Y tal como cada sábado abandono mi hogar en compañía de mi hermana mayor en dirección al parque más cercano de nuestra residencia, donde tomamos helados y sentamos bajo la sombra de un árbol grande a leer nuestros libros favoritos.
Ella entre sus manos traía una pila de cuatro libros mientras que en mi bolsa yo solo traía uno y que siempre releía por ser mi libro sagrado favorito.
Ella inicia nuestro pequeño club de lectura comentando todo lo que entendió, de lo que más le causó relevancia al momento de iniciar su lectura y de las cosas que menos le agradaron. Mi hermana Isabela hablaba y hablaba, mientras que yo observaba con mis ojos curiosos por encima de su hombro a aquel que viene siempre a esta hora.
Kai…
Es un escritor reconocido en el pueblo y el cual siempre viene a este parque a esta hora para, según dicen, buscar inspiración.
Su cabello castaño es despeinado a causa de la brisa, enfoca sus lindos ojos bronce en un árbol para luego girar su cabeza al atardecer que aparecía en el cielo anaranjado. Sin saberlo de mi garganta brota un suspiro soñador, uno que deja en evidencia lo que yo siento por él.
Daría cualquier cosa en el mundo porque que aquellos faros color bronce con motes en verde me miraran así sea la única vez, estar refugiada entre sus brazos mientras que lee mi libro favorito de su autoría, sentir su corazón contra el mío.
—¿Aurora? —. Isabela pasa una de sus manos por delante de mis ojos, sacándome de mi ensoñación con Kai.
—Disculpa, hermana. —. Me recompuse rápidamente aunque el sonrojo no abandonó mis mejillas y mi hermana mayor lo notó, por lo que giró su cabeza hasta atrás viendo a mi lindo Kai, bufó girándose a mi.
—¿Es enserio, Aurora? —. Entorné mis ojos, ya se por donde va todo.— ¿Kai otra vez?
—¿Qué sucede, Isabela? Solo miraba y apareció. —. Me excusé y ahora es ella quien entorna sus ojos.
—Ve a tomarle el pelo a otra, te conozco y se que aún te encanta ese tipejo.
Isabela odia a Kai por el simple hecho de ser un idiota, un hombre que piensa que por ser guapo tiene a todas a sus pies.
Incluyéndome.
—Isabela… —. Apenada sería poco como me siento ahora, mi hermana mayor no tiene pelos en la lengua al momento de hablar.
—Solo quiero saber que le ves. —. Muestra una expresión que refleja el asco que siente por Kai.— Es un viejo feo y asqueroso.
Entorné mis ojos ante su exageración.
Kai solo tenía 30 años recién cumplidos, era un hombre reservado, alejado pero que posee un gran atractivo que te hace caer en cuestión de segundos de rodillas ante él. Su complexión era de atleta, espalda ancha y hombros anchos, piel blanca con lunares en su clavícula, cuello y rostro, cabello sedoso castaño oscuro y unos hermosos orbes bronce con verde, el oro acompañando a la vegetación.
Era culto, no andaba con cualquier chica del pueblo y mucho menos era un viudo o divorciado, solamente que aún no conoce a quien será el amor de su vida y la compañera con la cual duerma.
Kai pertenece a una de las familias más influyentes del pueblo y del país, poseen riquezas y propiedades en otros países, y con solo su trabajo como escritor ha ganado millones de dólares y bastante reconocimiento en el mundo literario. Era un grande cuando de libros se trata, refleja todas sus emociones en historias fantásticas, últimamente sus libros hablan de desamor, tristeza y traición. En su vida y en su carrera como bets seller ha hecho un libro de romance.
Y todavía se pregunta Isabel que veo en Kai.
Era un hombre con mucho conocimiento en literatura, ha viajado por países grandes como Grecia y Roma, yo amaba la mitología griega al igual que Kai, comparto muchos de mis gustos con él y aunque nunca hemos cruzado palabras no pierdo mi esperanza de que ocurra. Isabela dice que sueño mucho y que terminaré decepcionada llorando en mi balcón, pero es que soñar no le hace daño a nadie, y soy consciente de que Kai no se fijaría en mi solo por ser más chica que él.
—Es simplemente imposible describir con palabras lo que siento y veo en Kai. —. Y suavemente de mi garganta brota un suspiro que me deja en evidencia lo mucho que amo a ese hombre.
—Aurora, ¿si te das cuenta que tiene 30 años verdad? —. Menciona Isabela escandalizada.
En el amor las edades no deben ser importantes, te enamoras de la persona no de su edad, su posición social o de sus riquezas.
—¿Y que tiene eso?
—Aurora, es mucha diferencia. —. Ya lo sabía y que Isabela lo confirme rompe mi corazón.
Mi tarde con Isabela llega a su final cuando el reloj marca las siete de la tarde y cuando nuestra madre le informa a mi hermana por medio de su teléfono que se encuentra en la entrada esperando por nosotras en el coche. De inmediato ambas abandonamos la sombra del árbol para ir al encuentro de regreso a nuestro hogar.
Saludé a mi madre con un beso en su mejilla desde los asientos de atrás, ella le va preguntando a mi hermana sobre que hicimos durante toda la tarde a lo que mi hermana le responde que solo leer y comer helado. Yo mientras tanto atrás buscaba mi libro pero no lo encontraba, veo en los asientos de adelante y tampoco, comienzo a hiperventilar.
¡Mi libro!
—¿Aurora, pasa algo? —. Mamá detiene el coche a un lado de la calle para verme con preocupación desde el espejo retrovisor.
—Olvidé mi libro en el parque. —. Lamía mis labios y jugaba con mis manos sudadas y frías, ese es mi libro favorito.
Mamá miró primero a Isabela, para luego bajar la cabeza y suspirar ruidosamente.
—Ve por el, te esperamos aquí solo no tardes.
—¡Gracias mamá! —. Y salgo del auto corriendo.
Entré nuevamente al parque y me apresuré a ir donde estuve con Isabela toda la tarde, me detuve en seco cuando diviso a una persona bajo la sombra del árbol sosteniendo entre sus manos mi ejemplar de Kai. Mi garganta se secó y mis piernas temblaron al ver de quién se trataba, mirando a todos lados voy acercándome nerviosa, él me pone nerviosa.
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Editado: 26.03.2024