La reunión con la élite ha terminado. Todos se levantan de sus sillas y comienzan a salir del salón uno por uno. Yo sigo a Neefar, y justo antes de que ella cruce la puerta, la detengo sujetando su brazo.
—Espera un momento, por favor —le susurro al oído.
—¿Qué pasa? —voltea a mirarme.
—Lo siento por lo de hace un rato —le agarro de las manos—. Rauzet me pone nervioso cuando empieza a hablarte con esa peculiar sonrisita encantadora…
Trata de reprimir una sonrisa, pero no puede evitar mostrar una expresión de comprensión.
—Está bien —levanta su mano y acaricia la parte posterior de mi cuello—. Te comprendo. Cada vez que te veo cerca de Ashtaria, me haces sentir igual… —suspira profundamente y luego me abraza rodeando mi cuello con sus brazos—. Siento miedo de que en algún momento mires a Ashtaria y pienses que ella es una mejor opción para ti.
«Oh, Neefar, no hay nadie que logre desestabilizarme con tan solo un abrazo».
—No ha nacido nadie que pueda hacerme sentir más enamorado de lo que estoy contigo, Neefar.
La abrazo por la cintura y busco sus labios con los míos. El beso es suave y deleitante, desconectándome de la realidad y llevándome a un viaje sin fin, como si volara sobre un cielo interminable, solo ella y su habilidad para calmar mis temores.
—Cuando me enteré de que Trox les había atacado, me asusté mucho. Tuve que venir enseguida, incluso cuando Rauzet estaba aquí, no podría estar tranquila sin atenderte yo misma.
—Lo sé, por eso te amo tanto.
—Dime, ¿cómo siguen tus heridas? ¿Aún te duelen las costillas? —dice acariciando levemente mis costillas.
—Para nada, los medicamentos me han ayudado bastante. Ya no siento dolor.
—Genial —me sonríe mientras vuelve a tomarme de las manos.
—Tanto que hasta me estoy sintiendo más vigoroso —susurro sobre su oído.
—Más que genial… —me sonríe coqueta.
Esta conversación nos lleva a apagar la luz de la sala de reuniones y a tirarnos sobre uno de los sofás que están rodeando la habitación, ambos desnudos, con la luz de la estrella filtrándose sutilmente entre las pequeños ornamentales que están en lo alto de la pared. La situación es arriesgada, la pasión ha superado nuestra abstinencia y ahora estamos en pleno acto en la sala de reuniones; por suerte, la puerta está cerrada desde dentro, nadie puede interrumpirnos, no después de habernos extrañado tanto.
Cada embestida le arranca un gemido, iluminando el azul neón de sus ojos. En ciertos momentos, sus manos se posan sobre mi pecho, aumentando la presión de la gravedad sobre mí. Ella, al darse cuenta, pierde la concentración y pone su otra mano en mi pecho para equilibrarnos. Yo solo sonrío y disfruto de cada movimiento suyo. Con poderes o sin ellos, esta mujer me encanta en su totalidad.
Después de darnos un momento para nosotros, fuimos a mi habitación y nos duchamos juntos. No hay nada más exquisito que un beso bajo la ducha, sentir sus caricias deslizarse sobre mi piel, y la sensación de nuestros cuerpos presionándose y mezclándose con la seda del jabón.
—¿Cómo es que Trox te atacó a ti y no a mí? —pregunta mientras acaricia una cortada en mi labio con su pulgar.
—Déjame contarte la verdad…
Salimos de la ducha y, mientras nos vestimos con nuestros nanotrajes, empiezo a contarle todo lo ocurrido con Polh, el ataque a Ashtaria y a mí, lo que él y Handul ocultaban en la pirámide, nuestros nuevos poderes y la repentina aparición de Trox.
—¿Crees que lo dicho por Trox sea cierto? ¿Que los tiakamitas en realidad sean yowtas? —me pregunta mientras preparamos algo para comer.
—No puedo creerlo aún. Sin embargo, necesitamos a los tiakamitas, así que es mejor ir con cautela. Aún no sabemos qué puede estar planeando Trox.
—Ok…
—Especialmente tú, amor. Ahora mismo eres la única con una singularidad, él podría atacarte en cualquier momento. Si eso llega a pasar, no dudes en pedir ayuda a la élite. No lo enfrentes sola, ¿de acuerdo?
—Sí, tranquilo —voltea para sonreírme y luego continúa picando los alimentos.
Después de comer algo, regresamos al trabajo. La tarde avanza y no podemos perder ni un minuto más. La gigante roja sigue creciendo y no hay nada que la detenga.
Hoy iniciaremos con el proceso evolutivo de los tiakamitas. Ahora estoy sobrevolando la aldea. Desde aquí arriba puedo ver que sus chozas ya no son tan primitivas; han sido reconstruidas con barro y madera. Presiento que Handul tuvo que ver en todas estas mejoras, pues solo así los tiakamitas podrían entender que sus sacrificios no eran en vano y que su Dios estaba cumpliendo. Handul estaba claro en que era la única forma para que regresaran diariamente para ofrecer sus sacrificios.
De repente, otra nave minera llega a mi lado; es Neefar, quien dará seguimiento a la evolución de los tiakamitas y debe estar presente desde el inicio.
—¿Ya estamos todos listos? —pregunto desde el sistema de transmisión de la nave.
—Kiharu, ya estoy dentro de la aldea —responde Ashtaria.
Desde aquí arriba podemos ver sin problema a Ashtaria, pero los tiakamitas no, ya que ella está usando el poder de invisibilidad. Su poder es increíble; puede ocultar su presencia frente a los ojos que elija. La vemos caminar dentro de la aldea sin ser vista. No es que los tiakamitas le teman, porque el ser malvado sigo siendo yo. Ashtaria está por empezar a dormir a todos esos primates sin que ellos puedan verla. Su misión es inyectar somníferos a los tiakamitas, dormirlos y llevarlos hacia la pirámide.
Ashtaria inyecta al primer tiakamita, que cae al suelo de inmediato. Activo la fuerza de abducción y lo atraigo hasta meterlo en el almacén de la nave. Ashtaria inyecta al siguiente tiakamita, aparentemente una hembra, quien cae dormida al suelo y es abducida por la nave de Neefar. Todo esto ocurre frente a los otros tiakamitas, cuyos ojos están inundados de pánico.
—Chicos, creo que será mejor detener las abducciones por hoy. Los tiakamitas se están asustando —dice Ashtaria.