Fénix nunca hablaba de donde venía o a donde iba, como llego a la coordinación ni cómo vivió mientras no estaba allí, ella era un misterio que recorría con gracia y armonía los valles y las montañas, solía hacer viajes de uno o dos días a los ríos y lagos, en algunas ocasiones la acompañaba Yukina pero aun así era muy seria y solo contaba cuentos hermosos.
Lo único que se sabía de su madre es que apareció flotando en el rio junto a la coordinación, Bruno fue quien la encontró y pensó que estaba muerta pero luego como un milagro todos la vieron abrir sus hermosos ojos y desde ese instante Nicolas se enamoró de ella. Mas sin embargo y con todo amor que el sentia por el ella nunca habría su corazón para desahogar la tristeza que irradeaba de los ojos de aquella mujer. Nicolas sabía que su amor por ella era correspondido, pero el entendía que ella era como una bóveda que jamás revelaría sus secretos, para Yukina era fácil verla ir y venir de un lugar a otro, la belleza su madre no tenía comparación; de ojos tan claros como el agua tranquila del manantial más hermoso reposaban en sus pupilas, de piel más blanca que la luna ni aun la piel de Yukina tenia comparación con la de su madre, la sonrisa más tierna que muchos se atrevían a compárala con la sonrisa de un ángel. Su voz era melodiosa como si de un pajarillo se tratara y una cabellera larga lacia que cubría toda su espalda de un color rojo que brillaba como el sol, labios rosas con la tersura de las flores y siempre era agradable estar cercas de ella ya que tarariaba canciones.
Su belleza en verdad no tenía comparación, y siempre estaba rodeada por un halo de misterio que hechizaba a Yukina la cual podía pasar horas y horas observando a su madre hacer cualquier menester de la casa, Fénix además de contar con tal hermosura era buena pintando, unos cuadros tan hermosos de escenas donde habia sirenas, duendes, hadas y miles de patrones de naturaleza que jamas Yukina habia visto, era hinoptizante ver a su amada madre hacer cualquiel cosa bailando, cocinando, remendando la ropa rasgada y decorando la pequeña cabañita donde vivía con Nicolas y Yukina.
Así que era bastante raro escuchar a Fénix hablar de esa manera, Yukina respondió aún más extrañada Bruno te la regalo?, Fénix sonrió y movió su cabeza negando esa respuesta, entonces llamo a la habitación a su esposo y comenzó una historia.
Había una vez:
En un lugar muy lejos de aquí cuando la alegría reinaba en el mundo, había dos tipos de seres que habitaban en este mundo aquellos que eran como tú y todos los que existimos ahora y otros unos seres tan hermosos como aquellos que te he contado en mis cuentos, las sirenas descansaban en las orillas de las playas, las habas y los duendes jugueteaban en los busques y hermosas criaturas surcaban los cielos con sus esplendidas alas, podías ver ángeles cuidar de las más pequeños, dragones contando todo aquello que lograban ver en sus largos viajes, animales con cuerpos de leones y majestuoso plumaje de águila que al batirlas creaban grandes remolinos de viento, el mundo era un lugar pacifico, era fácil vivir. Cuando un hombre caía en la gracia de alguno de estos seres, ellos concedían alguna habilidad, un conocimiento o un pequenio obsequio y para poder ser acreedor de aquellos dones de estas hermosas creaturas, tenías que demostrar la bondad que existía en tu corazón. Como la bondad reinaba en el mundo no era difícil ganar los dones que eran otorgados por estos seres. Pero aunque la felicidad reinara, en la oscuridad existían hombres que se llenaban de dolor e ira por no lograr ganar la gracia de tan nobles criaturas y también existian criaturas que eran egoístas que se molestaban porque pensaban que los hombres no eran dignos de tener habilidades o conocimientos tales como ellos, todos ellos de autoexiliaban en sus rencores, en su soledad y sus tristezas. Los seres eran libre y no obedecían a un rey o emperador como se hacía en nuestros tiempos, ellos cuando se sentían confundidos pedían ayuda a un viejo sabio elfo el cual todos conocían como Ícaro, un día llego un hombre de nombre Nahúm quien tenía el corazón más puro que el viejo sabio hubiese conocido, muy pronto cayo en gracia de Ícaro que concedió todo conocimiento y habilidad que Nahúm pidiese. Unas de las labores que realizaba Ícaro era tratar de enmendar el camino de los perdidos, aquellos por que tuviesen odio en su corazón tratar de que regresarlos al buen camino, Estas almas perdidas que se refugiaban de Delphos un lugar donde reinaba la oscuridad si ellos lo deseaban, claro en cada uno de sus viajes Nahúm lo acompañaba.