El plateado de su cabello se degrada suavemente hasta convertirse en un vibrante rosa que alcanza las puntas. Cada hebra es tan lacia que parece imposible enredarlas entre los dedos. Su flequillo perfecto roza la parte alta de sus cejas, y lo que más llegué a amar de ella son esos ojos que ahora expresan abstinencia bajo un oculto deseo que me estremece por dentro.
Quiero que las cosas vuelvan a ser como antes, cuando podíamos estar a solas sin que nuestros deseos sexuales se hicieran evidentes. Sonreíamos sin miradas seductoras entre nosotros. Quiero que todo sea como en aquellos tiempos, cuando nos quedábamos después de trabajar e imprimíamos imágenes del cielo nocturno para trazar líneas entre las estrellas, creando constelaciones. Extraño esos días cuando podía darle un abrazo y sus caricias no se sentían tan provocadoras.
«Pudiste haber seleccionado una estrella, yo estaba dispuesto a volar alto e ir por ella».
¿Qué puedo hacer para que deje de mirarme así? No quería que sus ojos me vieran como una presa a punto de ser devorada; quería ser parte de su vida, que el amor se reflejara en su mirada... Sé que soy culpable por permitir que esto ocurriera. Me siento mal por haber arruinado esa linda amistad.
—Quita esa cara de arrepentimiento —dice, desviando su mirada hacia un lado de la habitación con una triste sonrisa.
—Ven, pasa.
Nos sentamos en el sofá frente a la cama. Me apoyo con los codos sobre mis rodillas y, con la cabeza gacha, busco su mirada.
—Ashtaria...
—Estoy aquí porque quiero que hablemos de Neefar —su tono es serio, decidido.
—¿Nee-Neefar? —levanto mi rostro, sorprendido.
—Sí. ¿Por qué te sorprende? —sus ojos fijos en los míos.
—¿Le pasó algo? ¿Te dijo algo? —mi corazón se acelera, el miedo palpita en mis venas.
—No, no le ha pasado nada, ella está bien. Es que antes de salir de Tiakam estuve hablando con ella —su voz se suaviza un poco.
Cierto, recuerdo verlas juntas.
—Kiharu, necesito que no la dejes sola. Ella está dispuesta a todo con tal de estar lejos tuyo. Temo que ese hombre la encuentre sola y le haga algo, ella aún no está muy práctica con ese poder.
—No te preocupes, he decidido no dejarla sola.
—Ella está tan segura de poder sola… —dice con suma preocupación, sus ojos brillan de angustia—, ni yo ni nadie de la élite puede solo contra Trox, tú lo sabes.
—Ashtaria, incluso yo siento miedo... Trox tiene una velocidad con la que podría destruirme fácilmente.
—También temo por ti... —parece que no esperaba decir eso; se ha sonrojado—. Lo que quiero decir es que Neefar también puede protegerte, ella tiene un increíble poder con el cual puede frenarlo. ¡Necesitan trabajar en equipo!
«¿Klea y Ashtaria conectadas telepáticamente? Posiblemente», pienso, sin poder evitar una sonrisa.
—Estaremos en el mismo asentamiento, estaré pendiente de ella, tranquila.
—Tal vez no sea así.
—¿A qué te refieres?
—Neefar me dijo que iba a proponer crear un segundo asentamiento —da un gran suspiro y continúa—. Dijo que iba a enviar la idea al Gran Halu junto con el reporte de hoy.
—Entonces...
—Sí, ya lo ha enviado. Vengo de verla, y cuando llegué fue tarde para detenerla.
—Un segundo asentamiento no está en los planes de la misión.
—El Gran Halu puede aceptarlo, no es mala idea crear otro asentamiento del otro lado del planeta; hacerlo doblaría la cantidad de oro.
—Del otro lado del planeta... Maldición... ¡Es una excelente propuesta!
—Se trata de Neefar, es tan inteligente como Brawn. —De pronto, me doy cuenta de que estamos teniendo una conversación tranquila. Me provoca sonreír—. ¿De qué te ríes?
—Ashtaria —doy un suspiro—, ¿crees que podamos tratarnos como antes?
—¿Te soy sincera? —me pregunta y yo asiento—. Eso jamás pasará —su tono se enfría de nuevo—. Imposible que las cosas sean como antes.
—Pero podemos tratarnos mejor de cómo nos tratamos ahora.
El tema parece incomodarla; aparta la mirada y pasa parte de su cabello tras su oreja.
—Por supuesto —responde con una sonrisa que mezcla tristeza y timidez.
Se levanta del sofá, parece que ya está por irse.
—Estoy algo cansada, voy a regresar a mi habitación.
—Sí. Descansa.
Me sonríe, algo indecisa, da media vuelta y sale caminando de mi habitación.
Ashtarial realmente está preocupada por Neefar. Parece que ahora son más cercanas, no sé en qué momento pasó, pero me alegra.
La visita de Ashtaria me roba el sueño. Decido dar una vuelta por el parque artificial para despejar mi mente. Mientras camino entre los árboles violetas y sobre senderos iluminados por tenues luces de farolas, veo a Neefar sentada en un banco, con unas tabletas holográficas frente a ella, muy concentrada.
—Hola —digo, rompiendo el silencio.
Neefar salta, visiblemente espantada. Se lleva una mano al pecho, tratando de recuperar la calma.
—Lo siento, no quería asustarte —me disculpo rápidamente, acercándome despacio.
—No deberías estar aquí conmigo —responde, aún con el susto en su voz.
—Neefar, de seguro Trox ya conoce la ubicación de la nave nodriza. No creo que nuestra presencia aquí haga mucha diferencia.
Ella cae en cuenta de que tal vez tengo razón, su expresión se suaviza un poco.
—¿Qué haces? —le pregunto, señalando las tabletas holográficas.
—Estoy estudiando el discurso que daré mañana, frente a los obreros —responde, con un suspiro—. Estoy muy nerviosa.
Me siento a su lado, tratando de ofrecerle apoyo.
—Vas a hacerlo genial —digo con convicción—. Eres inteligente y tienes el corazón en el lugar correcto. Los obreros lo verán y confiarán en ti.
Ella me mira, agradecida, pero la tensión sigue presente en sus ojos.
—Solo espero que todo salga bien.
—Saldrá bien. Y recuerda, no estás sola en esto.
Nos quedamos en silencio por un momento, compartiendo la tranquilidad del parque y el paisaje galáctico desplegado sobre las copas celestes y violetas de los árboles. Volteo a verla y comprendo que debo hacer algo más por ella, recordando que hace días le prometí que la ayudaría a vencer ese pánico escénico. Entonces, una idea cruza mi mente.