Your face (borrador)

Episodio 7

MJ y yo teníamos exactamente la misma expresión. ¿Que cómo lo sé? Pues ambas tenemos un par de oídos medio sanos y ambas estábamos junto a ese par.

Escuchar a Dauli y a su novio decir: “¿Quién es mi bebé? ¿Quién?" Y luego a ella respondiendo: “¡Yo! ¡Yo!" Ya era cosa de todos los días. Pero jamás voy a acostumbrarme. El “shi" y “ño" se quedaba corto al lado de esos dos.

- ¿Adónde vas? - pregunté horrorizada al ver a MJ caminando hacia la puerta.

- Al baño - respondió sin más dejándome ahí. Sola. Con ellos.

Salió del salón sin pedir permiso a nadie. Bueno, no había alguien a quien pedir permiso. Nuestra profesora de arte había salido a buscar cinta adhesiva, sospecho que nadie ha querido prestarle pues hacía ya veinte minutos de eso y aún no regresaba.

Los preparativos para Halloween siempre se hacían el primer día de dicho mes. Ósea, hoy.

Yo también estaba ayudando hasta hace poco, pero me quemé con el silicón caliente así que me senté un momento mientras pasaba el ardor.

Pasaron diez segundos, luego veinte, que rápidamente se convirtieron en treinta.

Sonidos de lenguatazos llegaron de pronto a mi canal auditivo, interrumpiendo mi perfecta distracción mental mientras fingía que ese par había desaparecido. Ni siquiera giré mi cabeza para confirmar, sabía lo que hacían.

Mi señal para irme.

Me levanté, siguiendo la misma ruta que había tomado MJ unos minutos atrás. No creo que la profesora se dé cuenta si me voy un momentito, no era la única estudiante fuera y ella ni siquiera estaba en el salón.

Al salir, fuí al tercer piso, uno de los mejores lugares en el colegio si quieres estar solo o simplemente relajarte. Esa zona normalmente estaba vacía y era oscura, la lámpara de ahí estaba dañada desde hacía años.

Al llegar, mi ilusión cayó en picada. Este lugar, <normalmente>, está vacío. Pero ya alguien me había ganado la idea. Un chico estaba acostado en el piso, boca arriba, usaba su mochila verde de almohada y su rostro estaba tapado con una chaqueta azúl demasiado conocida.

No me jodas.

Empecé a caminar lentamente hacia atrás, intentando no hacer el más mínimo sonido.

¿Por qué me pasan estas cosas?

De todas las personas...

- Alto ahí, Mogüel.

Mierda.

Me había descubierto.

Un momento. ¿Cómo sabe que soy yo? ¿Quizá solo esté adivinando? En ese caso.

Seguí caminando hacia atrás pero aún más lento. Si logro llegar al pie de las escaleras que dan al segundo piso podré escapar antes de que-

- Dije: Alto ahí - a una velocidad que mi cerebro no procesó, él se sentó en su cómoda cama improvisada y le había dado tiempo incluso de sujetarme la muñeca, rozando justo donde tenía la rojes de la quemadura. Apreté los dientes, reprimiendo un quejido - ¿Sabías que el sonido de tus piesesitos al caminar es muy distintivo? - su voz sonó algo ronca. Parece que de verdad estaba dormido.

- No. No sabía, pero gracias por decírmelo - lo tomaré en cuenta la próxima vez - En fin. Creí que no había nadie aquí y ya vi que sí así que... Adiós - di media vuelta, pero mi brazo derecho seguía prisionero - ¿Puedes soltarme de una vez? - mi voz salió casi como una súplica. La punta de sus dedos estaba sobre mi quemadura y ardía como el demonio.

Su mirada se dirigió a mi muñeca y a su propia mano alrededor de esta y, como si no se hubiese dado cuenta de que lo hacía hasta ese momento, me soltó en un instante.

- Tu y yo tenemos que hablar - exigió.

- ¿Cómo de qué tendríamos que hablar tú y yo? - repliqué cruzandome de brazos.

- De <nuestro> trabajo final. Ya sabes, ese que <tenemos> que hacer <juntos> - enfatizó en las palabras que más me irritaban de a posta.

Estuve evitando esto la semana entera. Eludiendo el tema una y otra vez. ¿Por qué tenía que mencionarlo él primero? Lo hace quedar como el responsable del grupo.

- Debemos empezar a hacerlo cuánto antes.

Ya lo sé.

- ¿Y bien? - alzó ambas cejas, esperando.

- ¿Bien qué?

- ¿Por qué no dices nada?

Porque no había nada que decir además de que tenía razón, debíamos empezar con el trabajo lo antes posible. Tenemos tres semanas de vacaciones y luego otras tres de escuela antes de que termine el año escolar. Suena como si fuese tiempo suficiente, pero aquel taller estaba extremadamente largo. No sólo eso, había que concentrarse al cien por ciento para hacerlo bien ya que era de matemáticas y física. Un punto donde no es y se hechaba a perder todo lo demás.

- Sí. Hay que ponernos de acuerdo - dije distraída. Por mucho que lo intentara, no lograba evocar una imagen en mi mente de Kristopher y yo trabajando juntos en la que él no acabara con una regla clavada en el ojo.

- Bien.

¿Sonó contento o fue parte de mi imaginación?

Estiró el brazo y de un jalón acabé sentada a un lado de él. Acto seguido, sacó un bolígrafo del bolsillo de su pantalón.

¿Qué pretende?

- Permíteme - no esperó a que le permitiera nada. Agarró mi mano (la sana) sin permiso y comenzó a escribir algo en la palma. ¿Pero qué está haciendo?

Me removi en mi lugar con sutileza. Me estaba haciendo cosquillas.

- Ya está.

- ¿Y esto? - pregunté viendo los dígitos garabateados con un pequeño dibujo de una flor a un lado - Pff.

- Es mi número.

- ¿Tu número?

¿Su número?

- ¿Y me lo das porque...?

- Dios. ¿Hay que explicarte todo con manzanas?

Y ahí estaba. Ya se estaba tardando en insultarme.

- Debemos mantener el contacto por lo del trabajo, tonta - dijo con obviedad. Fruncí el ceño molesta y me levanté.

- ¿Y por qué no me escribes tú a mí? - ataqué.

- ¿Porque no tengo tu número? - repuso usando, de nuevo, ese tono obvio.

- Pues búscalo en el grupo del salón, idiota - repliqué usando el mismo tono.

- No se me da la gana.

- A mi tampoco se me da la gana de escribirte.

- No puede ser... - respiró hondo - ¿Por qué tienes que complicarlo todo?



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En el texto hay: humor, romance drama, desamor dolor

Editado: 11.12.2024

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