«Llegué al cielo, y aun así no pude alcanzarte».
El amor no se me da bien; cuando finalmente amo a alguien que me corresponde, el destino encuentra alguna excusa para mantenernos alejados. Ahora creo que la he perdido. Parece que en esta vida no se me permite ser amado...
Disimuladamente la busco con la mirada y ahí la veo..., tan perfecta bajo el tenue y rojizo atardecer que se filtra entre los claros en el follaje.
«Qué estúpido fui, buscando afuera a alguien que me amara, sin darme cuenta de que tú ya estabas conmigo, pero yo no contigo».
—Regresemos a la zona del asentamiento y esperemos a que Kimku y Brawn regresen de su exploración —ordena Handul.
Sabemos que es peligroso regresar en la oscuridad; a esta hora, el entorno se vuelve impenetrable. Por eso, todos comenzamos a subir a las naves para regresar al campo donde se establecerá el futuro asentamiento.
Al llegar a la zona donde se construirá el asentamiento, Handul es el primero en mostrar su rostro de preocupación. Al verlo así, todos comprendemos la gravedad de la situación; las cosas se han complicado de manera imprevista. Trox sabe que para acabar conmigo o con Neefar tendrá que enfrentarse a la élite, y ellos temen ese momento, porque no tienen forma de defenderse. El enemigo anda suelto por ahí y podría aparecer en cualquier momento.
—¡Maldición! —Handul intenta liberar su furia pateando una piedra y mandándola a volar—. ¿Cómo podemos combatir a alguien como él? ¡Tengo que pensar en algo rápido antes de que regrese! ¡Podría matarnos con facilidad!
—Yo estaré ahí, atento para protegerles —digo con la mirada agachada.
—¡Imbécil! —Handul da media vuelta y me agarra por el cuello.
¡Me está asfixiando!
—¡Handul, suéltalo! —grita Ashtaria al ver cómo mi hermano empieza a ahogarme.
No puedo respirar...
—¡Casi los mata a ambos y ahora dices que puedes proteger a toda una tripulación!
—¡Handul, ya! ¡Déjalo! —Kimku y Brawn intentan liberar mi cuello de las manos de Handul.
Está fuera de sí, me aterran sus ojos llenos de fuego y de cólera, es como un maldito agujero oscuro que está a punto de absorberme.
—¡¡Handul!! —el grito de Ashtaria resonó tan fuerte que hizo reaccionar a Handul, soltando finalmente mi cuello.
—Te crees mucho ahora que tienes ese poder... —me dice mientras intento recuperar el aire—. ¡Yo hubiera aprovechado mejor ese poder! ¡¿Por qué aún no he recibido uno?!
—¡No lo sé!... yo solo fui... digno... —respondo entre jadeos.
—¡Soy más digno que tú! —acerca su rostro al mío desafiante.
—¡Vamos, Handul, cálmate ya! —Klea intenta separarlo de mí, pero él se mantiene firme.
—Intentaste matarme, eso te convierte en el menos apropiado...; incluso podría jurar que ya has matado a... —su golpe interrumpe mis palabras y me deja tambaleando.
Inmediatamente todos intentan detener a Handul, pero mi furia es mucha. Sin pensarlo, me lanzo hacia él y le propino un puñetazo en el abdomen. Afortunadamente, su armadura de nanopartículas amortigua parte del golpe.
—¡Kiharu, no! —Ashtaria se interpone, empujándome lejos de Handul. Pero él está tan fuera de control que ignora cualquier intervención y se abalanza hacia mí en modo de ataque, formando una espada con su mano derecha y lanzándose contra mí. Logro evadir el primer ataque con agilidad.
—¡Mírate! La envidia te está consumiendo —le digo mientras esquivo su segundo golpe.
—¡Kiharu, detente! —me grita Neefar, entrando en modo defensivo.
La élite también activa sus defensas mientras a mi alrededor aparecen varios tiakamitas, empuñando lanzas y armas de piedra.
—¡¿Qué está pasando aquí?! —Handul parece impresionado.
Los tiakamitas están de mi lado, unos veinte en total y visiblemente molestos. Esto provoca que Handul suelte una carcajada burlona y me mire con un rostro lleno de ira y cinismo.
—¡Qué ejército tan impresionante, Kiharu!
—¡Ja! No he formado ningún ejército, ellos me han elegido a mí. Saben que ahora soy superior a ti, me ven como un dios —señalo mis ojos neones—. Tienes envidia cada vez que ves estos ojos brillar. Me envidias, hermano, y ahora que estamos fuera de Mikadea, el mundo entero está de mi lado.
Handul intenta atacarme nuevamente, pero es detenido y atrapado por largas extensiones metálicas que salen de los trajes de Neefar, Polh y Ashtaria.
—¡Ya cállate de una vez! —Klea me grita enfadada, agarrándome del brazo y llevándome con ella—. Chicos, yo me encargo de Kiharu, ustedes tranquilicen a Handul.
Todos asienten a Klea y soy arrastrado lejos, escoltado por los tiakamitas bajo las sombras que anuncian la llegada de la noche.
Mientras Klea se aleja del grupo conmigo agarrado de la mano, comienza a regañarme en tono severo:
—¡Kiharu, no puedes comportarte así frente a todos! ¿Acaso no te das cuenta de que ustedes dos son los pilares de la misión, los líderes? ¡Son hermanos, deberían poder trabajar en equipo!
Su voz es dura pero cargada de preocupación. Bajo la mirada, sintiéndome avergonzado y arrepentido por haber protagonizado tal situación.
—Lo siento, Klea. Handul y yo nunca podremos trabajar en equipo... Esa hermandad entre nosotros simplemente no existe.
Klea suspira, aflojando un poco su agarre en mi brazo. Detiene sus pasos y voltea a verme.
—Lo entiendo, pero no podemos permitir que la ira nos domine. Necesitamos mantener la calma y actuar con estrategia. ¿Entiendes?
Asiento con seriedad, reconociendo mi error y la importancia de mantener la compostura en una situación tan delicada. Ella me observa con una mirada penetrante, buscando algún signo de arrepentimiento en mí. Cuando lo encuentra, me sonríe con compasión.
—¿Así que el dios de Tiakam? —pregunta, con un dejo de burla en su tono.
—Lo siento..., es que han pasado tantas cosas en tan poco tiempo... Me siento tan agotado, tan abrumado...