Yo soy William Browne

De casualidad

“¿Cuáles son las probabilidades de encontrarme con alguien que decida dejarme entre las hojas de un libro solo porque no tengo brazos?” Me dijo ella cuando le hablé, en verdad me asusté de sus palabras por creer que la había ofendido, en su primera expresión me di cuenta que no sería como conocer a Miranda, pero poco duró mi preocupación, pues luego de dejarme sin respuesta, se empezó a reír de mí.

–era una prueba no te asustes, me dijo, y se pasó la mano por los ojos debido a la risa incontrolable que le dio.

No me reí a ese nivel, pero me causo gracia y paz el no haber metido la pata desde ese primer momento.

Una semana después de habérmela encontrado en el restaurante, la volví a ver en el centro comercial, de hecho me crucé con ella como tres veces en toda la semana, es curioso cómo funcionan ciertas amistades que haces con algunas personas, antes de conocer a alguien nunca en tu vida la habías visto, pero luego de verlo/a por primera vez, se hace recurrente el topártele y resulta que no estaban tan lejos uno del otro, me pasó prácticamente con todos los mis amigos, «desbloqueaste un nuevo “personaje”».

Pero la última vez me armé de valor y decidí hablarle, no sabía ni que decir asique empecé y terminé por lo algo que sería muy básico, pero que explicaba todo, a lo mejor lo básico fueron mis palabras y no los motivos que di, pues le había comentado lo del restaurante, y que quería escribir un libro, y que me gustaría conocerla porque sentí una extraña admiración por ella, y que talvez podría escribir sobre ella, y que…, ah no, eso es todo. De ahí la pregunta que escribí al principio, la pregunta retórica que me hizo y por la cual no dejó de reírse por minutos.

“Brenda, me llamo, un gusto, no te preocupes, no van a atascarse tus dedos”

Me pasó la mano y se la di, pero se dio cuenta de que dudé, no se por qué lo habré hecho. Talvez por ser la primera vez que le di la mano a alguien con una prótesis.

Y así empezó otra amistad que abarcaría más espacio en algún lugar mío, espacio que, para ser ocupado, más sombras me habrían abandonado aquel día y los posteriores.

Me mostró su vida, y no era tan diferente a Miranda, ambas compartían muchas cosas en común, Brenda me contó, que nació sin manos por un problema genético, que toda la vida usó prótesis pero que estas siempre eran básicas y si bien le daban cierto apoyo, no fue sino hasta muchos años después, que su papá le fabricó unas prótesis propias, las primeras que fabricó son un par de versiones anteriores a las que trae ahora, pero básicamente todas las hizo él, según Brenda su papá es ingeniero electrónico, pero desde que ella nació se dedicó y perfeccionó en la ingeniería biomédica, sus brazos funcionan con contracciones musculares, y lo que su papá quiere lograr, junto con sus colegas, es fabricar unos brazos que funcionen con el cerebro, como cualquier extremidad, también me contó que esta tecnología ya existe, lo que aun no se pudo lograr es perfeccionarla a tal punto que no solo los movimientos sean naturales, sino que reaccionen con la misma velocidad que lo harían unos brazos normales.

Según ella misma, no sabe lo que es sentir algo como eso, puede darse una idea, y sabe que es mejor tener brazos, pero que simplemente no puede percibir la sensación de usarlos.

Brenda también me contó, que, gracias a la dedicación de su padre, ella también se enamoró de la robótica, y estudia por su cuenta la creación de modelos 3D y el uso de impresoras porque quiere hacer prótesis gratis para otras personas que necesiten.

–Y básicamente, esa es la historia de mi vida. –concluyó– Pero cuéntame de tu vida ahora.

Y por supuesto que le conté, desde mis aspiraciones, algunas remembranzas, hasta como mis mascotas iban gastando la cama que para aquel entonces ya estaba por la mitad. Le habré contado por lo menos una cuarta parte de mi vida, y de entre todas las cosas que no alcancé a contarle, estaba el hecho de que hasta ese momento tenía una única amiga, no le hablé de Miranda, a día de hoy no encontré la razón, pero no importaba mucho, porque si no fue en aquella ocasión, vinieron otras, pero eso es algo que contaré más adelante.

La invité un par de veces al parque, y para la tercera o cuarta vez creo que ya me había ganado su confianza, porque en esa ocasión vino con su papá en el auto, él se bajó y ambos se acercaron a mí, que estaba esperando sentado en una banca, me saludó y me lo presentó, Tobías se llama, ese día me pasé hablando más con él que con Brenda, pero es que si la había admirado a ella por lo que usaba y más aun al saber que era una afición suya la robótica, como no admirar al señor que estaba detrás de sus aficiones y sus aparatos.

Terminó por reconocer que le había agradado y que era bienvenido a su casa cuando quisiera, para ver todas las máquinas que tenía en su taller, en eso Brenda mencionó que, ya que él mencionaba eso, yo iba ser su pupilo y quería invitarme a su casa.

No titubeo para decir nuevamente, que era bienvenido, y yo le pasé la mano y se lo agradecí, pero siendo sincero no tenía idea de lo que Brenda quiso decir.

Cuando fue hora de irse, su papá fue el primero en levantarse para ir a buscar el auto, en lo que ella me dijo, que, si bien le gustaba hacer prótesis para otros que estaban en la misma situación que ella, había un “pequeño gran problema” como ella decía.

 –Tener manos robóticas es bueno, pero no hay manera actual de igualar la habilidad nata del cuerpo, asique no soy capaz de modelar bien en el software, por eso te propongo a que me ayudes, si quieres.




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