que apoyé mi peso en el otro pie y comencé a cojear levemente. No fue buena idea patear la puerta. Abrí todas las puertas hasta llegar a la única habitación en uso. Las paredes estaban pintadas en morado y la lámpara de la mesita de noche estaba encendida.
Entré a la habitación y empecé a observar todo en busca de pistas. Roxana había hecho dibujos hermosos en hojas de papel y las adhirió a las paredes con cinta transparente. Pasé los dedos por el dibujo de una chica morena y me di cuenta de que era yo. Había dibujado mis rizos y mis ojos cafés con mucho detalle. Las lágrimas empezaron a caer de mis ojos sin que pudiera detenerlas.
–¿En dónde estás? –susurré.
Regresé a la sala y me senté a esperarla. Tenía miedo de seguir leyendo así que no lo hice. Solo necesité cinco minutos para darme cuenta de que estaba perdiendo el tiempo. Sentía una presión extraña en el pecho y eso me confirmaba que algo estaba mal. Agarré mi teléfono y quise llamar a Roxana hasta que me di cuenta de que no tenía su número. Ni el de ella ni de ningún conocido suyo.
Empecé a conducir sin dirección y revisé cada bar y cada restaurante de la ciudad. No había ningún rastro de ella. Volví a su casa con la esperanza de encontrarla allí, pero todo seguía tal y como lo había dejado. Busqué información sobre la tal Lucy en su cuarto y tampoco hallé nada. Me senté en la entrada principal con las manos temblorosas y me sequé el sudor de las palmas en el pantalón. La presión en mi pecho no hacía más que incrementarse y me di cuenta de que era un mal presentimiento.
–No lo hagas Roxana, por favor. No estás sola en el mundo. Me tienes a mí.
Una lágrima rodó por mis mejillas y de alguna forma supe que todo estaba perdido. Roxana no estaba a mi lado para oírme y mi conciencia me decía a gritos que ya no iba a tener la oportunidad de decírselo. Ni eso ni nada. Empecé a llorar y cubrí mi boca con mis manos. Fallé. Fallé como hermana y fallé como hija. No cumplí con el último deseo de mi padre. No protegí a Roxana.
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Editado: 06.01.2022