Zenfrex - El Poder De Mantenerte Con Vida

7. La furia de Handul

Estoy sentado en el suelo junto al cuerpo de Ashtaria, mis pensamientos vacíos y mi mirada distante, reprochándome por no haber sido capaz de protegerla. Me siento un inútil; mi cuerpo debería estar tirado ahí en vez del suyo.

Ha pasado una hora desde que usé el Zenfrex con Ashtaria... Ella aún no responde, su corazón sigue detenido y su cuerpo cada vez se pone más frío. ¿Qué hice mal? Parece que esto no ha funcionado.

Las explosiones se escuchan cada vez más cerca; parece que la guerra con los crooler sigue en pleno apogeo y lo más seguro es que la armada de Handul esté por la zona. No puedo salir a ayudar a mi hermano en estas condiciones. Me siento devastado y aturdido; si salgo a combatir, estaría asegurando mi muerte. Ahora mismo, solo soy un cobarde, deprimido y llorando sin poder hacer nada.

No, realmente me veo patético. No puedo dejar el cuerpo de Ashtaria aquí. Necesito llevarlo al palacio para que sea tratado y puesto en la cúpula de vidrio. La tomo en mis brazos, decidido a sacarla de aquí. Tengo que buscar a algún compañero de la fuerza élite y pedirle que lleve el cuerpo en el compartimiento de estabilización térmica de la nave, ya que los portales deben estar inoperativos

Justo cuando voy saliendo me interceptan más crooler, aparecen sin darme cuenta, ahora sí que estoy en problemas.

—¡Kiharu, ponte en defensa y al piso! —La voz de Kimku llega a través de mi brazalete de transmisión. Levanto la mirada y trato de buscarlo entre la oscuridad de la noche... Ahí está, su nave sobrevuela justo sobre mí.

Me pongo en modo defensa y cubro también el cuerpo de Ashtaria. Aunque esté muerta, quiero conservar su cuerpo en perfecto estado.

Tras la nave de Kimku, veo llegar más naves de la fuerza élite. Empiezan a disparar contra los crooler y, en unos segundos, logran acabar con todos.

—Ok, señores, ¡estos eran los últimos! —dice Yazu desde otra nave de la fuerza armada.

—Handul, la nave nodriza ha dejado de mandar más flotillas y está retrocediendo —dice Polh.

—¡Bien hecho, equipo! El enemigo se está rindiendo —escuchamos decir a Handul.

Puedo escuchar todas las transmisiones, la élite celebra y se elogia entre sí. Todos están felices, pero yo no. No puedo suprimir mi tristeza ni mis ganas de llorar. Aún en modo defensa, dejo de cubrir el cuerpo de Ashtaria y me levanto del suelo con su cuerpo en mis brazos.

—¡Kiharu, ¿Ashtaria está bien?! —pregunta Handul con tono trémulo desde mi brazalete de transmisión—. ¡¿Por qué carajos el brazalete de Ashtaria no funciona?! —grita, nervioso y asustado, sabiendo que los brazaletes de transmisión dejan de funcionar cuando el pulso cardiaco del portador se detiene.

Debería decirle que deje de intentarlo, que definitivamente no volverá a conectar transmisión con ella, pero no me salen las palabras.

—¡Kiharu, ¿qué le pasó a Ashtaria?! ¡¿Por qué no reacciona?!

Una lágrima recorre mi mejilla, un nudo me ahoga en la garganta mientras intento no sollozar.

—¡Responde, imbécil! —Handul se escucha muy asustado.

Handul sale por el portal de evacuación de la nave y corre hacia mí, presintiendo algo malo. Me arrebata a Ashtaria de los brazos y cae de rodillas al suelo con ella.

—¡Ashtaria no está respirando! —levanta la mirada y me mira, como si esperara que yo lo arreglara. Justo ahora, sus ojos reflejan una mezcla de agonía y tristeza.

Mis lágrimas y la dificultad para hablar le dejan todo claro. Handul desborda en llanto. La última vez que vi a mi hermano llorar así fue cuando su madre murió. Ahora, Handul acerca su rostro, posa su frente sobre la de Ashtaria y sigue llorando de forma desconsolada, dejando en evidencia lo mucho que ella le importaba. Ashtaria era como una hermana para él, alguien a quien cuidó desde pequeña.

—Hermano, ella murió protegiéndome.

Handul guarda silencio, deja el cuerpo de Ashtaria acostado sobre el suelo, se levanta y seca sus lágrimas. Lo veo venir hacia mí, y cuando estamos frente a frente, levanta su puño y me derriba con un derechazo.

—¡¿Cómo no pudiste protegerla?! ¡¿Qué clase de guerrero eres?! —grita, activando el modo ataque de su nanotraje.De su brazo emerge una gruesa extremidad metálica, que lanza contra mí y me levanta por el cuello. Tras Handul, las otras naves activan su sistema de evacuación cilíndrica.

—Ahora dime, ¿por qué tienes tus ojos de ese color? —me pregunta entre dientes y con odio.

—¿De qué estás hablando?

Handul parece detestar mi pregunta. Siento cómo su extremidad metálica coge impulso y luego me lanza con rudeza, haciéndome caer lejos de él. El golpe de la caída es fuerte.

Mientras intento recomponerme, entre el humo de los escombros, veo a Neefar aparecer a través de la luz del portal de evacuación de una de las naves de la fuerza armada. Ella grita a Handul para que se apiade de mí, pero él no le presta atención y continúa caminando hacia mí con un rostro enrojecido de furia. No me extraña ni me molesta que quiera seguir golpeándome; merezco toda su furia.

Handul se detiene frente a mí, y con un gesto decidido, presiona su pie derecho sobre mi pecho, aplastándome contra el suelo con una fuerza implacable. Sus ojos destellan con una mezcla de furia y determinación, como si estuviera dispuesto a hacer lo que sea necesario para desahogar su ira.

—¿Te atreves a jugar conmigo? ¿Crees que estoy de humor para tus idioteces? —gruñe, su voz llena de rabia contenida—. ¡¿Qué ha pasado con tus ojos?! Esto no es normal. ¿Acaso es un virus crooler?

La presión sobre mi pecho se vuelve casi insoportable, y luchando por respirar, apenas puedo articular una respuesta. Neefar interviene, suplicándole a Handul que me suelte, pero sus súplicas caen en oídos sordos.

El dolor se intensifica con cada segundo que pasa, y siento como si mis costillas estuvieran a punto de quebrarse bajo el peso de su pie. Neefar continúa gritándole, y los demás miembros de la élite se unen en coro, exigiendo que Handul detenga su brutalidad. Y es que nadie se atreve a confrontarlo, es despiadado y un duelo contra él puede terminar muy mal para cualquiera.




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