Min Yoongi.
Abro la puerta de la habitación que Hoseok nos dio a los tres con dos camas. Deposito a Niki en una, le acomodo la almohada para que se sienta más cómodo, lo arropo y dejo que descanse.
Esta sensación de responsabilidad no es lo mío, pero podría acostumbrarme solo por el bienestar de este niño y la tranquilidad de Halee. Me duelen los huesos. No he dormido en horas y es un nuevo récord para lo que estoy acostumbrado, será mejor que descanse o me dará anemia.
—¿Puedes quedarte conmigo? –la voz suave y suplicante de Niki detiene mi paso. Lo vuelvo a mirar divertido.
—Pareces muy listo como para temerle a la oscuridad. –bromeo pero al final decido tumbarme junto a él, recostándome recto.
—Sí, sé que es tonto –ríe avergonzado–. Pero no es a la oscuridad que le tengo miedo. Mamá me prohíbe ver películas de terror, ¿recuerdas? –asiento con él–. Pero que le dispararan a Lulú justo frente de mí, que exploten la casa hiriendo a mamá... –hace una pausa mirando a un punto vacío, tornándose triste–. ¿Qué hizo ella para que le sucedan esas cosas? –su voz se quiebra de un momento a otro. Suspiré indeciso, pues quien debe contarle eso es ella.
—Tu mamá no hizo nada malo –le aseguro con tiento en mis palabras–. Jugar su vida por proteger a su hermanito no es algo malo. Es algo genial.
La sonrisa que irradiada su rostro me dejó satisfecho con mi respuesta.
—Te gusta mamá, ¿cierto? –suelta con un deje pícaro y aunque no me sorprende levanto ambas cejas.
—Sí –asiento, mostrándole la seguridad en mis palabras–. La quiero mucho... a ambos de hecho, y no me alejaré de ustedes hasta que todo esto acabe.
—¿Qué harás después de que esto termine?
—Regresaré a casa, seguiré trabajando... tal vez decida buscar novia. –le digo en broma.
—Puede ser mi mamá –suelta, incorporándose emocionado. Yo me río por su ilusión ante esa idea, la cual no me molesta–. Quisiera que fuéramos una familia. –comenta con nostalgia.
—Sería, genial –digo acariciando su cabeza y recibo un brillo en sus ojos, lleno de ilusión y esperanza–. Ahora duerme, enano. –le susurro despeinándolo.
El pequeño se acurruca en mi pecho, rodeándome con su brazo. Quedo unos segundos paralizado, incómodo por el contacto, no me quedó de otra sino quedarme con él y protegerlo con mis brazos.
Cierro mis ojos por unos minutos y me estoy quedando dormido, cuando la puerta se abre dando paso a la luz de afuera. Intento abrir los ojos acostumbrándome a ella, pero antes de que suceda la puerta se cierra tras la figura sombría de Halee.
Ella se acerca a la cama, quedando allí para a los pies de esta, se cruza de brazos y me mira con una sonrisilla divertida. Palmeo del otro lado del colchón para que se recueste allí, lo cual hace sin decir nada.
—Lo siento si te he sacado de la cama –susurro bajo para no despertar al niño–. Pero es que él no quiso dormir solo.
No me contesta, su mirada se fija en la mí más tiempo de lo que estoy acostumbrado, ese semblante cansado y perdido vuelve loco mi corazón. No pude evitarlo, así que le acaricié el rostro, mi tacto la hace sonreír como hace mucho no veo, pero luego se desvanece.
—¿No estás enojado? –susurra poco audible. Le miro confundido–. Por mentir acerca de Niki, que es en realidad mi hermano. –continúo con mis caricias, dejando que hable.
—Me mentiste –le digo fingiendo molestia–. Y a parte jugaste con mis sentimientos... Pero aun así te amo, Halee –su mirada avergonzada se vuelve una dulce sonrisa. Amo verla sonreír–. Te besaría, pero...
—¡Aquí no! –grita el pequeño entre mis brazos, asustándonos a ambos–. Frente de mí no lo hagan. –suplica con un puchero, Halee suelta una carcajada avergonzada, sonrojándose de golpe.
—Niki, por Dios. ¿No estabas dormido? –dice entre risas.
—Sí, pero quería oír esto –nos abraza a los dos muy contento–. Amo esta familia.
Me río en silencio y miro a Halee que me devuelve la mirada sonriendo del mismo modo. Ya ha sonreído bastante hoy, y me agrada que sonría demás a pesar de lo que está sucediendo afuera.
Park Jimin
No sé qué narices le pasó a Daka por la cabeza para dejarme así. Maldito el día en que dejé que ese imbécil se acercara a mi chica.
—Jimin, cálmate. –mi padre me pide como a un niño.
—¿¡Cómo quieres que me calme!? –lanzo un vaso de vidrio a la pared de la oficina de mi padre. Tenía que desahogarme con alguien y este viejo puede ayudarme.
—¡Fue tu culpa, idiota! ¿Qué se supone que conseguiste dando advertencias? –apreté mi mandíbula–. ¡Les diste tiempo! Y por eso escaparon. Debiste haberlos matados.
—Estuve a punto de hacerlo, pero ese inútil explotó sol…
—¡No a ella, tonto! –me interrumpe. Odio que me interrumpan–. Al muchacho que te tiene atormentado y te la robó. –se ríe burlándose de mí.
—¡No es gracioso! –Golpeo su escritorio con mi puño–. Tienes que ayudarme a encontrarla y acabar con ese buitre–. Mi padre me mira con decepción y suelta un bufido.