Las palabras de Trox reverberan en mi mente mientras nos preparamos para la batalla. No puedo permitir que nos arrebate nuestras vidas para tomar nuestras singularidades. Neefar está a mi lado, la preocupación en su rostro es evidente, pero también la determinación. No tenemos otra opción más que enfrentarnos a este ser peligroso.
—¡Neefar, mantente alerta! —le digo, mi voz firme a pesar del miedo.
—¡Sí! —responde ella, su mirada fija en Trox.
Trox avanza hacia nosotros con una confianza inquietante, su cuerpo emanando una energía oscura. Yo también activo mi nanotraje, las extremidades metálicas brotan de mi espalda, listas para el combate.
La batalla comienza de inmediato. Trox se mueve con una velocidad increíble, y apenas puedo seguirle el ritmo. Sus ataques son precisos y despiadados. Apenas logro bloquear un golpe con mis extremidades metálicas cuando otro ataque viene hacia mí desde una dirección diferente. Es como si Trox estuviera en todas partes a la vez.
—¡Neefar, cuidado! —grito cuando veo que Trox se lanza hacia ella. Ella levanta sus propias extremidades metálicas para bloquear el ataque, pero Trox simplemente desaparece y reaparece detrás de ella, lanzándola al suelo con un golpe brutal.
Me lanzo hacia Trox con toda mi fuerza, tratando de distraerlo. Consigo golpearlo en el costado, pero él apenas parece notarlo. En cambio, contraataca con una ráfaga de golpes que me dejan aturdido y sangrando. Cada vez que intento levantarme, Trox me golpea nuevamente, dejándome sin aliento.
En medio de la golpiza, veo que Neefar levanta su brazalete y hace contacto con Handul. Está pidiendo ayuda a la élite. La esperanza se enciende en mi corazón, pero también sé que necesitamos ganar tiempo hasta que llegue la ayuda. Trox, al notar lo que Neefar está haciendo, aparece frente a ella y la derriba con un fuerte puñetazo. Sin piedad, pone un pie sobre la mano de ella y empieza a pisarla con fuerza. Los gritos de dolor de Neefar me llenan de furia y desesperación mientras Trox busca destruir su brazalete, y finalmente lo consigue.
Mi cuerpo duele, pero la determinación de proteger a Neefar me impulsa a levantarme del suelo. Trox está ocupándose de Neefar, y cada segundo que pasa me llena de ira y desesperación. Me pongo de pie, mis piernas tambaleándose, pero mi espíritu es inquebrantable. Con un grito de furia, me lanzo de nuevo a la batalla:
—¡Neefar, aguanta!
Trox se da vuelta justo a tiempo para bloquear mi ataque, pero esta vez estoy preparado. Nos enzarzamos en una lucha frenética, mis extremidades metálicas blandiéndose con fuerza en el aire. Trox es rápido y fuerte, pero mi determinación es aún mayor. En medio del combate, lanzo la pregunta que ha estado rondando en mi mente:
—¿Cómo obtuviste esa singularidad? —mi voz llena de furia y curiosidad—. No creo que te la haya dado alguna deidad.
Trox sonríe de manera siniestra, su mirada burlona mientras esquiva mis ataques, teletransportándose constantemente.
—Tienes razón —responde con frialdad—. Lo robé. Maté al portador original y así lo heredé. Tuve la suerte de tocar su piel justo cuando estaba muriendo, y ahora mírenme… —vuelve a aparecer frente a mi vista extendiendo sus manos orgullosamente—. Me veo fantástico.
El horror de sus palabras me sacude, pero no dejo que me distraiga. Sigo atacando con todo lo que tengo, sabiendo que nuestra única esperanza es resistir hasta que llegue la ayuda.
Neefar se levanta del suelo, su expresión es de pura determinación. Se lanza hacia Trox, sus ataques son rápidos y precisos, pero Trox es más rápido que ella y que cualquier otro ser vivo que exista en el universo. Ninguno de nuestros golpes logra tocarlo. Cada ataque de Trox la hace retroceder, y mi corazón se encoge al ver cómo es puesta en riesgo.
Entonces, noto algo. Trox siempre aparece detrás de Neefar para atacar. Ella también parece darse cuenta de esto. En un momento, hace como si lanzara un puñetazo frente a la cara de Trox, pero en realidad crea dos extremidades metálicas tras su espalda y perfora los hombros de Trox. Él grita de dolor, y por primera vez, vemos una grieta en su impenetrable fachada.
Neefar alza a Trox por los aires y, con el cuerpo del enemigo clavado en sus extremidades metálicas, lo cruza sobre ella y lo estrella contra el suelo, frente a sus pies. Inmediatamente, entierra las puntas de las extremidades en el suelo de Tiakam, inmovilizando a Trox.
—¿Cómo diste con nosotros? —le pregunta Neefar, su voz firme—. Este es un planeta medianamente grande. Imposible encontrar nuestra ubicación exacta sin algún tipo de tecnología avanzada.
Trox, a pesar de su dolor, se ríe.
—No tengo tecnología avanzada, solo tengo mi poder de singularidad. Es suficiente para encontrar otras dos singularidades.
Neefar frunce el ceño, considerando sus palabras.
—¿Lo dices por las dos fuertes presencias que estoy sintiendo en mi cabeza? —pregunta, su voz llena de curiosidad, refiriéndose a Trox y a mí.
Trox asiente, con una sonrisa torcida.
—Exactamente. Puedo sentir sus singularidades, como faros en la oscuridad. Fue fácil encontrarlos. No es solo la fuerte presencia, sino también el incontrolable aumento de las emociones. Crees que él está locamente enamorado de ti, pero no es así. Lo que tu compañero siente es solo la alteración de un pequeño aprecio que él siente por ti.
—¡Mientes! —grito furioso, levantándome del suelo con una determinación renovada. Corro hacia Trox, decidido a acabar con él, pero antes de que pueda alcanzarlo, Trox se teletransporta de nuevo, desapareciendo de mi vista.
—Trox aún está aquí —digo, sintiendo su presencia persistente.
—Sí, también lo puedo sentir —confirma Neefar.
Lo encontramos en la distancia, adolorido y recostado sobre una roca. De repente, las naves de la élite aparecen en el cielo. Finalmente han llegado. Trox sonríe con cinismo, como si no temiera la llegada de más de nuestra raza. Su cinismo radica en que no tiene intención de seguir luchando. Desaparece de nuevo, esta vez tan lejos que Neefar y yo no podemos sentirlo más.