El tiempo paso tanto rápido desde ese día.
Seis días en Irlanda han sido suficiente para conocer a la madre de Christian, pero lo que me más me dolía era ver como los ojos de Leah brillaban cada vez que mencionaba a su hija, era como si la estuviese esperando todo el tiempo. A veces cuando bajo ella estaba pegada en el vidrio de la puerta viendo hacia la calle en espera de que un auto azul se estacionara y su hija bajase de este y viniera hasta ella para envolverla en un abrazo.
Y como la romántica y sentimental que soy, llore en el baño casi una hora, me sentía muy mal al saber que ella aún tenía esperanzas de que su hija llegara para navidad, pero lo que más dolía, era ver como tenían que sentarla y con el dolor de su alma decirle que ella no iba a volver, jamás. Creo que yo no podría soportar esperar a alguien todo el tiempo, es como si pusiera una flor en una casa vacía a la espera de que alguien la regase para mantenerla vivía, o vivir con la expectativa de que alguien la va a regar, cuando en realidad está muriendo lentamente, lenta y dolorosamente.
Me seco las manos con la toalla de cocina, he dejado todo limpio después del desayuno, amo poder hacerme un desayuno caliente y crujiente, no como los de la cafetería que suelen estar fríos y guardados, adoro poder hacer el desayuno para los demás.
Avanzo despacio hacia la sala, pero me detengo en seco al escuchar la voz de Leah y Christian un poco distanciada.
-…Ha hecho las camas, el desayuno, y…oye es perfecta para ti.
-Para ti toda chica que este conmigo es perfecta, madre. – le responde Christian, y estoy segura que casi he escuchado una pequeña risilla.
-Pero si nunca me has presentado a ninguna novia. – me muerdo el labio. Estoy esperando que él diga lo que quiero escuchar.
-Yo no tengo novias, esas son etiquetas de mierdas de este siglo.
-Y sigues con las palabrotas. Cielo tu creciste con gracias y belleza escuchando cuentos y leyendo el principito. Mereces un amor de verdad, eres hermoso, de otra forma esa jovencita no hubiese venido hasta aquí.
-Debbie no está conmigo porque sea guapo, madre. Ella no es así, se fija más allá de algo físico. Solo mira toda las mierdas que he causado ella…- Decido salir de mi escondite para no hable de más. Me ha dicho que su madre no sabe la verdad, y no quiero que le rompa el corazón, aunque no lo quisiera hacer a posta, sé que él a veces puede ser impulsivo, es un ser humano y también comete errores.
-Listo – digo mientras sonríe y miro a ambos que se mueven incomodos – Bueno, es navidad. ¿Qué haremos? ¿Necesita que le ayude con algo, Leah?
-Quiero hablarte un segundo – interrumpe Christian. Lo miro y nos apartamos de su mamá, subimos las escaleras sin apuro alguno.
Los días que llevo a aquí me he acostumbrado a ver su espalda desde todos los ángulos, pues siempre estoy detrás de él, y las siestas por la tarde son calentitas, son las únicas pocas horas que dormimos juntos, mientras que por las noche el lado derecho de mi cama le echa mucho de menos, o tal vez soy yo quien lo echa de menos por las noches. Y eso es lo que mantiene despierta, el pensar de que empiezo a depender de él me asusta, no quiero que acostumbrarme porque sé que no terminara bien.
-Necesito que vayas con ella a hacer las compras, Ned no volverá hasta la cena, y yo tengo que ir a por algo, no te despegues de ella ni un segundo. ¿Puedo confiártela? – enrolla sus manos en mi cintura.
-Sabes que sí, prometo traerla sana y salva. – Palmeo su pecho - ¿Volverás a la cena?
-Si – rueda los ojos – Te veré por la tarde. – me besa lentamente por un corto tiempo – Adiós.
Suspiro y me giro de brazos cruzados hacia la puerta que él ha cruzado, sí que está introduciéndose en mí como una flecha en mi pecho. Solo espero no darlo por hecho.
-Bien, entonces somos usted y yo. ¿Lista para ir de compras?
Nos bajamos en el supermercado y la compra fue instantánea, yo la seguía con el carrito y ella repasaba la lista que había guardado en su cabeza en voz baja, así estuvimos por media hora mientras nos deteníamos a leer cualquier producto.
-Sabes, ansió que Margaret pueda conocerte esta noche, estoy muy emocionada. – me dice mientras desempaca el carrito y lo pone en la cinta de la caja, suspiro un poco.
-Leah. – La llamo y ella me mira un segundo – Leah, Margaret falleció, no está con nosotros, no vendrá hoy, lo siento. – su mirada se pierde en mis ojos unos cinco segundos, luego parpadea y continua desempacando - ¿Señora James? ¿Está bien?
-Sí, cariño, lo siento…
-No pasa nada.
Volvimos al auto y ella condujo en silencio hasta casa, todo fue tan diferente a antes de venir hasta aquí, creo que de alguna forma le rompió el corazón que le dijese aquello, pero esas habían sido las órdenes de Christian, y no quería que ella sufriese creyendo que Maggie seguía viva.
-¿Se siente bien? No quería lastimarla, pero Christian…
-Está bien, cariño, vamos a preparar la cena.
El pavo había sido llevado al horno, ahora estamos sentadas en la mesa a la espera de que Christian y Ned lleguen a casa.