Una gran inundación acabará con toda la vida que habita en aquel continente. El primer asentamiento y todo a su alrededor será arrasado por el mar. La idea de Handul es la siguiente: desde lo más alto del cielo de Tiakam, Neefar creará un campo gravitatorio alrededor de una de las naves de la fuerza armada, tal como lo hizo cuando nos rescató de morir estrellados en Vezto. La gravedad levantará parte del océano y lo arrastrará, como una gran ola, hacia la costa del continente. Esto será mortal para la raza tiakamita. No puedo permitir que nuestros actos sean los causantes de una extinción.
Neefar no puede negarse, nadie lo hace. Ella se levanta de su silla y, al igual que Ashtaria, sale sumamente molesta de la sala de reuniones. La sigo, porque no soporto escuchar más de los atroces planes de Handul.
—¡Neefar, espérame! Hablemos —grito mientras trato de alcanzarla por los pasillos de la nave nodriza.
Neefar detiene sus pasos y se vuelve buscándome. Fija su desilusionada mirada sobre mí.
—Aborrezco a tu hermano, ¡lo detesto! —estalla en rabia.
—Mi hermano es despreciable, lo sé —afirmo mientras camino hacia ella—… Es tan peligroso como un agujero negro. Todo lo que descubre lo destruye.
—Haz algo… También eres un príncipe —suplica, agarrándome de las manos—… Tienes autoridad al ser de la realeza, puedes hacer cosas que no cualquiera podría.
—Sabes que no podemos intervenir en algo que ya ha sido aprobado por la élite.
—¿Y si no intervenimos? ¿Y si ayudamos a los tiakamitas a sobrevivir?
—Sobrevivir… Claro.
Sin soltarle de las manos, jalo de ella y la llevo conmigo.
—¿Qué… qué haremos? —me pregunta mientras avanzamos por los pasillos.
—Hablaremos de esto en un lugar privado.
Activo el sistema de transmisión de mi brazalete y trato de contactar a Ashtaria, pero parece estar fuera de rango.
—Ashtaria no está en la nave, ni tampoco en Tiakam… ¡Maldición!
—¿A dónde crees que haya ido?
—Lo más seguro es que esté buscando a Trox.
¿Quién mejor para detener los planes de Handul que Trox? Él podría ir con todo un ejército para impedir que Neefar cometa tal matanza, y eso me asusta, porque Neefar no es culpable de lo que le están obligando a hacer. Solo espero que Ashtaria no llegue a empeorar las cosas, no quiero que Trox vea a Neefar como su enemiga.
Al entrar a nuestra habitación, aumento la intensidad de las luces y tomo asiento en uno de los sofás. No suelto sus manos, porque quiero que se mantenga fuerte, que no pierda las esperanzas.
—Así como lo has dicho, vamos a ayudarles a sobrevivir.
—¿Y cómo lo haremos? ¿Los llevaremos al otro continente?... Son demasiados tiakamitas.
—Son demasiados, pero podemos hacerlo.
—Ah, ¿sí?
—Sí. Esto es lo que probablemente pase cuando Ashtaria llegue al planeta Maxil: se reunirá con los gobernantes de yowtas y les informará de los planes de Handul. De seguro ellos vendrán a la nave nodriza a atacarnos e impedir la extinción de su raza.
—Esto se hará más grande: yowtas, croolers, tiakamitas y mikadeanos en una misma guerra.
—Exacto, y los yowtas ya deben estar preparándose. Nosotros también deberíamos.
Los yowtas no tienen necesidad de venir con sus naves, porque Trox puede teletransportarlos al instante. Y todo pasará muy rápido; solo bastará que Ashtaria toque el suelo de Maxil y les alerte; es cuestión de minutos.
—Debo bajar a Tiakam y advertir a Nod de lo que va a pasar para que logre reunir a sus mejores tiakamitas.
—Los más nobles y de buen corazón, obvio, comprobando que todos sean sangre roja, por favor —Neefar enfatiza en las cualidades que debemos salvar.
—Claro, yo me encargo de explicarle.
—Por cierto, Kiharu, lleva contigo aquella nave que cuenta con el laboratorio genético integrado, la que yo normalmente usaba para experimentar con los tiakamitas. En esa nave hibernan una gran variedad de seres de bajo nivel evolutivo que pueden ser despertados y liberados en Tiakam. Solo así, regresando a su naturaleza habitual, Nod y su gente podrán continuar sus vidas. Así que, luego de que pase la inundación, programa la nave para que desactive la hibernación.
—Cierto, la coexistencia con otros seres vivos es muy importante para su sobrevivencia.
—Así es.
—Neefar, también necesitaré que envíes una nave a buscarme, porque no podré ir con Nod. Tengo que regresar aquí para ayudar a detener a Trox.
—Claro, no te preocupes. No permitiré que mueras ahogado, quédate tranquilo… —de repente, se escucha el sonido de una notificación en su brazalete. Frente a su rostro se despliega el holograma de un mensaje—. Es Handul, debo ir con él —se levanta del sofá y, antes de que dé su segundo paso, la vuelvo a sujetar de la mano para detenerla, como si presintiera que algo malo podría pasarnos. Temo dejarla ir.
—Ten mucho cuidado, Trox es un demente y un despiadado.
Neefar me asiente mientras busca tranquilizarme con una alargada sonrisa. Ella posa su otra mano sobre la mía y, con sutileza, se desprende de mi agarre. Solo me queda verla atravesar la puerta de nuestra habitación mientras desaparece de mi vista.
«Espero que el futuro aguarde más tiempo para nosotros».
Estoy seguro de que a Trox se le hará fácil encontrar a Neefar debido a la atracción de ambas singularidades. Él tratará de aniquilarla, por más inocente que sea; no creo que se arriesgue a dejarla con vida al saber cuál es su misión. Por tal razón, necesito actuar rápido; mientras más pronto prepare a los tiakamitas, más tiempo tendré para regresar a protegerla.
Salgo de mi habitación a pasos acelerados, rumbo a la plataforma que cuenta con los hangares de la flotilla mikadeana.
Me parece extraño que, frente a la entrada de la plataforma, estén dos mikadeanos de la fuerza armada.
—Señor Kiharu, ¿qué le trae por acá?
—Solo necesito que me den permiso para pasar —respondo mientras intento pasar entre ambos, pero me cierran el camino usando sus cuerpos.