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—¿Qué quieres decir con eso Bellwether? —preguntó Nick tras la celda de aislamiento.
La ayuda de Bogo había sido imprevista. Con aquella llamada, Judy le explicó lo que hizo Bogo por ellos, y no desperdiciarían los minutos que les concedió. Ambos se acercaron al mostrador informando que debían entrar a la prisión. En un principio, el carnero se negó debido a los problemas que estaban enfrentando desde el estallido del lunes. Al parecer los Depredadores no estaban obedeciendo las reglas y en esa mañana tenían a algunos llenando la sala de aislamiento. La otra razón era por el permiso que necesitaban del mismo jefe de guardias Bob Bigstep. Nick le explicó que hablaron con el elefante el día de ayer y este les permitió ir a sus anchas por el lugar. No era algo creíble, para nada. El carnero estuvo dubitativo por unos momentos, Bigstep no era capaz de semejante trato. Excepto con la oficial Judy Hopps, aquella coneja que resolvió uno de los crímenes más difíciles de Zootopia. Pero no era suficiente y miró la información en pantalla de su computadora y entendió que no debía perder más el tiempo, ni menos hacer perder el de ambos oficiales. Acercó a un guardia al mostrador y le pidió que los escoltara por los lugares que ellos quisieran. ¡Aleluya por el renombre! Eso pudo haber dicho Nick, pero ahora estaba centrado en el plan que tendría Judy, al fin y al cabo, él no tenía ninguno. La oficial coneja pidió que los llevaran hasta la oficina de Bob Bigstep, con la excusa de la información dejada en su escritorio para el uso de ellos ese día. El guardia no tardó en guiarlos subiendo las escaleras a un lado del mostrador hasta una puerta de cara al sector Oeste. «No quieres despegar tu vista de ellos, ¿verdad Bob?» pensó Nick mientras el guardia abría la puerta. La oficina era parecida a la de Bogo, pero los muros tenían ventanas a su alrededor que daban una excelente vista al ala de los Depredadores. Judy no había pensado en el siguiente paso, lo ideal era investigar la oficina, pero con el guardia presente sería imposible. Debieron agradecer los problemas que un tigre estaba ocasionando en su celda, llamando al vigilante que les asignaron. El zorro rojizo bromeó con quedarse quietos, como si eso los detuviera. Una de las ventajas que tenían era su tamaño. La oficina estaba pensada para un animal grande como el mismo Bigstep, por lo que ver desde afuera hacia dentro, no podrían notarse los movimientos de los oficiales.
—Bien zanahorias, creo que debemos darnos prisa si no queremos ser agarrados in fraganti.
Judy sonrió.
—Es cierto—dijo empujando a Nick fuera de la oficina. El zorro rojizo se quedó pensativo en el marco de la puerta—. Cubriremos más pistas si nos separamos, intenta hablar con los reos o los guardias de la prisión y ve que puedes conseguir. Se te da bien engañar a la gente—finalizó sonriendo con picardía.
—Coneja muy astuta—concluyó Nick bajando las escaleras hacia el sector Oeste.
Pasó de largo al carnero en el mostrador, quien lo miró y no dijo nada. Su trabajo esa mañana parecía más importante que ser vigilante. Eso mejoraba las cosas. Nick se terció con otros guardias por el pasillo. Sus miradas estaban entre el desprecio y la indiferencia. Muchas horas cuidando a los Depredadores les hacían dudar de cualquiera con el que no estuvieran familiarizado. Detuvieron a Nick, quien sonreía con picardía saludando con señas al intentar avanzar otra vez. Se veía que no tenían buen sentido del humor. El tiempo de Bogo estaba corriendo. Ser retenido era un riesgo que estaba dispuesto a correr, pero no por el hecho de ser un Depredador. Se irguió frente a ellos para mostrarles su placa. «El trabajo les está nublando el juicio muchachos» bromeó sin recibir sonrisas, aunque logró deshacerse de los guardias, tampoco es que quisieran correr también el riesgo de molestar a un policía en su investigación. Nick continuó andando y pronto llegó a las puertas del sector Oeste, ingresando con el temor de que los reos se enojaran por su presencia. Nick no era sentimental, pero tampoco tenía un corazón de piedra. Sabía que sería el responsable de ocasionarles daño, pero no podía quedarse quieto, el tiempo apremiaba. A pesar de sus pensamientos, algunos sonidos de estática se escucharon al dar los pasos decisivos. No fueron muchos, eso ayudaba. El área estaba bien iluminada, las luces en cada piso permanecían apagadas para ocupar la luz natural que les proporcionaba el sol esa mañana entrando por el vidrio en el techo. Nick no había notado en su anterior visita la suciedad en el lugar. Parecía que el conserje no hacía su trabajo como era debido, manchas de líquidos pegados al suelo, papeles desparramados y envoltorios de comida recorrían el primer piso. Aunque evitara ese detalle, el sector Oeste no estaba desprovista de problemas. Vio al escolta que les asignaron forcejear con el tigre en el segundo piso al recibir la llamada de auxilio. La fuerza del reo superaba con obviedad a la de los guardias. Nick admitió la resistencia demostrada por aquel tigre, el collar sonaba cada segundo emitiendo chispas, y este seguía sin doblegarse. Le dolió el cuello con solo verlo. Necesitaron patas extras para someterlo contra la pared y esposarlo como era debido. Nick no dejó pasar los golpes que recibía después de haber contenido la situación. Cada “martilleo” y “porrazo”, eran acompañados de risas y comentarios de satisfacción. Bigstep les dejaba mucha libertad, no creía que se atrevieran a actuar así si su jefe no lo permitía. El reo seguía dolido y no le dejaban descanso todavía. Nick se acercó a la escalera con la intención de interrumpir, pero eso significaría que el guardia volviera antes a la oficina. Era maquiavélico de solo pensarlo, la golpiza del reo le permitía tiempo adicional a Judy. Dejó pasar su rabia y retrocedió de espaldas, quería dejar de oír esa risa. Prefería la estática en ese momento, y el ruido sonaba muy cerca. Algo se posó sobre su cabeza. Dio un respingo y se volvió contra su “atacante”; era una pata de oso, sobresaliendo de una abertura de una de las celdas. Nick entendió que las celdas podían variar dependiendo del animal, esa se parecía a las que vio en la sala de aislamiento. La pata se movía cerrando el puño, como si intentara agarrar un insecto en el aire. Dejó de moverse y desapareció en la celda, solo para asomarse un ojo a la abertura.
Editado: 03.03.2020