En esta tarde, el cielo se viste de un gris profundo y denso, cubierto por una capa de nubes que presagia tormenta. La fría brisa sopla con una intensidad que parece anticipar el furor de una tormenta inminente. Los relámpagos empiezan a iluminar el horizonte, advirtiéndonos de que el clima empeorará. Debemos apresurarnos; la ceremonia debe concluir antes de que el tormentoso aguacero nos sorprenda. Mantengo la esperanza de que todo se resolverá antes de que el clima se torne completamente adverso.
—Esta es una noche oscura —comienzo a decir, mi tono cargado de tristeza—. No solo el cielo está gris, nuestros corazones también lo están. —Volteo la mirada hacia la fila de la élite formada detrás de mí, ver el espacio que Klea ocupaba en la fila me parte el alma—. No hace falta anunciar la pérdida de un miembro de la élite. Todos ya deben haber notado el vacío que dejó nuestra querida Klea. Ella nos ha dejado en medio de una misión, perdió la vida en el fragor de una batalla.
El público comienza a inquietarse, y todo gracias a mi problema de comunicación. La noticia de la amenaza de los Croolers y la reciente muerte de Klea solo fortalecen los rumores que ya circulaban desde la muerte de Polh. El ambiente está cargado de tensión, y creo que es hora de decirles la verdad para que estén más alerta.
—¡Por favor, silencio! —ordeno con firmeza, tratando de recuperar el control.
—¡¿Qué está pasando?! —exclama el público en un clamor eufórico—. ¡¿Por qué tantas muertes?!
—¡Señores, por favor, clamen y escúchenme! —imploro, mientras la multitud comienza a calmarse—. Les contaré toda la verdad sobre la muerte de Klea... Los responsables han sido los Croolers. —El público se altera nuevamente, así que elevo mi voz para ser escuchado—. Los Croolers están aquí en Tiakam. Su evolución en este planeta ha tomado un rumbo muy diferente al que conocíamos en Mikadea. Ellos tienen la habilidad de cambiar su apariencia y cuerpo, por lo que podrían estar a su lado y no notarlo. Mantengan la guardia alta y, si ven sangre verde, no duden en alertar a la élite.
La agitación del público sigue dificultando mi discurso, obligándome a hablar más alto de lo que desearía.
—¡Señor Kiharu, busquemos otro planeta!... ¡Debemos huir ya! —gritan varios.
—¡No permitiremos más bajas! —respondo con firmeza, logrando que la mayoría se calle—. Les aseguro que ya estamos trabajando en un plan de defensa.
»Perder a Klea ha sido un golpe muy duro. La extrañaremos profundamente durante mucho tiempo; será una ausencia eterna. Cada vez que miremos al cielo, recordaremos su rostro. La brisa nos recordará su aroma y cada gota de lluvia nos hará pensar en su sonrisa.
»Mikadea se despide de ti, Klea…
»Una Mikadeana optimista ha perdido la vida intentando cumplir con su deber. Donde sea que esté su alma —mi voz se quiebra—, siempre la recordaremos con la palabra "optimismo".
Optimismo. Esa era la palabra que Neefar eligió para describir a su mejor amiga. Una mujer que nunca se rindió, que siempre encontraba lo positivo en la vida y alegraba los días de los demás, sin importar cuán grave fuera el problema. Klea fue una gran persona y una excelente amiga.
La ceremonia llega a su fin, y la multitud comienza a dispersarse, regresando a sus residencias. La tarde se vuelve más fría, y las gotas de lluvia empiezan a caer, haciendo que varios miembros de la élite aceleren el paso hacia el interior del Dominio Élite. Sin embargo, yo estoy tan abatido que no me importa si me empapo, me dirijo hacia el interior del edificio a pasos lento.
—Al menos esta lluvia refrescará nuestros sueños —comenta Rauzet mientras pasa a mi lado, trotando hacia la entrada principal.
—¿Tú sí puedes dormir? —murmuro, desalentado.
—Tendrás que encontrar la manera de hacerlo —dice Ashtaria al unirse a mí—. Recuerda que mañana vamos al planeta vecino y debemos estar preparados para lo que venga.
—¿Cómo se supone que voy a dormir si cada vez que cierro los ojos veo el rostro de Klea?
—Yo... —Ashtaria hace una pausa, y sus ojos se llenan de lágrimas—. Me siento algo culpable por su muerte.
Sus palabras me detienen en seco.
—¿Qué estás diciendo?... ¿Por qué deberías sentir culpa? —pregunto, confundido.
—Porque mi muerte hizo que Klea llegara a la Élite. Si yo hubiera sido más precavida, ella estaría tranquila en Mikadea.
—Es una tontería pensar así —le tomo las manos y las aprieto con firmeza—. Klea siempre quiso ser parte de la élite; ella logró su sueño. No tienes culpa alguna. Los responsables de su muerte son los Croolers, y solo ellos son culpables.
—Bien… —con delicadeza, se suelta de mi agarre—. Gracias por tratar de animarme.
—Somos como hermanos. ¿Cómo no iba a tratar de hacerte sentir mejor?
Ashtaria sonríe levemente antes de desviar la mirada.
—Creo que deberías ir con Neefar y pedirle algún medicamento para dormir, lo vas a necesitar para estar al cien por ciento mañana.
—Tienes razón —miramos a nuestro alrededor—. ¿Neefar ya subió al dormitorio?
—No estoy segura, no la he visto entrar… —se queda pensativa, luego levanta la vista y me mira—. ¡Tienes que encontrarla! Tal vez fue a buscar al Crooler.
—¡Maldición!... Puede que tengas razón. Ella no ha estado bien.
—Cuando la encuentres, asegúrate de que sea de sangre roja. Debemos actuar rápido. Yo la buscaré en tu habitación, y tú revisa los alrededores.
—¡Entendido! —la dejo en la puerta del Dominio Élite y salgo corriendo hacia el centro médico, el segundo lugar donde podría estar. Intento contactarla desde mi brazalete, pero Neefar no responde.
«Neefar, no pongas en riesgo el lugar que he llegado a amar: a tu lado».
Con el corazón acelerado, corro bajando la larga escalinata del Dominio Élite. La tarde se ha oscurecido aún más; las nubes negras han intensificado la lluvia que cae sin cesar, presagiando que la tormenta está a punto de desatarse. Neefar debería estar refugiada en algún edificio, no en el exterior bajo esta tormenta. Quizás está en el centro médico del asentamiento, así que acelero mi paso con la supervelocidad hacia allí. Al llegar, empujo la puerta con desesperación y entro rápidamente, encontrando a la única enfermera que suele recibir a los pacientes. Ella me mira con extrañeza.