Narrado desde la Perspectiva de Neefar.
Lo veo alejarse de mí como espora arrastrada por el viento, y junto a él se va parte importante de mi existencia.
Vezto exigió que al menos alguien se quedara con él, y ahora este planeta me ha arrebatado lo único que he amado hasta empalagar mi alma. Él siempre me prometió protegerme, y aún en sus últimos alientos cumplió su palabra.
Extiendo mis manos como si con ese gesto pudiera atraerlo hacia mí, como si realmente creyera que va a suceder. Y es que realmente anhelo que así sea, porque si no, ¿de qué otra manera podría ser? Todavía no acepto la idea de perderlo, y por eso, lo único que se me ocurre es tratar de alcanzarlo con mis manos.
«Kiharu, te necesito conmigo, por favor... Estira tu mano que yo estoy esperando para sostener la tuya».
Mientras la implacable atracción gravitatoria de Vezto se apodera de Kiharu, siento que mi mundo se fragmenta en un millón de pedazos irregulares. Cada momento agonizante se extiende hasta convertirse en una eternidad, una cruel sinfonía de metales desgarrados y gritos sofocados en la transmisión. Mi corazón resuena con un vacío hueco, un vacío tan vasto y desolado como el propio cosmos.
Estos momentos se sienten como finales, como un torbellino con despedidas agonizantes, promesas susurradas y perdidas en medio del rugido ensordecedor de la atracción gravitatoria de Vezto. Cuando la nave de Kiharu empieza a desaparecer de mi vista, me golpea una escalofriante realidad: íbamos a protegernos el uno al otro.
—¡KIHARU!
De pronto, un silencio repentino se apodera del espacio, congelando a todos en su lugar. Lo que hace solo unos instantes era una lluvia de escombros ahora se ha convertido en una quietud antinatural. Las naves, lanzadas por la explosión del disparo de Kiharu, se congelan en el aire, como si una fuerza invisible las hubiera detenido en seco. La galaxia entera parece haber sido puesta en pausa, sus estrellas y planetas detenidos en un instante.
El pánico se apodera de mí. Esto no puede estar sucediendo. No hay explicación científica para lo que estoy presenciando. La lógica, la física, todo lo que he aprendido se desmorona ante esta realidad imposible.
Intento contactar al resto del equipo, mi voz resonando en el sistema de transmisión.
—¿Alguien tiene idea de lo que está pasando? ¡¿Por qué nos detenemos así de repente?! —pregunto con urgencia, pero mis palabras son devueltas por el silencio. Nadie responde. Las naves están inquietantemente silenciosas.
La desesperación comienza a carcomerme. ¿Qué está sucediendo? ¿Es esto una ilusión, una pesadilla de la que no puedo despertar? ¿O es algo más siniestro, una fuerza inteligente que nos ha sometido a su voluntad? No tengo respuestas, solo un creciente terror que amenaza con consumirme.
—¡Alguien, por favor, responda! —grito, mi voz ahogada por la creciente sensación de aislamiento y desesperación.
Mi atención se desvía hacia el fondo, donde una tenue luminosidad comienza a emerger de la oscuridad. La luz se intensifica gradualmente, revelando la silueta de una figura femenina que se aproxima desplazándose en el espacio exterior.
—¡Oh, mierda! ¡¿Qué...Qué es eso?!
Un escalofrío recorre mi espina dorsal. Un instinto primitivo de supervivencia me invade. De inmediato, me lanzo a los controles de la nave, acelerando con la fuerza de la desesperación. Pero para mi horror, la nave no responde. Lo que hace solo un minuto era una máquina poderosa y obediente, ahora parece un pedazo de metal inerte. La impotencia se apodera de mí, mientras la figura luminosa se acerca cada vez más, su presencia irradiando un poder inigualable.
—Neefar, no temas. No pretendo hacerte daño alguno —alguien está hablándome telepáticamente.
Empiezo a jadear, asustada por la repentina aparición de la voz. Es como si me hubiese escuchado a mí misma, tiene mi tono de voz.
—¡¿Qué está pasando?!
— Estoy aquí porque tus emociones son demasiado fuertes como para ser ignoradas, y especialmente porque tu capacidad mental y espiritual son lo suficientemente altas como para percibirme. Eres el ser más inteligente de tu especie.
—¿Quién eres? —mi miedo se transforma lentamente en curiosidad.
— Mi nombre es Ran —responde, mientras se viene acercando más hacia mí—. Soy una singularidad de la existencia, la singularidad de la materia oscura que compone todo este universo.
Mis ojos se agrandan con incredulidad.
—¡Espera!… ¿Eres igual que Zen?
— Sí. Supongo que Kiharu te habló de él. Como Zen, yo solo soy una parte que proviene del creador de la existencia. Y no somos los únicos. En total, hay cinco singularidades. Tres de nosotros ya hemos encontrado un portador, tú serías la cuarta.
—¿Hay más como ustedes? Esto es increíble...
— Sí, Neefar. Cuando encontremos al último portador, volveré a ti y te explicaré la razón detrás de todo esto. Por ahora, te dotaré del poder de la singularidad de la materia oscura. El universo está lleno de esta materia. Justo delante de tus ojos, hay partículas de esta materia. Está en todas partes del mundo. Es el lienzo del universo.
— Sí, ya sé qué es la materia oscura.
— Sí, y también sé que ya eres consciente de sus propiedades gravitatorias.
—Y por eso esto ya me está resultando aterrador…
— A partir de ahora, tendrás un control estricto sobre tus manos. Cualquier objeto que sea tocado por tus manos se verá afectado por la gravedad, especialmente con tu mano derecha. Con ella, puedes aumentar la gravedad de cualquier objeto o ser vivo simplemente tocándolo. Y usando tu mano izquierda, puedes disminuirla hasta que vuelva a su estado normal. Nunca podrás anular por completo la gravedad.
—Ese un poder muy peligroso...
— Aprende a usar este poder lo antes posible, o empezarás a temerle. Para proteger tu entorno, te daré unos guantes de materia bariónica, esto contrarrestará tu poder mientras los uses. Sé que he dejado este poder en manos de alguien responsable. Confío en ti, Neefar.