Los saludos, las pláticas y todo aquel bullicio que hacen los mineros generan ecos a través de la larga y cilíndrica zona de evacuación de la plataforma naviera. He detenido mis pasos y dado media vuelta para ver a Handul; estoy seguro que lleva rato viéndome con mala cara… Es que nadie le determina, es como si todos creyeran que soy el único líder de la misión y eso le mortifica.
Lo veo venir ciñendo el entrecejo, con sus manos aparta a unos cuantos Mikadeanos que se atraviesan en su camino y con su mirada me indica que estoy en problemas.
—¿Qué crees que haces, Kiharu? —dice al llegar frente a mí.
—¿A qué te refieres?
—Parece que no recuerdas cuál es tu lugar. No sé qué le habrás dicho a la tripulación como para que ahora todos te vean como el líder de la misión.
—No dije nada..., pero quien sí dijo algo fue mi padre. ¿Acaso no recuerdas cuando dijo que sus dos hijos eran sus ojos puestos en Tiakam?
Con mucho cinismo ha soltado unas cuantas carcajadas.
—Eso no te pone en posición de liderar toda la misión.
—Al igual que tú, yo también puedo liderar —a lo lejos veo a Klea, quien se detienen y se asombra al vernos discutir—. No tengo tiempo para discutir estupideces contigo, ya deja tu envidia —le paso por un lado y él me detiene por el brazo.
—Mantente al margen —me habla en un tono frío—. Si tratas de arrebatarme lo que es mío, no me contendré.
Me suelto bruscamente de su agarre y le respondo:
—Lo sé.
Presiento que esto no va a terminar bien... ¿Cómo podría cambiar la forma de pensar de toda una tripulación?, es imposible poder controlar eso.
Dejo al ardido de Handul atrás y continúo mi camino hacia donde está Klea, extrañamente sola... Mierda, ¿dónde está Neefar?, su presencia se siente muy baja.
Klea decide avanzar hacia mí, la veo aproximarse con un rostro angustiado, con su mirada puerta en todas partes.
—Por favor, dime que sabes dónde está Neefar.
—No Kiharu, no tengo idea, también la estoy buscando. Estoy segura que venía de regreso con la flotilla.
Rápidamente, activo mi brazalete y hago contacto con el capitán Yazu.
—Yazu, por favor, dime ¿cuántas naves de la fuerza armada debe haber en total dentro de la nave nodriza?
—Quinientas ochenta y siete.
—¿Y cuantas hay ahora mismo?
Luego de un corto silencio, Yazu responde:
—Quinientas ochenta y seis... ¿Hubo alguna baja hoy?
—Es lo que necesito averiguar...—respondo, con Klea a mi lado escuchando toda la conversación, angustiada—. ¿Puedes rastrear la ubicación actual de la nave?
—Es lo que intento hacer, pero no tengo señal de ella.
—¿Cómo así, Yazu? Por lo que tengo entendido, las naves de la fuerza armada tienen una caja de rastreo muy resistente. Si esa nave se siniestró, entonces deberías de poder encontrarla.
—Así es, Kiharu. Es muy extraño que pase esto... El único capaz de desactivar una caja de rastreo es Brawn, y no creo que él haya hecho eso.
No solo Brawn es capaz de hacer algo así, Neefar también tiene la habilidad para hacerlo. Pero ¿por qué se quedaría en un planeta desconocido, de noche y con un peligroso loco que acecha a que esté sola para matarla y arrebatarle su poder?
—Por favor, Yazu, empieza a abrir la escotilla, ya salgo para Tiakam.
—¡Entendido!
Cierro la llamada desde mi brazalente e inmediatamente volteo a ver a Klea, quien aún se encuentra asustada de que algo le haya pasado a su amiga.
—Klea, ¿Neefar te dijo algo de quedarse esta noche en Tiakam?
—La verdad es que no, Kiharu... Estuvo un poco deprimida durante la tarde.
—¿Deprimida? ¿Por qué?
—No sé, pero creo que tiene que ver con el discurso de hoy. En un momento le dije que las tres hicimos una excelente presentación, y me respondió que solo Ashtaria y yo..., que ella está lejos de estar a nuestra altura.
—Comprendo...
Creí que Neefar estaría contenta con su desempeño de hoy, no fue perfecto, pero fue mejor que el anterior en Mikadea.
—Voy a salir a buscarla, Klea.
—¿Kieres que te acompañe?
—No, Trox podría aparecer y eso es ponerte en riesgo.
—Supongo que tienes razón...
Asiento a Klea y salgo corriendo hacia una de las naves de la fuerza armada, prácticamente no hay nadie aquí, así que los únicos de la élite que saben de mi partida hacia Tiakam es Yazu y Klea. Activo el sistema de abducción de la nave y me posiciono en el centro del iluminado cilindro cian, bajo la nave. Una vez dentro de los controle, me preparo para iniciar el vuelo, activo los controles y salgo a alta velocidad cruzando la escotilla en un único parpadeo.
Al llegar al lado oscuro del planeta, se me hace muy difícil distinguir entre el mar y el suelo, todo es muy oscuro, el satélite está haciendo un gran trabajo iluminando levemente una parte del planeta, pero no es suficiente como para encontrar con facilidad el lugar donde empezamos a construir el asentamiento. Por suerte, mi memoria no es tan mala y logro dar con la ubicación exacta. Dejo mi nave levitando sobre el amplio campo donde están las maquinarias instaladas y enseguida salgo por la zona de evacuación de la nave.
De pie frente a los enormes esqueletos de las maquinarias, activo mi brazalete y reviso el estado actual del brazalete de Neefar. Está activo, sus signos vitales se comportan con normalidad. Es un gran alivio..., podría ponerme en contacto con el brazalete, pero eso podría provocar una persecución entre ambos, así que es mejor llegarle de sorpresa. Cierro los ojos y me concentro en sentirla, ella debe estar cerca de aquí, buscando un lugar donde desahogar sus lamentos, como lo era aquella colina en Mikadea. Sí, ya puedo sentirla con más fuerza dentro de mi cabeza. Y creo saber el lugar exacto en donde está.
«Mi corazón seguirá inquieto hasta que pueda dar contigo, es por eso que asomaré mis ojos tras los troncos de cada árbol de este planeta para encontrarte».