Zenfrex - El Poder De Mantenerte Con Vida

80. Frente al infiltrado

Estamos a punto de perder a dos miembros de la élite, y esta vez no será por culpa de Trox. Son los Croolers quienes están dispuestos a deshacerse de cada uno de nosotros para apoderarse de las reservas de Zenfrex. En estos momentos, Klea y Kimku están custodiando el acceso al almacén de Zenfrex, pero algo me dice que uno de ellos está en problemas. Me cuesta aceptarlo, pero es muy probable que el que haya sido suplantado ya esté muerto. Y si se trata de una decapitación, habremos perdido para siempre.

Neefar da media vuelta y sale corriendo, con una expresión de angustia tan profunda que casi parece querer llorar en medio de su histeria. La sigo, viéndola ingresar comandos en su brazalete mientras se dirige hacia las afueras del asentamiento. No pienso dejarla sola, así que corro tras ella, cuidando su espalda e ingresando comandos en mi brazalete para solicitar ayuda de una de las naves de la fuerza armada.

Un par de segundos después, ambas naves llegan. Activamos la zona de abducción, ingresamos a la nave, agregamos las coordenadas y nos ponemos en marcha.

—Kiharu, vamos a sorprenderlos. Dejemos las naves en un lugar donde no nos vean —sugiere Neefar.

—No creo que sea necesario. Ashtaria debe estar manteniéndolos ocupados en este momento. Seguro está repartiendo golpes a diestra y siniestra —respondo.

—Cierto… Solo espero que todos estén bien.

Al llegar al almacén de Zenfrex, lo primero que hago es inspeccionar los alrededores. Desde aquí, puedo ver a Ashtaria y Kimku en un enfrentamiento contra cinco Croolers, y… ¿Klea?

Ver a Klea como una de las oponentes me inquieta profundamente, elevando mi ritmo cardíaco.

No pierdo ni un segundo y activo el sistema de evacuación desde el centro de control. En un instante, me encuentro bajo el cilindro de luz de la zona de evacuación, justo debajo de la nave. Al mismo tiempo, veo cómo la zona de evacuación de la nave de Neefar se ilumina y ella aparece, corriendo en dirección a la batalla. Decido llegar antes que ella. Activo mi supervelocidad y me dirijo a ayudar a Ashtaria y Kimku. Mientras corro hacia ellos, empiezo a crear tres extremidades metálicas a mi espalda. Con facilidad, decapito a cuatro croolers de un solo movimiento. Sin embargo, uno de los croolers logra escapar, transformándose en una criatura de cuatro patas con colmillos largos.

Mi rápida carrera se ve interrumpida por la usurpadora que lleva el rostro de Klea, parada frente a mí, con la sangre verde deslizándose por su mejilla derecha. El parecido perfecto provoca una tensión en mi cuerpo, y me cuesta usar mis extremidades metálicas contra su cuello. Ella aprovecha mi vacilación para darme un fuerte puñetazo en el rostro. Pierdo el equilibrio y caigo al suelo.

¡Maldición! Parece que esta nueva raza de Croolers es más fuerte y ágil de lo que conocíamos en Mikadea.

—¡Somos tres contra uno, jamás ganarás! —grita Ashtaria. La veo acercarse junto con Kimku, pero levanto la mano para detenerlos. Este duelo es mío.

Mi atención regresa a los ojos violetas de la figura que imita a mi amiga. Son tan hermosos como los de Klea.

—¡¿Por qué no muestras tu verdadera forma?! —le grito desde el suelo.

—Porque me conviene usar el cuerpo de la difunta —responde con frialdad.

Sus palabras hacen estallar mi corazón, dándome valor para levantarme e ir contra ella. Blando una de mis extremidades metálicas contra su cuello, pero el metal se estremece y se rompe en pedazos, perdiendo una buena cantidad de nanopartículas.

—¡Mierda, no le hice nada! —grito con amargura al ver que no le he causado ni un rasguño.

—¡Kiharu, su piel es impenetrable! —me grita Ashtaria.

—¡Ella ha consumido un Zenfrex! —añade Kimku.

—¡¿Por qué no lo dijeron antes?! —grito enfadado.

La usurpadora lanza otro puñetazo contra mi mentón, un golpe tan fuerte que me manda a volar varios metros. Ruedo sobre el suelo y termino boca arriba, con el sol incandescente dificultando mi visión y mi cabeza dando vueltas. Mientras intento recuperar la estabilidad, intento pensar en una rápida solución, pero nada se me ocurre. Estamos en graves problemas; si no podemos derribar su cabeza, ¡¿cómo demonios acabamos con ella?! No puedo hacer lo que hice con Rid, ya que no tengo conmigo el poder de la singularidad de la vida. Necesitamos encontrar otra solución.

Una sombra se proyecta sobre mi cabeza. No necesito enfocar mi visión para reconocerla: es Neefar, que aparece a mi lado en modo defensa. Me extiende la mano y me ayuda a levantarme. La miro a los ojos y veo una furia que podría arrasar con todo. Ella desintegra sus guantes y la manga de su nanotraje, dejando sus hombros al descubierto, y luego levanta la palma derecha de su mano, creando un campo de gravedad frente a ella.

Esto se va a poner muy peligroso...

—Toca mi hombro izquierdo y no te sueltes —me dice en un tono bajo. Obedezco de inmediato.

El punto gravitatorio se expande, y el dolor y el coraje, mezclados con el temor de perder a Klea, nos proporcionan una energía poderosa.

—¡Te voy a desaparecer, maldita! —grita Neefar, con el rojo de la concentración en su rostro y los brazos tensos, mostrando un esfuerzo nunca antes visto. Ella está sobrepasando sus límites.

—¡¿Qué es esto?! ¡¿QUÉ ESTÁ PASANDO?! —grita nuestra oponente aterrorizada.

Frente a la palma derecha de Neefar, se está formando un agujero negro. Todo a nuestro alrededor está siendo succionado: césped, suelo, rocas, e incluso los seres vivos más pequeños. Los talones del Crooler empiezan a deslizarse sobre el suelo, perdiendo estabilidad. Su rostro muestra pánico, y no es el único; Ashtaria y Kimku también están asustados. Ellos podrían ser arrastrados al agujero negro si no hacemos algo para ayudarles. Entiendo que estoy a salvo porque estoy tocando el hombro izquierdo de Neefar, el cual regula la gravedad y contrarresta la fuerza de su mano derecha. Trato de llamar la atención de mis compañeros y les hago señas con la cabeza para que se acerquen. Ashtaria se deja llevar por la fuerza gravitatoria y, antes de ser tragada, Neefar la sostiene con su mano izquierda, ayudándola a colocarse tras su espalda.




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