Ashtaria corre con una agilidad que nunca le había visto, y me pregunto si toda esa destreza es resultado de un nuevo poder o si ha estado entrenando recientemente. Pero no es el momento de preocuparme por eso; debemos ayudar a Ashtaria, ya que ella está intentando traer de vuelta a la tiakamita, y esta se resiste. No puedo ir, pues al verme, la tiakamita se espanta tanto que grita y ahora su prioridad es mantenerse alejada de mí. Desde aquí veo cómo Ashtaria la agarra del brazo, y la tiakamita intenta zafarse.
De repente, entre los matorrales del bosque aparece Nod. Esto no es bueno; el líder de los tiakamitas no puede verme involucrado en el proceso evolutivo.
—¡Escondámonos! —digo, agarrando el brazo de Neefar y llevándola hacia el interior del bosque. Miro hacia Trox, pero ha desaparecido al instante.
—¿Por qué tengo que esconderme? —pregunta Neefar en un susurro—. Ellos no me temen a mí; el problema eres tú.
—Dejemos que Ashtaria se encargue de Nod. Él solo confía en ella.
—Ok…
Ashtaria parece decirle algo a Nod, y luego él le habla a la tiakamita, logrando calmarla. Los tres se dirigen hacia el lugar donde está el otro Zenfrex. Ashtaria recoge uno de los Zenfrex del suelo y se lo muestra a la tiakamita.
—Handul no quiere que comamos de eso —dice Nod, al parecer familiarizado con el Zenfrex. La tiakamita sacude la cabeza en señal de rechazo.
—¿Así que Handul les ha dicho eso?
—Podemos comer del fruto de cualquier árbol, menos del que se encuentra en el templo. Handul nos ha advertido que si tocamos ese fruto, moriremos.
—No es cierto. No morirán. Handul sabe que cuando ustedes coman del fruto de ese templo, entenderán lo que es bueno y lo que es malo, y entonces serán como él.
Nod observa el Zenfrex que Ashtaria sostiene, y su rostro refleja la tentación y el valor que este representa para él y su pueblo. Aunque Handul lo haya prohibido, ¿quién podría rechazar una oferta así? Nod mira a la tiakamita y le habla mientras señala el Zenfrex. Ella parece nerviosa, y mientras trata de convencerse, el otro tiakamita comienza a despertar. Lentamente se levanta del suelo y fija su mirada en el Zenfrex que Ashtaria sostiene.
—Vamos, no temas… Nada malo pasará.
La tiakamita sigue el consejo de Ashtaria y coloca el Zenfrex en su boca. Tan pronto como lo consume, sus ojos brillan con el verde neón característico del Zenfrex. Su cuerpo oscuro se erige más fuerte y robusto; es una mujer con un rostro más grotesco y su mirada se vuelve más profunda y consciente de la realidad. Parece que ha funcionado.
La tiakamita se agacha para recoger el otro Zenfrex del suelo y se lo ofrece al primate recién despertado. Él se sorprende, y su expresión de miedo indica que toda la aldea tiene órdenes de no consumir Zenfrex.
El tiakamita no tarda en abrir la boca para permitir que su compañera coloque el Zenfrex sobre su lengua. Lo traga, y de inmediato comienza a transformarse, adquiriendo las mismas características que la tiakamita hembra.
—Ashtaria lo ha logrado —dice Neefar sonriendo—. Ya tenemos a los dos primeros tiakamitas evolucionados.
De repente, Trox aparece tras la espalda de Ashtaria. Su rostro muestra furia y desdén, y su expresión me alerta de inmediato. Con el corazón en la garganta y un pánico extremo, me transformo en un ser ligero como una hoja y uso la fuerza de mis piernas para correr hacia ella. Veo a Trox levantar una daga sobre el cuello de Ashtaria, y ella, sorprendentemente, agarra su brazo y se lanza frente a Nod y los otros tiakamitas.
—¡Trox, ¿qué crees que estás haciendo, maldito?! —grito enfurecido, haciendo que los tiakamitas se espanten al verme aparecer.
Mis ojos buscan a Ashtaria y presencio el momento exacto en que la degüellan de manera inexplicable. Como si el viento fuera su asesino, veo su cabeza caer al suelo húmedo. Mi cuerpo se tensa; mi sangre fluye acelerada y mi corazón se comprime como aquella vez.
No… no… no puede estar pasando…
Con furia, me lanzo a atacar a Trox con una espada de nanopartículas, apuntando a su cuello. Antes de que el filo lo alcance, él esquiva el ataque usando su singularidad.
—¡No fui yo! —grita Trox tras mi espalda. Me doy vuelta de inmediato—. Y esa no era Ashtaria —señala la cabeza que está en el suelo.
Un momento… ¿sangre verde?
La cabeza de Ashtaria comienza a cambiar, volviéndose más reptiliana.
—¿Qué carajo…? —una lágrima se me escapa.
—Es un Crooler… —dice Neefar, también en modo ataque. Se agacha frente a la cabeza del reptil e inspecciona sus facciones.
—¿Y Ashtaria dónde está? —pregunto exaltado mientras Ashtaria, la original, se hace visible a un lado de Neefar, y no se ve bien.
—Tranquilo, Kiharu… No fue Trox, fui yo… —Ashtaria tiene una profunda cortada en su abdomen. De repente, se tambalea y empieza a perder estabilidad. Neefar actúa rápido y la sostiene inconsciente en sus brazos.
—¡Kiharu, ayúdame! —grita Neefar.
—¡Taira! —grita Nod desde mi espalda. Miro y veo a los tres tiakamitas con rostros preocupados. Han presenciado todo, y aunque quieren ayudar a Ashtaria, prefieren mantenerse a distancia debido a su temor hacia mí.
—Neefar, permíteme llevarlas al asentamiento —dice Trox, extendiendo su mano—. Las voy a teletransportar.
—¡Neefar, no!
—Tranquilo, Kiharu. Estaré bien —Neefar toma la mano de Trox y ambos desaparecen al instante.
Rápidamente activo mi brazalete y llamo a mi nave minera. Al verla sobrevolar mi cabeza, activo la zona de abducción y entro de inmediato en la cabina. Me acomodo en la silla y activo el control de mando, añadiendo las coordenadas. En pocos segundos, estoy sobrevolando el centro médico del asentamiento.
Con la mayor rapidez posible, activo la zona de evacuación de la nave y caigo de pie frente al edificio del centro médico. Entro a pasos acelerados por la recepción, giro hacia el pasillo derecho y abro cada puerta en mi camino.