—¿Kiharu? —dice Neefar, levantando la vista de una mesa repleta de tabletas electrónicas. Su rostro refleja una mezcla de sorpresa y desconcierto. No es bien visto que un hombre irrumpa sin invitación en la habitación de una mujer.
Pudo haber sido la habitación de Polh, de Brawn, la de Handul o la de Yazu, incluso la de Klea, pero ¿por qué tuvo que ser la de ella? Esto podría terminar muy mal.
Me están temblando las piernas. No sé si correr hacia Neefar para abrazarla o salir disparado de la habitación. Pero no puedo simplemente huir, necesito disculparme primero.
—Di-Disculpa que entre a tu habitación sin permiso, es que me encontré a Ashtaria en el pasillo y realmente no quiero hablar con ella —me excuso, sintiéndome muy nervioso, titubeando.
—¿Se pelearon? —me pregunta, desviando la mirada hacia la tableta que tiene frente a ella—. Pero si recuerdo haberlos visto juntos aquella vez en el jacuzzi —agrega en un tono serio, frio.
—Sí, nuestra relación fue algo complicada.
Neefar levanta la mirada y se me queda mirando con suma curiosidad, sus ojos buscando respuestas en los míos. En este momento, su curiosidad parece una invitación a abrirme, a dejar salir todo lo que he estado reprimiendo, pero no estoy seguro si es lo correcto.
—¿Quieres quedarte un rato? Así me ayudas a entender estas tabletas... Además, creo que tenemos un asunto del que hablar —termina diciendo en un hilo de voz.
—¿Un a-asunto?
Neefar baja la mirada con una expresión de depresión.
—¿Por qué nos estamos distanciando, Kiharu?... ¿Qué nos está pasando?
Se ha sonrojado. Maldición..., es tan linda.
—No sé si te has dado cuenta, Neefar, pero desde que tenemos este poder, puedo sentir tu presencia, y mientras más cerca te tengo, más intensa siento esa presencia en mi cabeza.
—Sí, me pasa igual, pero..., ¿crees que no podamos lidiar con esto?
—Creo que sí...
—¿Te sientes mal cuando me tienes cerca? Por ejemplo..., ¿dolores de cabeza?
—No, ¿y tú?
—No... ¿Problemas psicológicos cuando estamos cerca? —Ella continúa evaluándome como si se tratara de una consulta médica.
—Tal vez —no puedo evitar sonreír—, ¿y tú?
—Tal vez.
Neefar me sonríe y mi mundo se transforma con hermosos tonos rosa y lila. Ella me tiene jodido, sí, no de las formas que acaba de preguntar, sino del alma.
—Entonces... ¿podemos regresar a ser los mismos de antes?
Imposible para mí, pero igual le asiento con esa misma sonrisa pendeja que mencionó Klea hace días.
Me he sentado en la misma mesa, y hemos empezado a estudiar unos manuales que le entregó Brawn sobre el funcionamiento de las nuevas máquinas genéticas. Levanta la mirada buscando mis ojos, parece tener problemas para concentrarse. Yo definitivamente estoy desenfocado desde que empezó a morder la punta de su marcador digital... Esos labios tan rojos y tan perfectos me tienen muy mal. ntento desviar la mirada hacia la decoración de la habitación para recuperarme. El orden aquí es impecable, todo está perfectamente organizado.
—Parece que prefieres ordenar por color en lugar de por tamaño —comento al notar que las tazas, las tabletas del estante y los cojines de la cama están dispuestos en un gradiente de tonalidades, desde el más claro hasta el más oscuro.
—Sí —responde ella con una sonrisa tímida—, siempre he preferido ordenar por color.
De repente, he empezado a desearla. Veo su cama en el fondo de la habitación y por mi mente pasan imágenes eróticas de Neefar. La imagino desnuda entre sábanas blancas, llamándome con una voz suave, llena de sensualidad, y con esa mirada que parece robada de un ser celestial. No, por favor… Todo esto empieza a desquiciarme. No debería tener estos pensamientos. Tengo que salir de aquí o podría hacer una locura…, es más, creo que justo ahora estoy erecto.
El ambiente se siente cargado, cada segundo que paso aquí, más difícil se vuelve controlarme. Su fragancia, sus movimientos, todo en ella me atrae de una manera que no puedo explicar. Neefar es la tentación más dulce y peligrosa que jamás haya conocido. Debería decir algo, romper el silencio, pero mis palabras se quedan atrapadas en mi garganta, ahogadas por el deseo y el temor.
—Kiharu, estás sudando... ¿te sientes bien?
—C-Creo que no... Lo mejor es que regrese a mi habitación.
—¿Estás loco? ¿Acaso no recuerdas que soy la líder del área médica? Déjame examinarte, tengo todo aquí para atenderte.
—No, tranquila.
—Kiharu, ve y espérame acostado en la cama —su tono es serio, lo que aumenta mis sudoraciones.
Decido levantarme de la silla y salir corriendo de la habitación mientras la escucho gritar mi nombre en tono enfadado.
Corro por el pasillo, con el corazón acelerado, hasta llegar a la puerta de mi habitación. En mi prisa, entro rápidamente y cierro la puerta detrás de mí, respirando agitadamente. Sin embargo, apenas unos momentos después, escucho los pasos apresurados de Neefar acercándose desde el otro lado de la puerta. Ella intenta abrir la puerta con determinación, y comienza un forcejeo intenso mientras ambos luchamos por controlar la manija. En medio de la tensión, la manija cede con un crujido y la puerta se abre de golpe, dejándonos a ambos peligrosamente cerca uno del otro.
—Me alegra que te animaras a abrir —dice con sarcasmo.
El impulso de aprisionarla entre mis brazos me hace retroceder rápidamente. Camino hacia la enorme ventana que ofrece una vista del paisaje galáctico.
Neefar cruza el umbral de mi habitación con paso decidido y cierra la puerta tras de sí. Su presencia se acerca, cautivadora y firme. Me doy cuenta de que ya no puedo seguir huyendo de esta situación.
—Dime, ¿puedes al menos darme una razón mínima para querer alejarte de mí?
Neefar se detiene frente a mí, su respiración tan agitada como la mía.
—Tal vez sea la misma razón que tú tuviste para distanciarte de mí todos estos días.