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- ¡Lleven los extintores al sector este! ¡Rápido!
Lo que diferencia a toda especie evolucionada es con toda certeza, su habilidad para razonar y tomar decisiones. La edad de piedra fue una época de cambios en el mundo, animales antes enemigos, unían sus fuerzas a fin de sobrevivir a los cambios más notorios ocurridos en el planeta. Terremotos, tsunamis, erupción de volcanes, etc. Cada especie en ese tiempo prefería establecer una comunidad en la cual las condiciones de la zona, temperatura, habitantes, comida, etc. Permitiera un periodo de supervivencia extenso y próspero. ¿Por qué digo todo esto? Porque a pesar de evolucionar y cambiar muchos aspectos en la sociedad, hay algo que aún se mantiene y ese algo es el pensar y ayudar a otros en necesidad. Y es mucho más notorio justo ahora cuando los guardias centraban su atención en sacar a los animales de entre el humo y escombros en las celdas. El estallido retumbó en toda la prisión hasta sus alrededores, notándose el movimiento de las tranquilas aguas por la vibración en la tierra, los árboles situados en los laterales del establecimiento con algunas hojas cayendo con lentitud y los animales en la calle intentando sujetarse de lo primero que estuviera cercano para no caer con torpeza. Judy solo pudo pensar en una cosa tras sentir el temblor; una bomba. ¿Posible intento de escape? Una idea absurda tomando en cuenta la liberación de los reos. Corrió junto a Bogo entrando en la prisión, chocando con varios guardias que no escatimaban en ver a la coneja buscar más respuestas de lo sucedido. El jefe de guardia, un elefante llamado Bob Bigstep, llevó a ambos oficiales por los pasillos mientras pasaban varios reos siendo escoltados. La coneja pudo notar polvo y heridas en el cuerpo de los animales, lo que hacía aumentar su sospecha de una bomba. Bogo no se quedaba atrás con esa idea, sus años de experiencia fueron los primeros en advertirles de esa posibilidad. Las miradas cruzadas de vez en cuando con Judy les daba a entender que pensaban igual. Pronto aquel pasillo parecía ocultarse entre una neblina. Judy y Bogo no pudieron aguantar la tos, inclusive sus ojos se empeñaban en ver el camino. Bob estiró su pata deteniéndolos y retrocediendo unos pasos. Al cabo de un rato, uno de los guardias les proporcionó máscaras antigás, facilitando su avance más no su visión. Tras pasar una puerta, el caos formó parte del lugar. Varios reos parecían haber caído del segundo piso, sobre ellos, escombros de hormigón los apresaban contra el suelo casi asfixiándolos de no ser por la ayuda de los guardias. Estos tampoco se salvaban de los daños, esta demás recordar que en las prisiones se realizan rondas de guardia en los pasillos de las celdas tanto del primer como segundo piso. La mala suerte de un carnero fue el de estamparse contra las escaleras y perder el conocimiento al instante. Debido a la cortina de humo, sus compañeros no podían verlo, no fue hasta la aparición de Bob Bigstep que pudo notarse al pobre animal. Lo más notable para Judy era el calor emanado al subir las escaleras. A diferencia del primer piso, en donde el ambiente parecía cálido, la segunda planta desprendía una temperatura casi insoportable al combinarse con el polvo y la espesura de este. Luces parecían salir de una celda, resplandecían cambiando su tonalidad e intensidad todo el tiempo. Otra vez la temperatura aumentó y Judy pudo ver las llamas. Los aspersores de incendio no estaban funcionando, Bogo se lo comentó a Bob, quien se abstuvo de activarlo de momento para evitar más accidentes al sacar a los prisioneros. El caos no solo se debía al estallido y al humo circuncidante sino también al correteo incesante de los animales intentando desobedecer las reglas. Al momento de ocurrir el estallido, la curiosidad fue la primera en ganar terreno. Reos buscando el detonante o mejor aún, alguna salida que haya provocado. Ese día algunos animales corrían con suerte al salir de prisión por buen comportamiento, todos los demás pensaron utilizar esa oportunidad ofrecida con solo sentir el estruendo. Paraban a los guardias, se peleaban entre ellos e inclusive se lanzaban a las llamas en vano. ¿Por qué en vano? Porque al entrar solo unos segundos en ese cuadrado llamado celda, solo había un fuego intenso y sofocante. La huida ya no era una opción, preferían recibir el apoyo de los guardias al ver las heridas provocadas por su desesperación, pero algunos seguían con la idea de crear un escándalo. Con uno de estos animales se topó Judy quien, con el humo en contra, vio aparecer una figura frente a ella. Era un cerdo, tenía varios rasguños y quemaduras en sus patas. La coneja vio la ropa pegada a su piel y sintió repulsión, contendiéndola al ver la situación actual. ¿Estaba dentro de esa celda? Se preguntó Judy buscando con la vista a Bogo. La expresión del cerdo no era de miedo o sufrimiento, avanzaba con lentitud sonriendo a cada paso, parecía convertir el dolor en fuerza para seguir erguido. Tosía, pero sus pulmones se acostumbraron al humo y su voz sonaba ronca al dirigirse a la oficial.
- Es magnífico, magnífico en verdad, ¿no lo cree oficial?
Judy no contestó, se quedó absorta mientras aquel cerdo seguía acercándose. Ahora vio locura en sus ojos, su cuerpo se abalanzó hacia ella con las patas extendidas. El instinto la ayudó a esquivarlo, incluso al reaccionar se preguntó como lo había hecho. El animal se veía débil y su visión parecía fallar puesto que buscaba a la oficial tras su arremetida. Una barrida a las patas lo hizo caer, pareció tranquilizarse al quedar tendido en el suelo. Judy llamó a Bogo quitándose la mascarilla, llegando este en auxilio.
Editado: 03.03.2020