Narrado desde la perspectiva de Handul.
«Kiharu, estás ahí, tirado en el suelo y sin vida..., y no es porque yo sea el peor de las personas. Eres tú quien ha permitido que se desate tanta maldad dentro de mí».
Todos insisten en hacerme ver como el villano, amenazan con arrebatarme lo que por derecho me corresponde. No me dan mi lugar, no me respetan como deberían, y siempre me comparan con mi hermano mayor. Estoy harto de escuchar: «Si no existiese esa absurda ley de suplantación, Kiharu sería el próximo rey»; «El príncipe Handul solo ha tenido la suerte de ser el hijo único de la reina». ¡Yo tengo la capacidad y la sabiduría necesarias para mantener a Mikadea en la gloria! Incluso soy mejor opción que Kiharu, y me molesta que nadie note algo tan evidente.
¡Maldición! ¿Por qué resulta tan complicado que alguien me valore?
Las personas en las que debería confiar me traicionan y se burlan de mí a mis espaldas. He tratado de ser lo más parecido a un hermano para Kiharu, aguanté todos los menosprecios y desaires, y aun así, todo sigue viéndose tan rojo, tan sangriento, todo es tan tentador para ser destruido.
De repente, escucho cómo la armadura de Ashtaria se desliza sobre la grama del suelo. Se está despertando. La miro y me convenzo de que su belleza podría catalogarse como un crimen. Siempre ha sido ella, mi más desquiciada y hermosa aventura. Desde la infancia lo he dado todo por ella; fue la única en ganarse mi confianza... Traicionera de mierda.
—No, no..., ¡no! —Ashtaria trastabilla mientras intenta levantarse del suelo. Se ve aterrada, y yo... realmente fui capaz de matar a mi hermano.
La veo correr hacia el cuerpo de Kiharu. Cae de rodillas frente a él, levanta su torso sujetándolo por los hombros y empieza a sacudir su cuerpo sin vida.
—¡Kiharu, por favor! —grita Ashtaria, su voz quebrada por la desesperación. Se da cuenta de que está muerto y, como si se rindiera frente al dolor, apoya su cabeza sobre el pecho de su hermanastro. El sonido de su llanto es desgarrador, resonando en el aire quieto. Su cuerpo tiembla mientras acaricia con suavidad el rostro sin vida de Kiharu, sus dedos trazando las líneas de su mandíbula y las heridas que pudieron haber contado la historia de nuestra batalla. Sus lágrimas caen incesantes, mezclándose con el lodo y la sangre del rostro de Kiharu, empapando su armadura. Entre sollozos, murmura palabras inaudibles, como si buscara en su memoria algún consuelo o una forma de deshacer lo irreversible.
Ha levantado la mirada, atrapándome en el dorado, lleno de desprecio, que muestran sus ojos. Aprieta los dientes con odio mientras las lágrimas corren por sus mejillas y se acerca a pasos lentos hacia mí.
No tiene derecho a verme de tal manera. Esto también es su culpa... Sí, es su culpa.
Maldición, mis manos están temblando...
—Eres enormemente aborrecible —su tono de voz es quebradizo y lleno de cólera. Yo no temo enfrentarme a ella; justo ahora, la estoy odiando.
Creo estar listo para enfrentarla, tengo empuñado un sable creado con las últimas nanopartículas que me han quedado.
Ven…, te estoy esperando, maldita. Aunque te ame, no estoy dispuesto a morir.
De pronto, se ha detenido. Su armadura aún sigue en modo defensa; parece no querer entrar en batalla.
—Qué poco hombre eres. Baja ese sable, que yo no pienso atacarte con armas…
—No lo niegues, Ashtaria —le sonrío con cinismo mientras sostengo con fuerza mi sable—. Sé que quieres atacarme.
—Es cierto, y lo voy a hacer…, pero con la verdad.
Esta estúpida… ¿En serio cree que puede decirme algo aún más doloroso que lo que acabo de descubrir? Duele que se atreviera a destruir todo lo que habíamos construido, las promesas rotas y el futuro ya planeado… Ya todo se ha desvanecido.
—Handul, mi amor por ti solo fue una farsa, el escudo que protegió a los demás de tus crímenes.
—¿D-De qué estás hablando? —pregunto, intentando mantener la compostura.
—Lo sé, Handul, siempre lo he sabido. —Ashtaria sigue llorando, su voz rota por el dolor—. Has matado a todo aquel que se me acercara con interés romántico. Lo he sabido desde que estábamos en el centro de aprendizaje. Esa vez, en el bosque, te vi sepultar el cuerpo de aquel chico. Quise creer que fue solo un accidente, o tal vez una mala movida de tu parte, pues eras mi hermano, se suponía que debías ser una buena persona, un digno heredero del trono. Pero no, de repente otros chicos empezaron a desaparecer, y aunque no quisiera aceptarlo, sabía que podría estar relacionado contigo. En varias ocasiones te seguí y presencié cada muerte, vi cuando te reunías con ellos y sin perder tiempo los matabas. Entonces me convencí de que estabas enfermo…, y yo era tu enfermedad.
—¡Ja! Entonces siempre lo has sabido... —respondo con un amargo sarcasmo.
—Tu maldad siempre ha sido una carga sobre mis hombros —detesto el desprecio que sale de su tono de voz—. Jamás te he amado, Handul.
—No, no es cierto —camino hacia ella y la sostengo de los hombros—. Tú me amas, me lo has dicho siempre.
Ashtaria se libera de mi agarre con brusquedad, retrocede un par de pasos para mantener distancia.
—Te lo hacía creer, todo lo que te decía era para asegurarme de que no mataras a ningún otro inocente. Yo...
Avanzo hacia ella, puedo ver que me tiene miedo, está retrocediendo ante mis pasos.
—¡Me amas, acéptalo!
—¡No!
—¡Me amas!
—¡Amo a Kiharu!
—¿Qué?...
—Yo a quien siempre he amado es a Kiharu —confiesa, con la mirada agachada, como si el dolor le pesara mucho.
—¡Mientes! Jamás sacrificarías tus sentimientos por alguien —le reprocho, sintiendo cómo el corazón se me comprime, apretando y exprimiendo el amargo jugo del desamor.
Intenta retener las lágrimas, pero parece no poder controlarlo.
—Es cierto, amo a Kiharu —levanta el rostro bañado en lágrimas y da un gran suspiro—. Aun sabiendo que él podría corresponderme, decidí rechazarlo. Sabía que, si te abandonaba y me iba con él, no dudarías en matarlo a pesar de ser tu hermano... Él no solo se ha ganado mi amor, también tu envidia.