Hola, yo soy Carmela. Hace unos días, cuando fui a jugar a las cartas con unas amigas mías que tienen alrededor de noventa y ochenta años me quedé perpleja. Comentando sobre un par de cosas terminamos hablando de política, un territorio minado, porque algunas veneran a ciertos partidos políticos y otras a otros, entonces fue una especie de detonante que dejó las cosas turbias.
Mi error fue reventar la bomba de cada una diciendo algunas de esas frases que digo irónicamente.
—Cada partido político no las beneficia a ustedes, primero les da condiciones precarias, luego las engaña con una mejora que se les da en cuotas y cuando mueran van a ser una en un millón de ancianas que mueren por día.
Hubo un silencio en la sala y Teresita la mayor del grupo, se levantó, tiró las cartas y se marchó. María Laura la segunda mayor, balbuceó y tomó su cartera lo antes posible, agarró su celular y llamó a su marido para que la pase a buscar. La tercera mayor Analía, se quedó sonriendo con las cartas en la mano, pero no se movió y yo quedé con los brazos cruzados viendo la escena que montaban.
—Estas no están heridas por sus partidos políticos, es por la edad Carmencita, nos dijiste que cuando muriéramos vamos a ser una más, a su edad están mas cerca del cajón que de otra cosa. Me tengo que ir, nos vemos el próximo viernes. Carmela no te preocupes, yo soy una vieja orgullosa, la verdad que soy muy buena en las cartas, iba a ganar.— me dijo Analía sonriendo mientras me mostraba las cartas y se ponía su saco.
Me quedé sentada en la punta de la mesa pensando, ¡Estas viejas le buscan el pelo al huevo!