Zenfrex - El Poder De Mantenerte Con Vida

73. Sacrificios en Tiakam

Ashtaria se levantó de mi cama y salió de la habitación hace ya varias horas. Desde entonces, he estado dando vueltas en la cama, incapaz de dormir. Las palabras que susurró en mi oído resuenan en mi mente, y no puedo dejar de pensar en el hecho de que ella me ha amado todo este tiempo. Cada beso, cada momento íntimo, era sincero; yo fui correspondido.

Ahora entiendo por qué fui rechazado. Cuando amas a alguien, proteges ese amor a toda costa, incluso si eso significa sacrificar tu propia felicidad. Ashtaria decidió ocultar sus sentimientos para asegurar mi vida, porque no confiaba en mi capacidad para enfrentar el peligro. Ahora me doy cuenta de que estoy pasando por algo similar con Neefar. La amo tanto que temo confiar en sus habilidades, por eso he decidido no perseguir a mi hermano.

La alarma suena, y al instante la apago. Me levanto de la cama, me aseo y desayuno algo en la cocina. Justo antes de salir, recibo una llamada de Ashtaria, lo que hace que mi corazón empiece a latir más rápido. No estoy seguro de cómo enfrentarla tan pronto después de su confesión.

El intercomunicador sigue sonando, y no tengo otra opción más que responder.

—B-Buen día, Ashtaria.

—Hola, ¿cómo estás?... ¡Vaya, tienes unas ojeras impresionantes! ¿No has dormido bien?

—No, no te preocupes. Estoy bien, dormí maravillosamente —respondo, tratando de mantener una sonrisa.

—Menos mal… —su voz denota duda—. Te llamo porque quiero hablar contigo sobre algo relacionado con los tiakamitas.

—¿Aún me temen tus amigos peludos?

—No, no es eso. Es algo más delicado, y preferiría discutirlo solo contigo. Como sabrás, Polh, Rauzet y Foxer son muy cercanos a Handul, así que prefiero no hablar de esto en su presencia.

—Entiendo. ¿Dónde nos vemos?

—En la aldea de los tiakamitas. Pero llega sin hacer ruido; nadie debe saber que estaremos allí, ni los tiakamitas.

—Perfecto, estaré allí.

La forma más discreta de acercarme es por el suelo. No hay nada más llamativo que una nave flotando sobre una aldea primitiva. Así que me adentro en el bosque con mi nanotraje en modo ataque. Las extremidades metálicas que emergen de mi espalda despejan el camino y levantan cualquier obstáculo que se interponga. Por suerte, no me encuentro con ningún ser salvaje; sólo hay criaturas aladas y pequeños animales inofensivos que saltan entre las ramas.

A medida que me acerco a la aldea, diviso a lo lejos a Ashtaria, reclinada contra el tronco de un árbol. Está observando a los tiakamitas desde la distancia, como si esperara que ocurriera algo en particular.

—Ashtaria —digo en un tono bajo, acercándome por su espalda. Se sorprende tanto que suelta un suspiro profundo, girando rápidamente para enfrentarse a mí. Estamos tan cerca que puedo percibir su fragancia, y el sol atraviesa su rostro, haciendo que sus ojos brillen como oro—. ¿Qué está pasando aquí?

Ambos damos un paso atrás para mantener la distancia. El momento se siente incómodo; me arrepiento de haberme hecho el dormido.

—La población de la aldea ha disminuido drásticamente —comenta—. Cada vez hay menos habitantes aquí.

Es verdad, hay muy pocos tiakamitas presentes.

—¿Crees que podrían estar enfermos? Tal vez se trate de un virus —pregunto.

—Ya consideré esa posibilidad. Tomé muestras de sangre de varios tiakamitas y las envié a Neefar. Ella las analizó y no encontró anomalías. Todas las muestras estaban sanas.

—¿Y qué pasa con los cuerpos de los desaparecidos?

—No hay rastro de cuerpos sin vida. He recorrido todo el bosque y sus alrededores sin encontrar ni siquiera huesos.

—Entonces, no parece ser el trabajo de algún depredador…

Nod, el tiakamita con el aparato de conexión vocal, ha salido de una de las chozas de la aldea. Alza la voz y todos los tiakamitas se vuelven hacia él.

—Nod se ha convertido en el líder de la aldea —me explica Ashtaria—. Al ser el único capaz de comunicarse con nosotros, lo ven como el elegido por los Dioses… bueno, eso es lo que él dice.

—¿Aún creen que somos dioses?

—Todos, excepto tú. Ellos te consideran una especie de ser maligno.

—No entiendo por qué me temen, si no les he hecho nada.

Varios Tiakamitas rodean a Nod. Está claro que están planeando algo. Algunos se agachan, sus rostros reflejan angustia y temor, como si supieran que algo malo podría sucederles pronto. Nod se aparta del círculo y los demás lo siguen con una especie de devoción temerosa.

—¡Vamos, pero con cautela! —me advierte Ashtaria en voz baja.

Los Tiakamitas siguen a Nod a través del espeso bosque, avanzando por un sendero bien formado. Esto sugiere que han estado usando esta ruta durante un buen tiempo. Sin embargo, el ambiente es ominoso. Los que parecen estar mortificados lloran en silencio, moviéndose por el sendero como si fueran condenados a una muerte segura.

—Este sendero es nuevo para mí —susurra Ashtaria—. No lo conocía.

—Parece que este es un nuevo destino para ellos. Este sendero muestra signos de un tránsito frecuente.

La sensación de incomodidad aumenta con cada paso que damos, y la tensión en el aire es evidente mientras seguimos a la procesión de Tiakamitas.

De repente, desde lo profundo del bosque, aparece una imponente edificación de enormes piedras. No puedo ver mucho desde aquí, pero lo poco que alcanzo a distinguir deja claro que esto no ha sido construido por los Tiakamitas. Este monumento no es una creación local.

—Ashtaria... —me detengo y extiendo mi brazo para detener el avance de ella—. ¿Estás viendo eso?

—Sí, acerquémonos un poco más.

A medida que nos acercamos, la forma del monumento se vuelve más clara. Se trata de una pirámide construida con grandes bloques de piedra. Aunque no es especialmente alta, tiene una gran escalinata en el centro y a los lados unos deslizaderos que parecen desembocar en un hoyo en el suelo. Todo el terreno alrededor ha sido despejado para construir esta estructura. Esta intervención en la naturaleza no es característica de los Mikadeanos.




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