Pronto a la mansión Hasad, llegaría un invitado especial.
– ¿Quién es la persona que viene a visitar a los señores? – preguntó Zehra a Zaida.
– Es el señor Ekrem, el primo del señor Amir.
– Oh, yo tenía un amigo llamado así también cuando iba a la secundaria hace unos cuantos años atrás – hizo una pausa y continuó hablando –: Pero dime, ¿viene todos los años o de vez en cuando?
– Es de vez en cuando, él no vive en este país, sino en un país de Europa, aunque no recuerdo cuál.
– Interesante – dijo Zehra sin prestar mucha atención a esto último, cortando las verduras.
Cuando Yalisa entró a la cocina, sintió un gran impulso de pegarle una buena bofetada, creo que nunca había sentido tanto remordimiento por alguien, pues le parecía muy injusto lo que estaba haciendo y sobre todo ver cómo le hablaba a Jenna sin sentir ningún arrepentimiento.
– Es que de verdad, ¿cómo puede existir gente tan caradura? ¡Qué rabia! ¡Y yo sin poder hacer mucho! ¡Ojalá Jenna los descubra!
Zehra tocó sus mejillas, estaban calientes, incluso se pudo imaginar que estaban coloradas.
Jenna que estaba a su lado le preguntó preocupada:
– Zehra, ¿estás bien?
– Sí, ¿por qué preguntas?
– Tus mejillas están coloradas, ¿tienes fiebre o algo? – Jenna tocó la frente de Zehra y estaba bastante caliente – Parece que sí, ¿por qué no vas a descansar?
Zehra se sentía bien, aunque debía admitir que tiempo atrás, se había sentido un poco decaída, tal vez el disgusto que se llevó de descubrir la verdad, aceleró un poco el proceso.
– Está bien, no te preocupes.
En ese momento, llegó a la cocina la señora Nuray. Las jóvenes la saludaron e igual que Jenna, notó que Zehra estaba un poco colorada. Se acercó a ella un poco preocupada y dijo:
– Zehra, ¿te sientes bien?
– Sí señora, creo que es sólo un resfrío nada más.
– Señora, Zehra está con un poco de fiebre, dije que fuera a descansar pero no quiere – comentó Jenna.
– Zehra, ve a descansar no vaya a ser cosa que tu estado empeore, así que ve.
– Pero luego de esto, debo ir con la señorita Hilda.
– Por ella no te preocupes, ve a descansar, Zaida acompaña a Zehra, yo llamaré al doctor para que la revise.
– Señora, no es necesario.
– Hazme caso querida, es mejor prevenir que curar.
Un rato después...
Al poco rato que Zehra fue enviada por su señora a descansar, vino el doctor Said.
– Bueno, creo que por unos días deberás descansar, no es nada grave lo que tienes pero es de cuidado, ya que estás haciendo fiebre – hizo una pausa y continuó hablando –: te dejaré estos medicamentos, pues te ayudarán a recuperarte.
– Gracias doctor.
En ese momento llegó a la habitación Hilda, que al enterarse de que su niñera estaba enferma decidió ir a visitarla.
Said con una sonrisa saludó a la niña, pues la conocía desde hace mucho tiempo igual que a su familia y era quien la había atendido por su problema de asma.
– ¿Cómo estás Hilda? – preguntó sonriendo el hombre.
– Bien, vine a ver a Zehra, pues mi abuela me dijo que estaba enferma.
– Me parece bien.
Acarició la cabeza de la niña rápidamente y caminó hasta Nuray para decirle lo que pasaba, pues era ella quien había traído a la niña a la habitación.
– ¿Qué tiene Said? – preguntó preocupada, cabe decir que lo bueno que tenía Nuray, era que se preocupaba por todas sus empleadas y por eso llegaban siempre a quererla; era una buena patrona.
– No te preocupes Nuray, Zehra solo se agarró un pequeño resfriado y puede que más adelante le ataque un poco de tos, pero nada que no se pueda solucionar con un poco de descanso y medicamentos, además de alimentarse bien. Las medicinas que le entregué son bastante fuertes y debe comer bien para que su estómago lo soporte.
– Por eso no te preocupes, gracias por venir.
– No hay de qué.
El doctor echó una última mirada a la joven Zehra que se encontraba animadamente hablando con Hilda y le comentó a Nuray en voz baja.
– Parece que a Hilda le agrada su nueva niñera.
– Así es, mi hijo y yo estamos muy contentos, gracias a Dios dimos con la buena. Zehra se preocupa mucho por Hilda, pasa todo el tiempo posible con ella y aún estando mal (como hoy), se preocupa por la niña.
– Y parece que Hilda también se preocupa por ella, eso es bueno.
Terminada esta charla, todo en voz baja para que las jóvenes no escucharán, el hombre se fue y Nuray se quedó ahí.
– Hilda, dejemos descansar a Zehra. Ya tendrás tiempo después de hablar con ella cuando se recuperé.