En lo más recóndito del abismo, lejos de toda luz cálida y esperanzadora. Aquel lugar donde ni los más valientes se atrevían a ir, el mismo infierno, donde se escuchaban los gritos desgarradores de todas aquellas almas que en vida pecaron. En una de las tantas habitaciones de tortura de aquel grotesco lugar se encontraba un calabozo de tortura, donde se escuchaba muy a menudo a un sujeto cruel, castigar y golpear con su látigo a aquellos que asesinaron en vida, los golpeaba tan despiadadamente que en ocasiones les arrancaba pedazos de piel con tan brutal fuerza con la que golpeaba a ese ser y si tenían un poco de suerte se desmayaban del dolor. Hoy había terminado de torturar a sus víctimas más pronto de lo usual así que se encontraba puliendo su gran espada, una espada muy filosa, la empuñadura era muy al estilo de un espada medieval, la cruceta tenía forma de calavera y le salían 2 picos curveados de cada lado, muy puntiagudos, de pronto, entró una bestia de piel áspera y gris muy parecido a los Trolls con los que se habían enfrentado el equipo Trinity hace tiempo, pero éste a diferencia parecía tener inteligencia además de portar un taparrabos y un collar echo de dientes de algún animal salvaje.
- Abaddon, su señoría requiere de su preferencia en éste momento.
- Dile que en un minuto voy — respondió aquel ser llamado Abaddon, de pronto, la luz de la luna lo iluminó, una luna artificial que había creado Lucifer para el 8° y 9° piso, dejando ver aquel sujeto, vestía una armadura medieval de color cobre, en sus hombros al igual que en su pecho se hallaban unas calaveras, portaba una capa negra como la noche, su piel caucásica y de cuerpo fornido, su pelo era blanco como la luna y bastante largo, sus ojos brillaban de un color azul turquesa pero no se veían sus córneas, era Abaddon el demonio de la destrucción, un arcángel caído, aquel que llevaría la destrucción total en el Apocalipsis. Acatando la orden, Abaddon bajo rápidamente por unas escaleras muy inclinadas que llevaban al mismísimo abismo, ingresó a una gran habitación completamente en fuego en medio del lugar se encontraba un pedestal echo con cráneos humanos y sentado ahí el rey de los demonios el cual se ocultaba en las sombras de la oscuridad.
- Su majestad Lucifer, es un gran honor volverlo a ver, si queréis que le informe sobre lo acontecido en la tierra no se preocupéis tengo todos los informes aquí mismo. Yo su gran mano derecha le comunicaré todo — respondió Abaddon mientras hacia una reverencia al Rey de los demonios, el cual sólo acento con la cabeza sin decir ni una sola palabra, entonces Abaddon prosiguió.
- Me infiltre a la dimensión terrenal con gran éxito a unos líderes híbridos y me a llegado su información y en efecto tal y como lo sospechábamos el nuevo guardián del universo a nacido y posee un gran poder y podría ser una gran amenaza para nuestros planes, deme su permiso mi Rey, y yo mismo lo destruiré — respondió Abaddon
- No — respondió Lucifer a secas.
- Pero… su señoría, si no lo detenemos ahora que no posee todo su poder será una gran amenaza, además usted sabe que el que posee esa esencia es un mortal, me asquea y me llena de irá — gritó Abaddon furioso.
- ¡Suficiente Abaddon! No debes interferir en el mundo de los mortales aún no es el momento, por ahora solo observaremos y ya veremos que hacer con ese sujeto, ahora fuera de mi vista y no hagas ninguna estupidez — gritó Lucifer con seriedad. Molesto Abaddon regreso a su calabozo de tortura furioso por la decisión de su amo.
- Que pasa Abaddon, parece que hoy no es tu día — respondió aquella bestia gris.
- Gringur amigo mío, el amo últimamente se a quedado de brazos cruzados y no a echo nada y no puedo seguir así — respondió Abaddon cada vez más molesto.
- Y qué piensas hacer, sin ayuda de un ser divino ni del amo Lucifer como viajarás a la dimensión terrenal, tu no posees tus poderes ya que el amo los a bloqueado — respondió Gringur con algo de curiosidad.
- Descuida Rey de los Trolls, ya tengo a mis seres divinos, además en el momento que entre al mundo de los humanos mis poderes regresarán y el sello del amo se romperá — respondió Abaddon con una sonrisa macabra, mientras Gringur solo se quedaba observándolo con incredulidad, sin saber que Abaddon estaba apunto de cambiar las cosas.
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Editado: 09.08.2023