La depresión de Neefar es un veneno que transita por mis venas, destruyéndome por dentro y consumiendo mi alma. La veo llena de golpes y me vienen a la mente recuerdos de aquel momento en que le prometí que estaríamos juntos para cuidarnos el uno al otro. Finalmente, he vuelto a fallar, y ahora tiene una enorme cortada en el rostro.
—¿Ashtaria es suertuda de qué? —le pregunto, tratando de ocultar mi rostro sonrojado.
—Recuerdo a la Ashtaria que tenía un enorme hueco en su pecho y ahora está como si nada. Cuando la revisé en el centro médico, no tenía ni una sola cicatriz.
—Tienes razón. Creo que no fue pura suerte; fue el Zenfrex que le di. No solo la trajo de vuelta a la vida, también sanó su cuerpo... ¿Quieres intentarlo? —digo, midiendo sus reacciones.
—Yo no estoy muerta... Si consumo esa cosa, ¿qué podría pasarme? —pregunta, con una mezcla de curiosidad y temor.
—Por lo que me dijo Zen, si algún ser con vida consume Zenfrex, podría aumentar su nivel evolutivo.
—Evolucionar mi mente... Mira, no suena mal —Neefar reflexiona, su tono ahora más pensativo.
—¿En serio quieres arriesgarte? Ni yo sé qué podría pasarte... ¿Y si cambias físicamente?
—Me ofrezco para averiguarlo —responde decidida, su mirada fija en la mía.
Siento miedo... ¿Si uso el Zenfrex con ella, en qué tipo de ser podría convertirse? Ella se ve muy decidida; definitivamente desea deshacerse de esa cicatriz, y sin importar el costo. Si no lo hago, de seguro va a empezar a odiarme; y no quiero volver a pasar por eso...
—Ok, hagámoslo —digo, sintiéndome un poco inseguro.
Saco de mi compresor de partículas el primer Zenfrex que me gané hoy y lo presiono suavemente sobre el abdomen de Neefar.
—¿Sientes algo raro? —le pregunto, observando atentamente cualquier señal en su expresión.
—No, todo normal —responde, encogiéndose de hombros.
—Listo... Solo queda esperar unos treinta días para ver los resultados —digo, tratando de sonar optimista.
—Genial, espero que esto funcione. Si me convierto en un monstruo peligroso, no dudes en matarme —bromea, riendo suavemente.
—Tendré que pensar seriamente en esa probabilidad. Imagínate..., si resultas ser una sensual y atractiva villana, no creo que quiera matarte —respondo con una sonrisa cómplice, uniéndome a su jocosidad. Su rostro se sonroja visiblemente.
—No me digas que te gustan las mujeres sádicas... Que yo sepa, Ashtaria no es así —dice, levantando una ceja inquisitiva.
—¿No? Solo mírala cómo está coqueteando con Handul: eso es ser cruel —replico, mirando hacia donde están.
—No es ser cruel, Handul es su pareja, pueden hacer eso y más... Además, ellos solo están hablando —me corrige, mirándolos también.
Me quedo observándolos a la distancia, dejando escapar un leve suspiro.
—Tienes razón, el problema soy yo que terminé enamorándome de la mujer incorrecta —admito, cabizbajo.
Neefar toma un breve momento antes de hacerme la pregunta:
—¿Y p-para ti cómo... cómo sería la mujer c-correcta? —balbucea, su voz temblorosa y sus ojos llenos de curiosidad.
Miro a Neefar, y de repente, empiezo a notar todas las cualidades de mi mujer perfecta en ella: su serenidad, su inteligencia, su compasión y esa forma en que siempre me apoya, incluso en mis momentos más difíciles. Su sonrisa tierna y esos ojos que declaran jamás hacerme daño... Pero ella no es Ashtaria; no es quien pone mi mundo patas arriba ni quien me reta a buscar la estabilidad de mis sentimientos. Sin embargo, no puedo negar que Neefar es bellísima, capaz de hacerme sudar las manos y dificultarme la respuesta. Mi corazón late con fuerza y me cuesta encontrar las palabras adecuadas. Justo en ese momento, escuchamos a Handul dar la orden de retirada.
—¡Todos a sus naves! La nave crooler se ha acercado lo suficiente a Vezto. ¡Tenemos que desalojarla ya!
Neefar y yo intercambiamos una mirada rápida, sabiendo que nuestras prioridades han cambiado instantáneamente. La gravedad de la situación nos arrastra de vuelta a la realidad, y sin más demora, debemos regresar a nuestras respectivas naves.
—Ven, te ayudo —me levanto y le ofrezco mi mano para ayudarla a levantarse.
—Eeh... No, podrías convertirme en una anciana.
—¡Ups, tienes razón! —exclamo al recordar que no llevo guantes puestos.
—Neefar, yo te ayudo —es Klea quien aparece para asistirla. Con delicadeza, levanta a su amiga del suelo y antes de darme la espalda, me sonríe con cierta suspicacia y picardía... No comprendo el significado de aquella sonrisa.
Hemos dejado el centro de control y ahora avanzamos a toda prisa por los estrechos pasillos de la nave. De repente, nos topamos con un grupo de croolers. Sin nanotrajes activados, nos vemos obligados a enfrentarlos cuerpo a cuerpo. No es una tarea difícil; los croolers se muestran visiblemente aterrados al vernos y con unos cuantos golpes logramos aturdirlos lo suficiente como para seguir nuestro camino sin mayores contratiempos.
Finalmente, llegamos al hangar donde tenemos estacionadas nuestras naves. Cada uno de nosotros se apresura a entrar en la cabina del piloto, preparándonos para la próxima fase de la misión. El estrés y la urgencia en el ambiente son tangibles mientras ajustamos los controles de nuestros brazaletes y nos preparamos para despegar.
—¿Chicos, y yo cómo me voy? —pregunta Klea, recordándonos que llegó aquí en el compartimiento de la nave de Ashtaria.
—Klea, regresas conmigo —responde Ashtaria sin dudarlo.
—Gracias, Ashtaria. Ehmm... aún no te he agradecido por rescatarme en medio del espacio.
—Ya me lo agradeciste, ¿o es que lo olvidaste? Si no fuera por ti, me hubiera caído al precipicio; estaba sin fuerzas y a punto de caer.
—Bueno, estamos a mano —dice Klea con una sonrisa llena de gratitud.
—Así es —le contesta Ashtaria, también sonriéndole. Parece que, por fin, estas dos van a empezar a llevarse bien.