Zehra, después de visitar a su amiga y cumplir con el encargo de su patrona, regresó a la mansión.
Tras dejar todo en la cocina, decidió aprovechar su tiempo libre para dar un paseo y conocer mejor los alrededores, sin alejarse demasiado del terreno.
El aire fresco del otoño acariciaba suavemente su rostro. Esta estación siempre había sido su favorita, pero también la más triste. Por un lado, le encantaba como los árboles se vestían de vivos colores por sus hojas, por el otro, no podía evitar la triste realidad de recordar que en esta época del año había perdido a su madre.
Se sentía reflejada en Hilda y por eso, se encontraba cómoda cuidándola. Sus vidas, aunque diferentes, compartían ciertas similitudes.
Ambas habían dejado de ver a sus madres a la misma edad, aunque en circunstancias muy distintas, pues su madre había partido de este mundo sin quererlo, pero descansando en paz, mientras que la madre de Hilda lo había hecho por elección propia y sabe dios donde se encontraba ahora. Ambas habían sido criadas por sus padres, un vínculo que las unía en silencio.
Aunque Zehra no estaba en buenos términos con su padre en la actualidad, reconocía que durante su infancia y parte de su adolescencia, él había cuidado de ella y estaba agradecida profundamente por ello, por lo tanto, cuando él quiso rehacer su vida, ella no le puso obstáculos, sabiendo que se lo merecía. Sin embargo, no todo salió como esperaba y el resto ya era historia.
Sumida en estos pensamientos, Zehra caminaba por el sendero que conducía al establo. Al acercarse, notó que la puerta estaba entreabierta y escuchó voces dentro, que parecían ser de un hombre y una mujer.
Intrigada, se acercó sigilosamente y se asomó por la pequeña rendija de la puerta, quedando impactada por lo que vio.
Era Yalisa, en compañía del esposo de Jenna y la complicidad entre ambos, dejaba claro de que eran amantes.
Bastante afectada por lo que había presenciado, Zehra salió disparada de aquel lugar, y a mitad del camino se encontró con su patrón. Al verla tan nerviosa, Amir le preguntó con preocupación:
— ¿Qué sucede, Zehra?
— No es nada, señor. — respondió con voz temblorosa que traicionaba sus palabras.
— ¿Estás segura? Te noto muy alterada, como si hubieras visto algo impactante.
— Bueno... es que vi una serpiente y le tengo un terror indescriptible a las serpientes.
— ¿Una serpiente? — Amir frunció el ceño, ya que no era común encontrar serpientes en ese lugar, aunque de vez en cuando podría ocurrir.
— Sí, pero no se preocupe, ya se fue. La vi merodeando cerca de la mansión, pero se alejó rápidamente.
— Está bien... — respondió Amir, aunque no muy convencido.
Zehra trató de salir apresuradamente de allí, pero en su prisa tropezó y estuvo a punto de caer al suelo. Amir, con reflejos rápidos, la sostuvo del brazo antes de que se lastimara y en el proceso, la atrajo hacia él.
Por unos segundos eternos, el joven quedó fascinado contemplando los ojos azules de la joven, los cuales parecían irradiar la pureza de su alma. Su corazón comenzó a latir con fuerza y al caer nuevamente en la realidad, la soltó.
Sumamente avergonzada, Zehra se apartó rápidamente de él y con la cabeza gacha le pidió disculpas:
— Lo... lo siento mucho. No sé qué me pasó, trastabilló por un momento. Le aseguro que fue sin querer, no volverá a ocurrir. — dijo nerviosa, temiendo que el señor Amir pensara mal de ella.
— Está bien. No te preocupes, solo... ten cuidado, no quiero que te lastimes. — expresó pensativo.
— Sí, gracias.
La joven se retiró apresuradamente del lugar y Amir, se quedó allí, observando cómo se marchaba.