La transmisión se corta abruptamente mientras Neefar y yo corremos a toda velocidad por el interior del mirador de la nave espacial. La adrenalina recorre mis venas como una descarga eléctrica. El aire vibra con la tensión del momento.
Neefar activa el modo defensa de su nanotraje. Un destello de luz plateada ilumina la tenue oscuridad, revelando su figura esbelta y poderosa. Las partículas metálicas del traje brillan con intensidad, reflejando la luz de las estrellas que se asoman por las ventanas del mirador.
Siento un impulso irrefrenable de probar este nuevo nanotraje de partículas de oro. Mientras sigo corriendo, activo mi propio nanotraje y lo pongo en modo defensa. Las partículas doradas se adhieren a mi cuerpo, creando una armadura ligera y resistente. Una sensación de poder recorre mi cuerpo como un torrente de energía.
—Esta armadura es increíblemente ligera —exclamo, sintiendo la libertad de movimiento que me proporciona.
Neefar asiente con aprobación.
—Te ves espectacular, Kiharu —dice con una sonrisa radiante.
Los hangares de la nave nodriza se extienden ante nosotros como un mar de metal. Miles de naves mikadeanas descansan en sus bahías, preparadas para surcar los cielos. Desde aquí, observamos cómo algunos pilotos de la fuerza armada emprenden el vuelo, cruzando la escotilla que conduce hacia la vastedad de la galaxia.
—Estoy ansioso por descubrir las novedades que Brawn ha instalado en estas naves, —digo, con la emoción del momento vibrando en mi voz.
Neefar asiente con entusiasmo. —¡Cierto!
Nuestras naves levitan en el aire, esperando ser comandadas. Activamos las zonas de abducción y nos posicionamos bajo los tubos de luz cilíndricos que sirven de acceso. Una vez dentro, nos acomodamos en los asientos, activamos los controles y emprendemos el vuelo hacia el viaducto que conduce a la zona de evacuación del hangar.
Atravesamos la escotilla y, en cuestión de segundos, nos encontramos surcando la infinita galaxia. Aumentamos la velocidad de las naves con el objetivo de reunirnos lo antes posible con la formación Mikadeana. La atención se vuelve crucial, ya que debemos estar alerta para evitar cualquier colisión con los cuerpos celestes que pueblan el espacio.
Las dudas me asaltan mientras observo la nave de Neefar. ¿Cómo estará después del accidente aéreo de ayer? La veo distraída, y no puedo evitar preguntarme si el trauma aún la afecta. Decido activar el sistema de transmisión de la nave para asegurarme de que se siente segura.
—Neefar, estemos juntos y cuidémonos el uno al otro.
—¡Kiharu! ¿Eso fue una declaración de amor? — pregunta en tono jocoso, intentando ocultar su nerviosismo en su voz.
Me ruborizo ligeramente.
—Sonó raro…, ¿verdad?
—Rarísimo. —La escucho reír.
Neefar acelera un poco más. Un indicio de su impaciencia por llegar al campo de batalla y destruir las naves crooler. Puedo presentir su ira, un reflejo del dolor que todos los mikadeanos compartimos tras el devastador ataque de hace una órbita. El peor ataque en la historia de nuestro planeta, una herida que nos une en un mismo sentimiento de odio hacia los crooler.
—Ya estamos cerca de la fuerza armada —anuncia Neefar con voz firme.
En la pantalla del sistema de transmisión de la nave, aparece la lista de contactos. Desde el centro de control, activamos los sensores, permitiéndonos escuchar las voces de cada miembro de la flotilla, entre ellos Ashtaria y Handul.
—Perfecto, la élite está completa y en formación. Neefar y Kiharu han llegado —informa Ashtaria.
—Muy bien, con todos reunidos, es hora de ir por ellos —responde Handul con determinación—. Aumentaremos la velocidad un quinientos por ciento y nos detendremos en cinco minutos. ¡En formación de ataque! Tres..., dos..., uno... —La orden de Handul desencadena el avance conjunto de la flota mikadeana. Un rugido mecánico llena el espacio mientras las naves se precipitan hacia su objetivo.
«Esta vez los Crooler no van a arruinarme el día. Me encargaré que nadie a mi alrededor sea una de sus víctimas».
Un dolor punzante recorre mi pecho cada vez que recuerdo la última invasión de los croolers. La imagen de Ashtaria siendo asesinada por un crooler aún está fresca en mi mente, este recuerdo me quema por dentro y me provoca querer arrancarles la cabeza con mis propias fuerzas.
—Hoy les llegó su hora a esos malnacidos —declara Ashtaria a través de la transmisión de la nave, su voz cargada de furia y determinación. Puedo sentir la ira que la consume, una ira que me preocupa. Debo vigilarla de cerca, pues entrar en batalla con un deseo tan ciego de venganza puede ser fatal.
—Al llegar al punto de encuentro, estaremos a solo cinco kilómetros de la Nave Nodriza Crooler —informa Handul, asumiendo su rol de líder de la armada, con voz firme y serena—. Prepárense para un posible ataque sorpresa. No sabemos si nos esperan.
La orden de Handul resuena en los sistemas de transmisión de todas las naves mikadeanas, marcando el inicio de la aproximación final hacia la batalla. La tensión se palpa en el aire, mezclada con una sed de justicia que nos impulsa hacia el objetivo.
Somos un enjambre imparable aproximándonos a la flotilla Crooler. En pocos minutos, llegamos al punto indicado, encontrándonos frente a frente con la colosal y repugnante Nave Nodriza Crooler.
—Esa nave apesta —comenta Klea con un tono de repulsión.
—Estoy de acuerdo, compañera —responde Kimku.
La presencia de la flotilla mikadeana no ha pasado desapercibida. Una flotilla de naves crooler se reúne frente a nosotros, superándonos en número. Sin embargo, la moral de los mikadeanos se mantiene firme.
—No teman —declara Handul con una voz firme y autoritaria—. Que sean más no significa que sean mejores. Somos más inteligentes y estamos mejor entrenados. ¡La victoria será nuestra!
De pronto, algo nuevo llama mi atención. Dos botones desconocidos han aparecido en el centro de control de la nave. Me dirijo a Brawn para que nos explique su función: