Yo Lo Hice

Capítulo 32

Rebecca  


—Tengo miedo de entrar a su casa. Siento que puede estar allí para recibirnos —dijo Verónica con las manos temblorosas. Yo también estaba muerta del miedo. 
Ambas estábamos caminando por el antiguo vecindario de Roxana en busca de su casa. Era una zona muy tranquila y silenciosa y no habíamos visto nada raro, pero tenía un aire siniestro, o tal vez solo estaba en nuestra mente. 
—¿Recuerdas cuando dije que entrar a casa de Dexter era mala idea? Pues no me hiciste mucho caso que digamos así que ahora me toca a mí. 
Me detuve frente a una casa blanca y vi que tenía cintas amarillas que decían: “No entrar” alrededor. No podía ser otra casa. Miré a Verónica y vi que estaba muy pálida. 
—¿De verdad es necesario? 
—Sí lo es. Vamos —la agarré de la mano y ambas nos adentramos por un callejón que estaba al lado de la casa. El callejón seguía más adelante, pero nosotras nos detuvimos junto al cerco de madera. Me aseguré de que no hubiera ningún vecino a la vista y suspiré para calmar mis nervios. 
—Aquí está bien. Vamos a saltar. 
Verónica echó un vistazo alrededor. 
—Solo serán cinco minutos nada más —me advirtió. 
Ella se agachó y me impulsó para que yo pudiera subir. Me sujeté con una mano y le extendí la otra para ayudarla a subir, y de esa forma no tardamos en estar del otro lado de la cerca. El césped se veía descuidado y había una ventana abierta en el piso de arriba. ¿Y si había alguien adentro? Tal vez no fue tan buena idea después de todo. 
La única ventana que no tenía verja era la de la cocina. 
Metí la llave que había robado de Gerardo en la puerta trasera y se abrió con un pequeño chirrido. Todo se veía muy limpio y muy silencioso así que dejé que Verónica me siguiera. La sala se veía extrañamente normal. No hacía falta ninguno de los muebles, ni siquiera la televisión.  
—Tengo la sensación de que Roxana va a aparecer en cualquier momento —dijo Verónica. 
—Yo también. 
Empecé a subir las escaleras y el crujido de la madera nos sobresaltó a ambas. 
—¿Qué fue eso? —Verónica levantó la voz más de lo que debía. 
—Shh… no es nada. 
Avancé por el pasillo y vi que todas las puertas estaban cerradas. Acerqué mi oído a una de las puertas y mi mente empezó a imaginar sonidos extraños. Esto superaba por mucho a cualquier película de terror. Abrí la puerta lentamente y me encontré con un cuarto de paredes moradas. Todo estaba muy ordenado, incluso habían dibujos en las paredes. Me acerqué a la mesita de noche y vi una tarántula que parecía muy real, pero que era de plástico. 
—Es como si nunca se hubiera ido —susurré para mí misma. 
Verónica no se apartaba de la puerta. Me asomé por la ventana y no vi nada extraño así que empecé a observar los dibujos que estaban pegados en las paredes. Habían dibujos muy lindos de animales como iguanas y cocodrilos, pero también habían otros muy siniestros de una mujer de cabello negro cubierta de sangre. ¿Se estaba pintando a sí misma? 
Leí una de las frases que estaban escritas a mano en un papel blanco y quedé perpleja al entender su significado. 
—"¿Ahora será que tendrás un futuro brillante? Lo dudo"
—¿Qué? —Verónica estaba aterrorizada.
—Eso es lo que escribió ella. ¿No crees que era para nosotras? 
—¿Qué estamos buscando? ¿Qué es lo que querías decirme? 
Miré a Verónica y ordené mis ideas. 
—¿Y si las cosas no pasaron como nosotras pensamos? ¿Y si nos tendieron una trampa?  
Ella frunció el ceño. 
—Roxana juró vengarse de nosotras —expliqué— Y ese accidente se llevó su vida y destruyó la nuestra. No pretendo fingir que somos las víctimas porque no es así. Sin embargo hay huecos en esta historia, nadie vio lo que pasó realmente ¿Y si ella se lanzó a propósito frente al auto para que la arrolláramos? ¿Y si quería vengarse de nosotros de esa forma? 
—Eso… eso sería suicidio. 
El silencio reinó en toda la habitación mientras ambas procesábamos la idea. Verónica se apoyó en uno de los muebles y vio fijamente su reflejo en el espejo. 
—¿Crees que fue capaz de terminar con su propia vida a modo de venganza? Se necesita mucho coraje para hacer eso —reflexionó Vero. 
—No era una estrategia apta para cobardes. 
—Tiene algo de sentido. Es decir, sus padres están muertos, era hija única y su vida estudiantil era un asco gracias a nosotras. 
Sus palabras me hicieron sentir aún más culpable a pesar de que creí que eso no era posible. Nunca me volvería a sentir bien conmigo misma. 
—Mentiríamos si dijéramos que la vimos lanzarse hacia el auto. No vimos nada —continuó Verónica. 
—Exacto. Nunca la vimos caminar, nunca la dejamos atrás, nunca la vimos en medio de la carretera. Es como si hubiera emergido de las sombras en el momento exacto en que pasábamos.  
Verónica me miró a los ojos y vi que se esforzaba por contener las lágrimas. 
—Nadie nos creerá. Jamás lograremos probar que fue un accidente, tal y como sucedieron las cosas todo apunta a que fue un homicidio.  Y en cierta forma lo fue. No debimos huir de la escena. 
—Por supuesto que no debimos huir. Actuamos como si su muerte hubiera estado planeada. 
—Desearía poder regresar el tiempo atrás y cambiarlo todo —suspiró. Yo también lo deseaba mucho. 
—Aún hay algo que podemos hacer. 
Había tenido mucho tiempo para pensarlo y no podía posponerlo más. 
—¿Entregarnos? Estoy de acuerdo. 
Me paré junto a ella y sequé una de sus lágrimas. 
—Yo puedo asumir la responsabilidad de todo. 
—No, de ninguna manera. Yo voy a asumir la responsabilidad. El auto era mío. 
—Eso no importa. Diré que Dexter y yo te estábamos engañando. 
—¡No digas tonterías! —Verónica se secó las lágrimas bruscamente y me miró con la frente en alto— Tú tienes la coartada perfecta. Tu mamá sabe que estabas durmiendo en tu cuarto esa noche. Confesaré y diré que estaba sola. 
—¡Tú no vas a decir nada! —clavé mis uñas en su hombro y la empujé contra el estante sin querer porque no sabía qué más hacer. 
Verónica apartó mi mano con brusquedad y el espejo que estaba detrás de ella cayó al suelo y se rompió en mil pedazos a nuestros pies. Tapé mi boca con mis manos y Verónica abrió mucho los ojos al ver lo que habíamos provocado. Ambas intercambiamos una mirada. 
—Mira lo que hiciste —le reproché. 
—Tenemos que limpiar, no podemos dejarlo así. 
—Que buena idea, ¿quieres cortarte y dejar tu ADN? Justo cuando creí que no podíamos parecer más culpables. 
—Fui tu idea venir hasta aquí —Verónica sacó una especie de sobre y empezó a sacudirlo. 
—Sí, tenías razón. Fue una mala idea —acepté. 
Ella se puso de pie y empezó a sacar fotos de tamaño carnet que estaban dentro del sobre.  
—Esto estaba detrás del espejo. 
—¿Y por qué lo escondería allí si vivía sola? —cuestioné. 
Ella me pasó unas fotos para que las viera y vi que todas eran de su infancia y adolescencia. Incluso había fotos de sus padres. Se me hizo un nudo en la garganta al ver su sonrisa. Nunca sonrió así frente a mí porque sabía que solo pensaba en formas nuevas de molestarla.  
—Ya no quiero ver más —dije extendiéndole las fotos. 
—¿Ella es quien yo creo que es? —Verónica me enseñó la foto de una chica morena de cabello rizado con unos hermosos ojos cafés. Era apenas una adolescente y ahora ya era toda una mujer. 
—La oficial Washington —susurré sorprendida— ¿Qué conexión tenía con Roxana? 
—Tal vez eran vecinas. 
Volteé la foto y vi que Roxana había escrito una pequeña nota detrás: “Mi hermana Jennifer durante la secundaria”. 
Estuve a punto de replicar y de sacudir a Verónica, pero entonces oí la puerta de un auto cerrarse de golpe. Me acerqué a la ventana y vi nada más y nada menos que a la agente Jennifer Washington bajándose de una patrulla. Tenía puesto su uniforme policial y jugaba con un juego de llaves. Estaba decidida a entregarme, pero no a ella y mucho menos con Verónica. 
—Esto tiene que ser un chiste —comentó Verónica sin soltar la foto. 
—Tenemos que irnos ahora —agarré a Verónica del brazo y la arrastré conmigo por las escaleras. 
Ambas llegamos a la cocina corriendo y salimos por la ventana a toda velocidad. Cruzamos la cerca y salimos corriendo por el callejón sin mirar atrás. Me faltaba el aire y mi corazón latía sin control así que tuvimos que escondernos detrás de un árbol luego de un tiempo. Ambas nos tiramos sobre el suelo y vi que Verónica no había soltado el juego de fotos, sin embargo habíamos destruido el espejo y era algo que no se podía ocultar. 
La agente Washington estuvo a punto de atraparnos y mi angustia era indescriptible. 
—Son hermanas, todo este tiempo lo han sido —Verónica no sabía qué decir y yo ni siquiera podía hablar. 
Ya no quería seguir huyendo, no soportaba la presión que sentía en mi pecho. Era hora de terminar con todo de una buena vez. 




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