Zenfrex - El Poder De Mantenerte Con Vida

81. Una amiga sin destino

Voy corriendo por los alrededores del templo piramidal construido por Handul, sintiendo fuertes palpitaciones en el pecho y una desesperación que solo me permite pensar en encontrar a mi mejor amiga, Klea. Activo mi brazalete y hago un llamado a la nave de la fuerza armada con la que llegué. Habilito la zona de abducción y me posiciono bajo la luz de la plataforma. Mi cuerpo comienza a desintegrarse y, al instante, aparezco dentro de la nave. Me siento frente a los controles y veo aparecer a mi lado las naves de Neefar y Ashtaria, ambas activan su zona de abducción.

Ambas chicas suben a sus naves, y los tres salimos disparados bajo el radiante cielo. Nos dirigimos hacia la cueva en la aldea de los Tiakamitas, de acuerdo con la información que obtuvimos del Crooler que nos atacó hace un rato. Solo espero que Klea esté bien; si no lo está, no descansaré hasta acabar con la maldita Crooler que la mató.

Al llegar al lugar, Ashtaria es la primera en bajar por la zona de evacuación, seguida por Neefar y, finalmente, yo. Ashtaria corre con gran velocidad entre las miradas curiosas de los Tiakamitas, rumbo a la cueva al fondo de la aldea. Es la misma cueva donde los Tiakamitas plasman sus vivencias diarias con dibujos sencillos pintados con sangre animal. Neefar también corre hacia la cueva, y logra alcanzar a Ashtaria. Trato de no quedarme atrás y aumento mi velocidad para seguirles.

Entramos en la cueva y la oscuridad nos envuelve de inmediato. Activamos las linternas instaladas en nuestros brazaletes y comenzamos a iluminar cada rincón de este húmedo lugar. La oscuridad se intensifica y, aunque cada uno actúa por su cuenta, deberíamos permanecer juntos, ya que este lugar podría ser muy peligroso. Uso mi supervelocidad para posicionarme frente a ellas y alumbrarlas con mi linterna.

—¡Ashtaria, Neefar, esperen! —les grito. Ambas se detienen y me miran—. Es mejor ir juntos; no sabemos si es una trampa. Podría haber Croolers esperándonos.

Ashtaria asiente rápidamente.

—Tienes razón, es mejor ser cautelosos.

—Pero seamos rápidos, por favor. Klea puede estar en peligro… —Neefar está claramente preocupada.

—Bien, ustedes vayan en modo defensa, yo iré en ataque —ordeno. Todos cubrimos nuestros cuerpos con el metal más resistente de Mikadea.

El silencio es casi total, solo roto por el sonido del viento y las goteras de agua que caen al suelo. No hemos encontrado ninguna señal de vida, y no hay nada que nos ponga en alerta. Avanzamos con cautela, en silencio y preparados para cualquier emboscada.

—¿Sienten ese olor? —pregunta Ashtaria en un tono susurrante.

—Sí —todos nos detenemos y cubrimos nuestras narices—. ¡Es extremadamente nauseabundo!

A Neefar parece no importarle el olor y se aleja corriendo hacia el fondo de la cueva.

—¡Neefar! —trato de detenerla con mi supervelocidad, pero se pierde en la oscuridad.

Ashtaria y yo levantamos las linternas y comenzamos a explorar el lugar. No pinta bien: frente a nosotros, notamos dos rutas. No sabemos cuál ha tomado Neefar, y tal vez ella misma no se dio cuenta de este detalle.

—¡Maldición, Neefar!

—¡Neefar, ¿nos escuchas?! —Ashtaria la llama, pero no obtenemos respuesta.

Las acciones de Neefar no son las habituales; entiendo que se arriesgue por su amiga, pero me preocupa que esté sola en un lugar como este.

Un grito ahogado en llanto resuena como un eco, recorriendo las paredes de la cueva y zumbando en mis oídos. Reconozco el grito de Neefar, y con gran espanto, miro a Ashtaria. Ella, sin perder tiempo, me toma del brazo y me arrastra hacia una de las rutas, aparentemente la dirección de donde provino el grito.

—¡Neefar, ¿dónde estás?! —grita Ashtaria mientras seguimos corriendo, intentando soportar el nauseabundo olor a carne podrida.

La luz de mi linterna encuentra a Neefar. Está sentada en el suelo, paralizada, con su linterna alumbrando temblorosamente un bulto en un charco de lo que parece ser agua.

—¡No puede ser… ¡¡NO!! —el llanto de Neefar me aprieta el corazón de manera asfixiante, hasta el punto de marearme.

No estoy seguro si esta debilidad es por el fuerte olor o por aceptar que he perdido a Klea. El llanto desgarrador de Neefar indica que ha encontrado a su amiga, y nada parece estar bien. ¿Será que todo está perdido? Me cuesta aceptar que los Croolers conocían el poder de Handul y sabían cómo evitar que la reviviéramos.

Klea… podría estar decapitada…

Avanzo con gran temor y pasos lentos hacia donde está Neefar, esforzándome por no mirar directamente el cuerpo decapitado. El solo pensamiento de que realmente es mi amiga, que el nauseabundo olor proviene de ella y que las lágrimas de Neefar representan la pérdida irremediable de su mejor amiga, me resulta insoportable. Me agacho junto a Neefar y la abrazo por los hombros, sin pronunciar una palabra. Bajo su linterna para que deje de iluminar el cuerpo sin vida. Recuesto su cabeza sobre mis hombros y comparto su dolor en un silencio abrumador, cerrando los ojos para dejarnos llevar por el llanto. Evito mirar el cuerpo de mi amiga, aferrándome a la imagen de su sonrisa traviesa y la alegría que solía aportar a nuestros días.

Oh, Klea… Lamento tanto no haberme dado cuenta de que no eras tú.

—Kiharu…, Klea está… —Neefar intenta hablar entre el llanto, pero su dolor la interrumpe y sus palabras se desvanecen en sollozos incontrolables. El peso de la tristeza es tan grande que apenas puede expresar lo que siente. La abrazo con más fuerza, tratando de ofrecerle alivio y consuelo en medio de su sufrimiento. Sin embargo, el nauseabundo olor a descomposición que llena la cueva comienza a hacerse insoportable, penetrando en nuestros sentidos y haciendo que el aire sea cada vez más irrespirable. La realidad del entorno se hace presente, obligándonos a abandonar el lugar, a pesar del dolor que ambos sentimos. Mientras Neefar sigue llorando y su cuerpo tiembla en mis brazos, sé que debemos dejar atrás esta horrenda escena. La desesperación se mezcla con el temor a que el ambiente insalubre pueda afectar aún más nuestras fuerzas. Sin soltar a Neefar, comienzo a levantarla del suelo, el sentido de urgencia y el lacerante olor exigen que salgamos rápidamente de la cueva.




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