1
- ¡Atención a todas las unidades, un robo se está produciendo en la Avenida Wasa de Distrito Forestal! –
La radio seguía emitiendo la información para los oficiales. Dos asaltantes, al parecer, ambos depredadores. Por lo que sabían, no tenían rehenes. La mayoría de las patrullas de la ZPD estaban concentradas en los distritos Este de Zootopia, quedando solo unas tres para tomar en sus patas el problema que se presentó. Judy fue una de las primeras en contestar. No tardaría en llegar puesto que ya estaba en Distrito Forestal, pero aún no podía llegar al lugar debido a Nick, quien, en uno de sus imprevistos descansos, bajó de la patrulla para traer café.
- ¡Nick, nos necesitan, ya deja eso!
- Relájate zanahorias, con tu habilidad al volante necesito estar despierto.
Judy no supo si sentirse halagada u ofendida. De todos modos, Nick solía molestarla juguetonamente desde que se habían convertido en compañeros. La radio volvió a lanzar la alerta, los asaltantes terminaron el robo y estaban subiéndose a una motocicleta. Judy ya no soportaba esperar, dio marcha sin importarle Nick. Este al ver que su compañera se iba, dejó a la jirafa en su puesto aun haciéndole su café. Eligió comprar ahí para incomodar a Judy. Sabía que no era paciente ni menos cuando algo muy importante se presentaba. En fin, la coneja no aceleraba para dejarlo atrás, pero si para apurarlo. En dos ocasiones cuando estuvo a punto de alcanzar el auto, pisaba el acelerador para molestarlo. Nick le dio una mirada seria cuando logró subir, recibiendo de Judy una mirada pícara que luego se transformó en determinación. Nada los detenía ahora. Su vehículo rugía entre los demás que se hacían a un lado al escuchar la sirena detrás. El camino parecía corto ante la velocidad con la que se movían, la tardanza no era más que una palabra molesta para cuando estuvieran ante la escena del crimen que poco a poco aparecía ante ellos.
2
Las manos de la nutria estaban todavía levantadas cuando el lemming enmascarado apuntó con una pistola paralizante. El arma podía parecer inofensiva, el dueño pudo haber distraído a su atacante y encaramarse para quitársela. Desechó esta idea al ver a su compañero, un león con máscara vistiendo al igual que el hámster chaquetas de moteros con un logo en sus brazos de unos huesos cruzados que entre cada espacio, había una calavera de distintos animales.
- ¡Pon el dinero en la bolsa viejo, y que sea rápido tenemos prisa! – dijo el pequeño lemming sosteniendo con dificultad el arma.
La nutria no quería mas problemas de los que encontró apenas abría su tienda de electrónicos a las 11:33. Sin previo aviso, le habían caído encima como abejas a la miel. El león apenas entró puso una bolsa en el mostrador mientras cargaba al dueño para dejarlo detrás de este y que comenzara a llenarla, sabiendo que su compañero lo vigilaría de cerca. El lemming, sin embargo, parecía más peligroso que el mismo león.
- ¡Oye Bill! El dinero que guarda este viejo solo son 32 billetes – notó el león quien podía mirarlo desde más altura.
- ¡No menciones mi nombre Willer! Digo, ¡Bill! ¡No! ¡Hank! ¡Rayos!
El lemming dio algunos pasos para asegurarse, en efecto, solo era esa cantidad. La bolsa que trajeron costaba más que eso. El sonido del arma dio un clic, haciendo temblar al dueño del local.
- ¡Llénalo con todo el dinero!
- Es…todo lo que hay. Retiro el dinero ganado en el día y lo llevo a mi casa. Esto es solo para tener cambio…- confesaba temblando sin dejar de mirar a Bill apuntándole.
El robo le pareció ridículo al propio lemming, quien alejaba su arma para golpearse la cara y recordar que Willer fue el que dio la idea para atracar cuando apenas abriera el local. La cara del león palideció al darse cuenta que su compañero estaba molesto. Arrugó la nariz y dibujó una sonrisa en su rostro intentando amortiguar el enojo que demostraba con sus ojos afilados. A raíz de esto, Bill miró a su alrededor. Si bien Willer falló en su idea de robar el dinero de la tienda, tenía un punto de apoyo a su favor, estaba llena de televisores y computadoras. La estimación que pudo hacer sin perder más el tiempo fue de al menos 2500 billetes si los vendían clandestinamente. Bill ordenó a Willer sacar la mayoría de aparatos que pudieran entrar en el bolso. Después de un rato, varias computadoras estiraban la bolsa como si estuvieran tratando de salir al amontonarse con desorden.
Bill ya recuperaba su felicidad cuando era cargado por Willer hacia la salida de la tienda. El piso retumbaba a cada paso del león. La nutria habría preferido ser asaltado al menos por un cerdo viendo como el desorden se apoderaba de cada estantería en que fue arrebatada su mercancía. Ambos asaltantes abrieron la puerta cuando el ruido de la alarma se disparó. Bill casi cayó del hombro de Willer al sobresaltarse del miedo. Sin aparecer ante la vista del dueño, se dirigió a paso tranquilo hasta el mostrador. El salto que profirió no ayudó a quedar frente a la nutria, pero sí para pedir ayuda a Willer que levantaba su pata para dejarlo en su lugar. Las patas tendidas de la nutria no solo temblaban cuando el enojo de Bill era notable, sino que también luchaban por permanecer extendidas a causa de la edad.
Editado: 03.03.2020