Min Yoongi
Nuevamente, dejamos a Hal en una esquina y ella camina hasta su casa. Kook insistía en llevarla a casa, pero Halee se rehusó a mostrarle su dirección al otro. No sé por qué tanta desconfianza, el chico la entrena, cura y trae a casa.
Al momento de Halee desaparecer al cruzar, Jungkook no aguantó. Simplemente explotó.
—¿Qué tal te fue? –me mira expectante.
—Sabía que lo habías hecho con una intención ridícula. –le propiné un merecido golpe en el brazo.
—¡Auuuu! –Se soba la zona agredida–. Sí, lo siento. Pensé que volverían tomados de la mano como un par de reconciliados.
Bufo pesadamente.
—Es muy dura. Imposible meterle en la cabeza que se deje ayudar.
—Daka es así. Mejor ríndete, amigo. De todos modos no tienes oportunidad de volver.
—Vaya, ¡gracias! Pensé que estabas de mi lado, amigo. –le fulmino.
—Yoongi, es en serio. Daka tiene prohibido en su contrato tener cualquier relación amorosa. –chasqueo mi lengua. Qué tontería.
—Eso es absurdo. ¿Por qué?
—Como bien sabes tiene un dueño. Daka es solo de Jimin, por lo tanto un novio significaría problemas para ella y para el desafortunado.
—¿Al tal Jimin le gusta Daka?
—No lo sé. Digamos que algo así.
Esa respuesta es muy confusa. Oigo el sonido de unos pasos hacia nosotros, la puerta de atrás se abre y Halee entra al auto.
—Listo –me mira a mí, luego a Kook y después cierra los ojos, suspirando–. De verdad, gracias por esto, chicos.
—Cuando quieras. –respondo mirándole fijamente a los ojos. Fue mi idea enfrentar al tonto peli-naranja y traerla con su hijo.
Al fin, listos, arrancamos directo a la pelea. Sigo en desacuerdo con esto, está manchando sus manos con sangre. Es una aberración. Pero siento que no debo desaprovechar esta oportunidad y meterme más en esto. Solo para acercarme más a ella y conquistar nuevamente su corazón. ¿El resto? Debo pensarlo mejor.
Jungkook aparca el auto en un lugar distinto. Parece que cambian de lugar frecuentemente, quizá para no ser descubiertos. Bajamos del auto y nos encaminamos, o más bien trotamos, hasta llegar a su lugar de preparación, donde pudimos divisar al ridículo señor niño mimado. Nos notó al instante.
—Pensé que me plantarías, mi cielo. –le sonríe a mi chica, haciéndome hervir la sangre en sobremanera.
—¿Cuando peleo? –pregunta ella, ignorando lo otro.
—… Y a continuación les tenemos un combate ¡de a puro fuego! –escuchamos que anuncian–. Le llaman la candente asesina silenciosa...
—Justo ahora. –Jimin señala con su cabeza la puerta al ring.
Ella toma la iniciativa de ir y acabar de una buena vez por todas.
—Bien. Cumplieron con el trato. –nos dice a Kook y a mí luego de ver desaparecer a Halee. Siento a mi amigo suspirar.
Pero luego el muy maldito rápidamente saca un arma de un costado y me apunta a la cabeza. Quedé inmóvil. Lo miré con mi ceja levemente arqueada, no me iba a mostrar débil, debía estar serio y sereno aunque sienta mis entrañas retorcerse.
—¿!Qué!? –exclama Jungkook perplejo–. Pero él... ¡Te trajo a Daka a tiempo!
—Sí. Pero la puso en mi contra. Daka nunca me contradijo desde que empezó en el negocio. ¿Por qué de la noche a la mañana cuando llegas tú si lo hace? –él imita mi acción con la ceja.
—Jimin, señor. Cálmese, por favor. Él no tiene nada que ver con Daka. –kook insiste. Y yo muero por golpearle.
—Pero si él mismo dijo que era su amigo. –contraataca.
—Sí lo soy. –digo yo.
—¡Eres solo un conocido! Yoongi, ¿quieres morir? –Dice entre dientes–. Señor, no lo mate. Si no fuera por él, Daka hubiera huido de la pelea. Su solución fue llevarla y traerla a la pelea. Por favor, no lo mate.
Jimin me ve un par de segundos con el dedo sobre el gatillo, aprieta el mango del arma. Lo piensa un breve tiempo, pero luego la baja.
—No te quiero ver opinando de lo que no te importa. Y si influencias a Daka, que sea para obedecerme. ¿Quedó claro? –amenaza muy cerca de mi rostro. Casi se coloca de puntillas.
—Muy claro. –ruedo mis ojos.
Quiero golpearlo, más me contengo. Eso de influenciar a Daka para él no me cabe en la cabeza. Dije que había quedado claro pero en realidad intentaré sacar a Daka de sus manos.
***
—¿Te duele mucho?
—No, Kookie, ¿cómo crees? –Contesta con sarcasmo–. ¡Obvio que duele mucho, imbécil! ¡Me acaban de enterrar un cuchillo en mi muslo!
—Perdón, pues. –murmura él por lo bajo.
Yo me dedico a mirar. Acaba de concluir la pelea, dándole la victoria a Daka. Estuvo maravillosa, excepto por la parte cuando la otra chica le destroza la pierna con un cuchillo.
Luego de su victoria, Daka estaba tan enojada por la herida que ni quería ver a la otra chica respirando, incluso nosotros gritamos para que se detuviera y no matara a su contrincante.