El amanecer en Mikadea es radiante y fresco. Me asomo por la ventana de mi recámara y contemplo cómo algunas naves de corto viaje empiezan a despegar rumbo a la nave nodriza, creando un espectáculo aéreo en el cielo despejado. La jornada promete ser intensa, así que me apresuro a alistarme para el viaje. Entro a la ducha y, mientras el agua acaricia mi cabeza, los recuerdos de Ashtaria invaden mi mente. ¿De verdad debo rendirme por ella? No, lo mejor es no insistir más. Ella ya está enamorada de Handul, y sería lo más justo para ambos...
Esta vez, voy a pensar en ti, Ashtaria, y a dejarte ir con el viento.
Un par de horas más tarde, me hallo en el bullicioso hangar de corto viaje. El primero en cruzarse en mi camino es Polh, quien se prepara para partir en una de las naves.
—¡Hey, Polh! Buenos días.
—Buenos días, Kiharu.
—¿Estás listo para el viaje?
—Sí, estoy ansioso por ver el suelo de Tiakam. No puedo esperar para descubrir las maravillas que podré construir allí.
Las personas siguen llegando a través del gran portal, y entre ellas distingo a Neefar y Klea avanzando con paso seguro.
—Mira, ahí vienen Neefar y Klea —le digo a Polh, señalando hacia ellas.
Polh suelta una risa pícara y responde:
—Viajar solo es aburrido. Voy a pedirle a Neefar que se venga conmigo en la nave. Tú podrías invitar a Klea.
Observo la mirada traviesa de Polh, fija en Neefar. Un malestar inexplicable se agita en mi interior. «¿Por qué esta propuesta me incomoda tanto?».
—¿Y si mejor yo me voy con Neefar y tú con Klea? —sugiero, intentando ocultar mi incomodidad.
Polh niega con la cabeza y sonríe.
—No, amigo, yo me voy con Neefar. Klea se lleva mejor contigo —dice, su risa resonando en mis oídos como una burla.
«Maldita sea, tiene razón. Klea no ha tenido la oportunidad de conocerlo bien».
—Podríamos ir los cuatro en una misma nave —propongo, buscando una solución que me resulte menos incómoda.
Polh me mira con seriedad y dice:
—Kiharu, quiero ir a solas con Neefar.
Su franqueza me desarma. Extrañamente, una molestia crece dentro de mí. Siempre supe que a Polh le gusta Neefar, pero ahora siento que no puedo soportar la idea.
—¿De verdad? —pregunto, esperando inútilmente una respuesta diferente.
—Sí.
—Bueno, tú ganas —le digo, forzando una sonrisa que no refleja mis verdaderos sentimientos. La verdad es que no estoy contento con esto, y no debería sentirme así. Neefar es libre de relacionarse a otros chicos.
Mientras veo a Polh acercarse a Neefar con una confianza que me irrita, trato de ahogar el creciente malestar en mi pecho. «Neefar puede tener otros amigos», me repito, intentando convencerme.
Ambas chicas se nos acercan.
—Buenos días, señores. ¿Ya van saliendo? —Neefar nos saluda con una amable sonrisa.
—Hola, buenos días, bellezas. Ya vamos saliendo —Polh es el que responde.
—Genial, ¿tienen espacio para nosotras? —Klea le pregunta.
—Sí... Neefar, ¿por qué no vienes conmigo?, Kiharu dice que se va con Klea.
—Ah, bueno…, si ya lo decidieron, vamos —Neefar lo dice viéndome fijamente.
—Nee, creo que mientras veníamos hacia acá, ellos lo estaban discutiendo —Klea se sonríe con suspicacia.
—Sí, creo que estás en lo cierto —Neefar se sonríe, y como es una hermosa sonrisa, lo primero que hago es ver la reacción de Polh. Él la contempla, embelesado.
—Vamos, Klea —la tomo del brazo y jalo para llevarla conmigo.
—O-Ok… Pero suave, con calma.
Nos dirigimos hacia una de las naves de corto viaje disponibles. Por suerte, esta vez no estaré piloteando una chatarra, y, por lo que veo, Neefar también ha conseguido una buena nave. Regreso mi atención hacia la nave que voy a pilotear e inmediatamente abro la capota que da acceso al control de mando. Ambos ponemos un pie sobre el borde del ala y nos impulsamos para caer en el interior de la nave. Luego nos acomodamos en nuestros asientos.
—¡Hora de irnos! —Klea se ve muy entusiasmada.
Enciendo el centro de control de la nave y activo los propulsores. Verifico que todo esté en orden. No, no todo está bien, al menos no conmigo. Desde aquí puedo ver cómo Polh y Neefar están sonriendo juntos, también a punto de despegar.
«Neefar, me molesta que puedas sonreír de esa forma frente a Polh. ¿Será que ahora que el viejo Polh está más joven lo ves más atractivo?», pienso con amargura.
—¿Estás listo, Kiharu? —pregunta Klea, sacándome de mis pensamientos.
—Sí, claro. Vamos allá —respondo, forzando una sonrisa mientras nos alejamos del hangar, dejando atrás a Polh y Neefar con sus sonrisas compartidas.
Mientras la nave se eleva, no puedo evitar que una sombra de celos se cuele en mi mente. «Neefar puede tener otros amigos», me repito, intentando convencerme a mí mismo. Pero la verdad es que verlos juntos, tan felices, me inquieta más de lo que quiero admitir. «Neefar puede tener otros amigos… Es más, ¡puede iniciar un romance con otro!».
Polh, ya en el aire, parte en su vuelo directo hacia la nave nodriza, y yo lo sigo de cerca. Acelera y comienza a alejarse, pero no tengo intención de quedarme atrás. Aumento la velocidad tanto que incluso logro rebasarlo en cuestión de segundos.
—¡Wow... a toda marcha, amigo! —exclama Klea emocionada, aparentemente disfrutando de la velocidad.
Parece que Polh se ha percatado de mi deseo de llegar primero para restregarle mi victoria en la cara, así que decide desafiarme. Me está superando, pero no me voy a rendir.
De repente, la transmisión de la nave se activa.
—¡Kiharu! ¿Qué crees que estás haciendo? ¡Polh, deja de jugar a las carreritas! —se escucha la voz enojada y asustada de Neefar.
—Nena, aquí el que empezó a retar fue mi amigo Kiharu, no voy a permitir que me gane —responde Polh, con un tono de diversión en su voz.
Continuamos surcando el cielo a velocidades vertiginosas, nuestras naves cortando el aire con una elegancia y potencia impresionantes. El viento silba a nuestro alrededor mientras nos acercamos cada vez más a la capa de ozono, ese límite invisible que separa nuestra atmósfera del vacío del espacio. La luz de la gigante roja se filtra a través de las ventanas de la nave, pintando el interior con tonos dorados y naranjas, mientras el paisaje se despliega ante nosotros, una mezcla de colores vivos y vastas extensiones de suelo y mar.