Capítulo 1

Zafiro Ross colocó el cartel de «Cerrado» frente al taller donde trabajaba. A la gente le gustaba lo que ella hacía su negocio era a través de Internet. Se dedicaba a realizar diseño gráfico y para ella era lo más que amaba.

— ¿Tú crees que va a seguir nevando?. —preguntó Mara, su empleada, acercándose a la ventana.

— Espero que no.

Suspiró Zafiro, observando los copos que caían sobre el suelo helado. La nieve siempre le había dado una sensación de paz y, sin embargo… En ese momento, una ráfaga de viento lanzó la nieve contra el cristal con tal fuerza que Zafiro se apartó, sobresaltada. Como si el viento estuviera llevando un cambio de algún tipo al pequeño pueblo.
 

— ¿Has guardado el pedido?. —preguntó, intentando olvidar aquella premonición.

— Si ya están guardados. ¿Quieres que te acompañe a cerrar?

— No hace falta. Yo tengo cosas que hacer aquí vete y disfruta de la nieve. Ve a jugar con el trineo.

— Muy bien pero eso se lo dejo a mi hijo. Llámame si me necesitas.
 

La campanita de la puerta sonó al irse Mara y Zafiro se quedó allí un momento, temblando. No sabía si de frío o por aquella extraña aprensión que había provocado la tormenta de nieve... pero se alegraba de tener trabajo que la distrajese. Estaba terminando con unos diseños cuando otro golpe de viento hizo que se fuera la luz. Zafiro se quedó inmóvil. El único sonido era el murmullo de las campanitas movidas por el viento que entraba por debajo de la puerta.

Entonces dejó escapar un largo suspiro. Solo era un apagón. Seguramente, había problemas con el cableado de la luz, eso era lo que había pasado. Sonriendo por aquella tonta aprensión que la tenía tan nerviosa, abrió el cajón de su escritorio y sacó una caja de roja allí tenía unas velas para dar luz al lugar. Afortunadamente, la había visto en el cajón aquella misma tarde. Entonces encendió las dos velas aromáticas que tenía sobre el escritorio. Suspirando, aliviada, sonaron las campanitas de nuevo. Alguien había entrado en la tienda.

Zafiro se volvió y vio a un hombre muy alto, de pelo oscuro. Sus ojos también parecían oscuros, como la noche más oscura, aunque no podía estar segura porque había muy poca luz. Pero sí vio que tenía sombra de barba y parecía muy serio. No era del pueblo o lo habría visto antes. ¿Quién sería?.

— Lo siento, la tienda está cerrada. —dijo Zafiro, buscando con la mano la daga que tenía en el escritorio.

— No he venido a comprar. —contestó aquel hombre. Hablaba con acento extranjero,

— Estoy buscando a una persona…

Zafiro intentó pensar con rapidez.

— Ah, usted debe de ser el amigo de Sofía. Está en la trastienda, sacando las escopetas para la cacería.

Lo interrumpió, saliendo de detrás del escritorio.

— Voy a llamarla ahora mismo.

Podría salir por la parte de atrás. La comisaría estaba a un par de manzanas… Aquel hombre la intimidaba pero no dejaría que lo supiera.

— Estoy buscando a Zafiro Ross. —dijo el hombre entonces, ella lo miró, sorprendida porque aquel hombre sabía su nombre.

— ¿Por qué la busca?.

— ¿Es usted Zafiro Ross?.

Zafiro miró hacia la puerta.

— ¿Quién quiere saberlo?

— Pero es usted, Zafiro Ross. Es imposible que me haya equivocado.

— ¿Nos conocemos?

— No.

El hombre dio un paso hacia ella.

— Es usted de carácter fuerte como toda una reina.

El corazón de Zafiro empezó a latir, desbocado.

— No lo entiendo. ¿Por qué dice que soy toda una reina?.

— Porque lo eres.

Eso la dejó paralizada. ¿Quién era aquel hombre?

— ¿Quién es usted?

— Perdóneme. —se disculpó él, con una sonrisa.

— No me estoy explicando bien. Soy Zafar Nejem y estoy al servicio del consejo de ancianos de Kadar.

— ¿Kadar?

— Abra oído hablar del reino de Kadar.

— No…

— Soy el secretario del consejo de ancianos de Kadar y estoy buscando a... digamos que a un pariente lejano de la familia Al Bakir.

— Pues me temo que se ha equivocado. En este pueblo no tenemos familia real.

Zafar se quedo mirándola, sabía que había encontrado a la futura reina de Kadar.