Este planeta es increíble. Su diversidad es tan abrumadora que hasta me llena de un profundo miedo; temo que nunca tendré suficiente tiempo para conocerlo a fondo. Cada rincón parece esconder un peligro nuevo, y la idea de que mi raza pueda enfrentarse a amenazas desconocidas me aterra. Siento que este lugar siempre nos tendrá al borde del descubrimiento y del riesgo. Además, el temor de no poder cumplir completamente con mi deber de explorar y descubrir todos los peligros que Tiakam esconde me pesa enormemente. La responsabilidad de proteger a mi gente se siente más apremiante y desafiante que nunca.
—Podría jurar que este tiakamita aún tiene un nivel evolutivo bajo, casi llegando al nivel medio —dice Brawn desde el sistema de transmisión de la nave.
—Kimku y Brawn, vayan a sobrevolar el planeta en busca de otras civilizaciones. El resto nos quedamos aquí, conociendo a este ser —les ordena Handul.
—Entendido —responden, y ambos se van en sus naves, desapareciendo de nuestra vista en un parpadeo.
—Bien, es hora de bajar y conocer al tiakamita —dice Handul.
Mientras las naves siguen flotando en el aire, nos preparamos para pisar por primera vez el suelo de Tiakam. Colocamos las reservas de oxígeno en nuestras espaldas y las conectamos a los cascos que acabamos de crear con nanopartículas. Para proteger nuestros ojos, usamos unas gafas oscuras que también se integran con el casco.
—¡Vamos!, estoy muy ansioso —digo, transformando poco a poco mi miedo en pura curiosidad. Quiero conocer más de estos seres y saber si hay más de ellos cerca—. ¿Será que intentarán comernos cuando nos vean?
—Tan irresistible te sientes —comenta Ashtaria con picardía y un notable tono de odio.
—Ashtaria, pero si Kiharu es un bombón —dice Klea, y tras un breve silencio, todos sueltan sus carcajadas, haciéndome sentir un poco avergonzado.
Salimos por la zona de evacuación de las naves. Al pisar la grama, lo primero que hago es saltar sobre ella. La gravedad es tan parecida a la de Mikadea que se me hace difícil encontrar alguna variación en mi peso. Moverme aquí resulta de lo más normal.
Ahora que vuelvo a poner mi atención sobre el tiakamita, lo veo aún con una absurda valentía, pero temeroso. Para él, todo esto debe ser algo inexplicable. Todo el miedo que reflejan sus ojos es por lo desconocido frente a él: naves iluminadas levitando, seres con cuerpos metálicos y rostros sobrenaturales. Su mente primitiva no podría entender nada de esto, incluso si se le intentase explicar usando su lenguaje. Él no entendería.
—Espero que pueda entender nuestras señas. Debemos encontrar una forma de comunicarnos —digo a todos. Klea y Neefar me asienten.
El ser ha dicho sus primeras palabras, y como era de esperar, no entendimos nada.
Handul da un paso al frente, avanzando con las palmas abiertas en un gesto de paz y tranquilidad, intentando establecer un ambiente seguro entre ambas razas. Es evidente que quiere transmitir que no somos una amenaza y que estamos aquí en paz. Handul voltea a vernos y nos hace señas para que lo imitemos. Siguiendo su ejemplo, nos acercamos con pasos lentos y en silencio.
Mientras avanzo, los sonidos de este planeta me rodean. Aquí, el silencio absoluto es desconocido; en su lugar, una mezcla constante de sonidos naturales llena el ambiente. El viento parece susurrarme secretos ocultos entre los ruidos que llegan desde las cercanas junglas. El follaje denso se agita suavemente, creando un murmullo constante que acompaña el distante chillido de criaturas que habitan los alrededores. En el cielo, majestuosos seres alados vuelan en formaciones sincronizadas, sus movimientos formando patrones hipnóticos. Sus cantos, melodiosos y armónicos, se entrelazan en una sinfonía relajante que llena el aire, creando una atmósfera de serenidad en medio de la tensión.
—Parece que la punta de su lanza está manchada de sangre —observa Polh, examinando desde la distancia el arma del tiakamita.
—Es posible que estuvieran cazando, o quizás en medio de algún conflicto bélico, quién sabe —responde Ashtaria reflexivamente.
Handul da un paso adelante y el tiakamita, sobresaltado, se aleja corriendo entre gritos.
—¡Sigámoslo!
Corriendo tras de mí van Handul, Klea, Neefar, Polh y Ashtaria, todos persiguiendo al asustado ser peludo que se adentra cada vez más en la densa selva, dificultando nuestra persecución. Es sorprendente su habilidad para sortear obstáculos, saltando ágilmente entre raíces, ramas caídas y troncos en el suelo.
—¿Hacia dónde creen que se dirige? —pregunta Klea entre jadeos, visiblemente agitada.
—Espero que no sea una emboscada —respondo mientras intento recuperar el aliento.
Si no fuera por nuestros entrenamientos, habríamos perdido de vista al tiakamita hace rato. Es un corredor formidable.
—¡Se ha detenido! —grita Polh de repente.
Detenemos nuestra carrera abruptamente, a pocos metros de él. Observamos cómo escudriña el entorno con cautela, como si estuviera a la espera de algo amenazante. El tiakamita adopta una postura defensiva, alerta a cualquier sonido proveniente de la selva.
—¿Qué creen que está pasando? ¿Qué busca? —se pregunta Neefar, desconcertada.
—Lo que debe haber escuchado lo ha puesto a la defensiva; su reacción es muestra de que algún sonido de la jungla le ha alertado —le respondo, observando cómo el tiakamita voltea hacia nosotros y nos amenaza con su lanza para mantenernos a distancia. Nosotros retrocedemos, inquietos por sus temores, pero deseosos de descubrir qué es lo que tanto le atemoriza o de seguir su carrera para ver a dónde nos lleva.
—¡Cuidado! —exclama Neefar al ver como un espécimen agresivo se abalanza sobre el tiakamita, quien lucha ahora por defenderse de las feroces mordidas de su atacante.
El recién llegado es una criatura increíblemente ágil. Su piel está cubierta por un pelaje corto y abundante, de un color amarillento con manchas negras. Posee pequeñas y puntiagudas orejas en la parte superior de la cabeza, grandes ojos que brillan como el oro y pupilas dilatadas que se contraen con cada rugido. Sus colmillos son extraordinariamente largos, sobresaliendo de su hocico en una muestra de ferocidad indomable