Narrado desde la perspectiva de Handul.
Hace unos días, mis objetivos eran claros: salvar a Mikadea, conseguir el trono y tener una vida junto a Ashtaria. Pero ahora, mis aspiraciones han cambiado. Mi prioridad es asegurar mi vida, porque sin ella, nada de lo anterior podría cumplirse. No estoy seguro si lo dicho por Trox es totalmente cierto; según él, me queda poco tiempo de vida... Pero ¿qué más da? No pierdo nada al aceptar sus condiciones y aliarme con él. Ya tengo una idea que me ayudará a conseguir todos esos Zenfrex de forma rápida y eficiente.
Han pasado tres días desde la muerte de Kiharu. Afortunadamente, la misión avanza con normalidad, y gracias al excelente trabajo de Polh, podemos inaugurar el primer asentamiento construido en Tiakam.
Ahora mismo me encuentro con la élite, subiendo la larga escalinata central del edificio más grande e importante del asentamiento: El Dominio Élite. Este edificio de moderna arquitectura, construido con millones de ladrillos de arcilla, cuenta con tres escalinatas que simbolizan el arduo camino que un mikadeano debe recorrer para ser parte de la élite. Desde aquí, un grupo de mikadeanos recibirá informes de las diferentes plataformas mineras, garantizará que cada obrero tenga los recursos necesarios para realizar su trabajo, y asegurará que tengan alimentos y una buena estancia en su nueva residencia. Este edificio también será el lugar de reunión de la élite y el centro de comunicación con la nave nodriza que orbita Tiakam.
Adicionalmente, este edificio cuenta con una habitación destinada a conservar los cuerpos de cualquier integrante de la élite que fallezca y que luego sea tratado con un Zenfrex. Esta sala, llamada "La sala de maduración", es donde descansa el cuerpo de Kiharu. Nadie, excepto la élite y el Gran Halu, debe conocer la existencia de este lugar. Si algún mikadeano pregunta por Kiharu, se le dirá que está fuera de Tiakam por unos días, cumpliendo órdenes del Gran Halu de regresar a Mikadea para atender algunos asuntos del reino. Nadie debe enterarse de la muerte de Kiharu; solo la élite tiene conocimiento de lo ocurrido.
Al subir medio trayecto de la escalinata, nos detenemos y fijamos la mirada en aquella multitud que está en un estado de expectación y entusiasmo.
—¡Que se prendan las maquinarias y que giren los engranajes, pues ni la mina más rígida podrá detenernos hasta lograr el completo éxito de esta misión! —El fervor y los gritos de los obreros se mezclan con los aplausos, creando un ambiente electrizante—. ¡Hemos llegado hasta este planeta sacrificando el tiempo que podríamos haber compartido con nuestros seres queridos! Ni todos esos años luz de distancia pueden retener la fe que el pueblo de Mikadea deposita en nosotros. Por esta razón, con nuestro sudor y con cada gramo de oro encontrado, vamos a preservar nuestras vidas y las de nuestros seres queridos —Los obreros, animados, responden con vítores y ovaciones—. ¡El futuro es nuestro!
Luego de sus ovaciones, poco a poco los obreros van despejando el área, dirigiéndose en su mayoría hacia el ala derecha del asentamiento para acomodarse en sus nuevas residencias. Esa zona cuenta con varios edificios, cada uno compuesto por diez habitaciones.
Nosotros continuamos subiendo la escalinata. En la parte más alta de este imponente edificio cuadrado se encuentran nuestras habitaciones. Aunque debería ir a descansar como ellos, no tengo permitido hacerlo todavía. Necesito entender más sobre este poder, y quizás Neefar o Klea, las mejores amigas de Kiharu, puedan resolver mis dudas.
Al entrar al edificio, todos doblan hacia la derecha, excepto Neefar. Ella sigue caminando hacia el área de los laboratorios, probablemente rumbo a la sala de maduración. Ha sido así todos estos días; a veces, desde los pasillos, creo escucharla hablar con el cuerpo sin vida de Kiharu. Desde su muerte, Neefar parece desolada… Y yo, que llegué a creer que su atracción hacia mi hermano era producto de sus poderes, parece que estaba equivocado.
Al entrar a la sala de maduración, me veo rodeado por cuatro paredes iluminadas con un tono azulado que emite una calma inusual en medio de tanta tragedia. La habitación está bordeada por mesas repletas de utensilios de laboratorio, frascos con sustancias desconocidas y equipos avanzados. En el centro, sobre una camilla de metal frío, descansa el cuerpo inerte de Kiharu, su semblante sereno como si solo estuviera dormido. Mi mirada se fija de inmediato en Neefar, quien está concentrada frente a una de las mesas. Al verme llegar, su atención se desvía de las muestras que examinaba y una expresión de sorpresa se dibuja en su rostro. La intensa atracción que siento por ella me impulsa a avanzar hasta tenerla muy cerca, casi al alcance de mi mano.
—Hola, Neefar —digo en un tono suave, tratando de no romper la quietud del lugar.
Ella parpadea y da un paso atrás, visiblemente incómoda por mi cercanía.
—Handul, ¿qué haces aquí? Recuerda que te pedí que te mantuvieras lejos.
—Lo sé, lo he intentado…, pero no puedo, somos miembros de la élite y a veces toca trabajar juntos.
—¿En qué te puedo ayudar? —Neefar da un paso atrás, quedando arrinconada contra la mesa.
—Necesito que me ayudes a despejar algunas dudas que tengo sobre este poder… Supongo que Kiharu te habrá contado muchas cosas sobre él.
—Sí, me contó algunas cosas —responde, con la voz temblorosa y evitando mi mirada.
—Durante estos tres días he salido de cacería y he usado este poder para robar vidas de algunos seres vivos de bajo nivel evolutivo, y lo que conseguía lo dejaba en la aldea de los tiakamitas… No quiero que te enojes, pero te confieso que llegué a matar a dos tiakamitas durante mis exploraciones.
—¿Qué...? ¿Cómo pudiste hacer eso...? —dice, con un tono apagado y lleno de consternación.
—Los maté, y sus Zenfrex los tengo guardados dentro de este compresor que me dio Brawn.