April Winkler.
Martes 5:30 a.m.
El sonido de la alarma hizo que me removiera en la cama.
Levanté un poco la cabeza y busqué el sonido proveniente, al sentir el aparato que lo ocasionaba busqué el botón para silenciarla.
Me levanté un poco y me senté a la orilla de la cama y en ese corto minuto de silencio la puerta sonó. Alguién la estaba tocando.
—Señorita April, ¿ya estás despierta? —la voz de una de las empleadas que me ayudaba arreglarme cada mañana para ir al colegio atravesó la puerta—
—Sí, pasa —hablé un poco despacio.
La puerta se abrió y sus pasos se oyeron cada vez que se acercaba más.
Me levanté y guiándome por los pasos y mi memoria me acerqué al lugar dónde se encontraban las toallas, tomé una entre mis manos y me adentré al baño.
...
Mi cuerpo se tambaleaba un poco mientras que mantenía la cabeza en alto.
Una mano acarició mi cabello y otra acomodaba la corbata de mi uniforme.
Me sentía inútil al no poder hacer esto, protesté varias veces cuando mi madre contrato empleadas exclusivamente para que me cuidarán e hicieran casi todo por mí. Al menos pude evitar que contratara a alguién que fuera al colegio y tomara apuntes por mí; ese era al menos mi consuelo.
La mano que acomodaba mi corbata bajó de manera rápida y se posó en mis zapatos.
—Puedo hacerlo —hablé antes de que empezara atarlos—
—No se preocupe, solo los ataré y ya, podrás bajar a tomar tu desayuno —la muchacha habló, su voz no parecía de mucha edad—
—No. —detuve su movimiento una vez más— quiero intentarlo, hace mucho que no ato mis zapatos—
Mis palabras no tuvieron respuesta en el acto, pero supongo que entendió ya que se retiró y su voz dejo salir las siguientes palabras:
—Está bien. Hazlo, pero si vez que no puedes no dudes en decírmelo.
Solo asentí y me senté en el borde de la cama para tomar el cordón de los zapatos y empezar atarlos.
No era para nada difícil, solo que me sobreprotegían de más y sin darse cuenta hacían que me sintiera inútil.
...
Bajé las escaleras y guiándome por el bastón llegué al comedor, el olor del perfume de mi madre estaba impregno en todo este lugar. Era agradable.
—Luces radiante —la voz de mi madre bañó mis oídos—
—Luzco como todas las mañanas —le regalé una sonrisa—.
Desde que Emma volvió a Suiza la relación con mi madre volvió a ser la misma de antes; risas, charlas, abrazos y una que otra discusión.
Se menté en el lugar dónde siempre solía tomar mis alimentos, frente a mi madre.
El olor del delicioso desayuno inundó mis fosas nasales.
Layla había llegado con mi desayuno y olía bien.
—Buen provecho —mencionó mi madre y le regalé otra sonrisa—
Al terminar mi desayuno me levante y me acerque a mi madre para despedirme, la cual me regaló un abrazo y un beso.
—El joven Dante está aquí —giré en dirección a la empleada que acababa de entrar y mi rostro era de confusión—.
—¿Qué hacía Dante aquí? — era lo que me preguntaba.
Me alejé de mi madre y caminé en dirección a la salida, al estar a solo unos pasos de la puerta sentí el olor de su perfume. Estaba ahí, después de lo que pasó el día anterior no sabía que decir o que hacer, me acerqué a pasos lentos y al estar parada bajo el marco de la puerta oí la risa de este.
—No vas a saludarme —habló con una risita acompañada—
—Y-yo —musité y entonces fui interrumpida por sus labios que chocaron en mi mejilla, no esperaba algo como eso. Giré mi rostro confundido en su dirección—
—Vamos —agarró mi mano y me jaló en dirección a la salida de esta—
No mencionó nada al respecto del día anterior y lo agradecía, en este momento estaba con muchas dudad. —¿Sentía algo por Dante? ¿Por qué permití que él me besara? Aún más cuando el mencionó las palabras que me dejaron algo fría— solo en eso podía pensar.
No quería lastimar a nadie, ni a Adam y ni a Dante, es quién menos se lo merece, él ha estado a mi lado todo el tiempo.
No sabía que era lo que sucedía conmigo, necesitaba aclarar los sentimientos que estoy teniendo, necesito saber qué es lo que quiero y decidirme de una vez antes de que todo empiece a ir mal.
Sentí el casco ajustarse a mi cabeza y alcé la mirada, él sol estaba resplandeciente a tan temprana hora, pues el reflejo de una luz hacía que mis ojos percibieran algo brillante.
—Parece ser un día hermoso —musité—
—Lo es —habló en un tonó suave, era cálida esta pequeña conversación—
—¿Qué debería de hacer? — me cuestioné mientras con su ayuda me subí a la moto.
El día de ayer lo hice sin su ayuda y eso me hizo sentir bien, cuando lo abracé su espalda seguía siendo cálida y su cuerpo me hacía sentir segura.
Y sin darme cuenta ya estaba sintiendo algo en mi estómago, ¿era normal? No. No lo era.
Cerré los ojos y por un momento dejé de pensar tanto en todo esto que me iba a volver loca, solo volví y apoyé mi cabeza en su espalda mientras este conducía.
...
La moto frenó y entonces entendí, habíamos llegado.
Al bajarme de la moto busque mi bastón en el pequeño bolsillo de la mochila que estaba a la izquierda de esta y al no encontrarlo me altere.
—Carajo, lo había dejado en el comedor cuando em despedí de mi madre— fue lo que pude pensar dentro de mí.
—¿Traes tu bastón? —interrogó frente a mí—
Negué con la cabeza y dejé salir un gran suspiro de mis labios.
Una risa burlona salió de sus labios y me sentí ofendida, me acerqué a él y le di un pequeño golpe en su cuerpo.
—Torpe —susurró— ven, te llevaré —sujeto mi mano y empezó a caminar—
Bueno, no me podía quejar. Si rechazaba su ayuda me tomaría mucho tiempo en encontrar la entrada al instituto, conozco la entrada, no todo a su al rededor.