Zombie Queen

Navegación bajo la luna roja: III.- IV.

III

Las personas ahora tomaron sus teléfonos y empezaron a chatear o hacer llamadas. Esto es el fin. Ya nada es como antes y eso pensaría con la suficiente conciencia moral si ella fuera diferente a ellos, Thabie también tenía sus adictivas aplicaciones dentro de su móvil.

—Bueno, creo que ya está un poco mejor—dijo ella en tono sofocado por el calor, tomó su abanico y empezó a moverlo.

—Gracias, no sabes cuánto me has ayudado en estos dos días…

—Ni lo digas, eh pero alégrate, estas soltera.

La luna roja brillaba ahora con más intensidad, era como avistar a lo lejos una mancha de sangre embadurnada en el vasto cielo oscuro y dimensional.

—Se les comunica desde la cabina que hay algunos desvaríos, por favor no se preocupen si hay algún movimiento o sacudida—anunciaba una voz desde los parlantes y la música siguió en el mismo nivel de sonido.

La gente siguió con lo suyo.

—Creo que iré a comer algo, sabes. Desde el mediodía que muero de hambre. Todo por el inútil de mi marido—Thab sonrió, puesto que su marido era un viejo que intentaba ser algún tipo de galante—Así me gusta, vez. Sonríe, tienes una sonrisa muy hermosa—aclaró—ah, bueno. Te espero en la mesa.

Se levantó y caminó con los apretados tacones blancos.

Observó de manera panorámica, y entonces escuchó un pequeño sonido muy agudo y luego gritos, al parecer de la cabina.

Algunos alzaron la mirada al techo y otros comentaban.

Lo que se oía era desgarrador, el hombre que hace un momento les había hablado ahora gritaba, y al parecer golpeaba a sus compañeros.

Luego se cortó y soltó un estridente chirrido. Este era tan agudo que se tuvieron que tapar los oídos cayendo de rodillas.

Las luces se apagaron y todo quedó oscuro hasta que las de emergencia se encendieron, estas con menos luminosidad. Todos hablaban, que estaba sucediendo, que pasó…

Una mujer recibió una llamada y al contestar se quedó mirando a la nada, otros también recibían llamadas o las hacían por los nervios, mientras que los que llevaban audífonos también quedaron igual. Petrificados.

Nadie los tocó, pero decidieron alejarse de los que yacían de esa manera. Eran muy pocos los que no estaban con sus móviles, y entre ellos estaba Thabie.

Cuando dieron unos pasos, las personas que yacían quietas empezaron a agitarse violentamente, una señora gritó desde más allá y empezó todo.

Thab se levantó y subió las escaleras hacia la puerta quedaba con el pasillo.

Antes de cruzar el umbral, volvió a mirar. Ésta vez casi todos enloquecían, se golpeaban contra las paredes, se golpeaban entre sí, se daban mordiscos arrancando la carne de los cuerpos. Martha estaba en una esquina del salón, rodeada de varios hombres que alzaban sus brazos ensangrentados en dirección a ella. Lo último que vio en sus labios fue la palabra “corre”, y los hombres la atacaron con voraces mordidas.

IV

—¿Hija…que haces aquí?—preguntó mientras se abrochaba la camisa y se acomodaba el pantalón.

—Dónde está mamá, quiero a mamá.

Olga empezó a lagrimear.

—Creo que fue un mal momento—comentó la mujer arreglándose el vestido por sobre los hombros.

—No, no no…—se acercó a la pequeña y se arrodilló—Olga quiero que regreses con tu hermano, yo voy a llamar a tu mamá.

La pequeña la miró con algo de incertidumbre que se confundía con su tristeza,—¿me lo prometes?—dijo Olga aferrándose a su pijama.

—Sí, ahora ve.

Ella regresó con paso lento y cerró la puerta, Emil la tomó del brazo y trató de llevarla al baño, ahí lo harían sin problema alguno. Sin embargo algo sacudió al gran barco y las luces parpadearon por un instante.

—¿Qué fue eso?—preguntó la mujer.

— No lo sé, debe haber sido…

Entonces escucharon gritos provenientes desde el salón, y luego pasos de personas que corrían presurosas. Los dos se quedaron quietos. Solo cuando su segundo hijo gritó algo hacia ellos el silenció se rompió.

—¡Maldita perra¡

La mujer se volvió para quedar en shock por las palabras que decía aquel niño que debía tener tan solo ocho años.

—Que acabas de decir Marlom.

—Que ella es una maldita perra, una estúpida malparida.

—De dónde aprendiste a decir eso—preguntó Emil, eufórico.

—No importa, eso no importa, claro. Como siempre te ocupas de tus jodidos amigos y tus putas baratas.

—¡DEJA DE HABLARME ASÍ!—gritó Emil dándole una bofetada en el rostro de Marlom. Era suave, como los glúteos de un bebé.

—Eh, Emil cálmate por favor, algo sucede allí afuera.

—NO, EL DEBE APRENDER QUE ESTO ESTA MAL, no puede faltarme el respeto.

Cuando estaba a punto de tomarlo del brazo y llevarlo a la fuerza hacia el camarote, fueron interrumpidos por la presencia de Thabie, que corría con los zapatos en la mano.

—¿Que sucede Thab?

—Cierra el hocico y no toques a mi hijo—se lo quitó de las manos—quien es esta, una de tus perras.

—Oh, veo de donde aprendió a decir tales cosas—respondió la mujer.

—Eso no importa, ahora lo que importa es escapar de aquí.

—Y eso por.

—Mira estúpida, que no estés al tanto de lo que pase a tu alrededor perdiendo el tiempo con inútiles como este no es mi problema, entérate por ti sola. Ve, y disfruta del show.

—Pero que es lo que pasó—preguntó Emil.

—No lo sé, las personas se volvieron locas, unas golpeaban a otras, las mordían, era un infierno.

—Hablas enserio, que hacemos aquí, pueden entrar en cualquier momento.

—No, atranqué la puerta que dirige hacia aquí, y no pueden pasar, por lo pronto.

Thabie miró a la mujer y luego a su ex marido, —Dios, no podías encontrar algo mejor —comentó mientras entró al camarote de sus hijos y despertó a Olga.




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