1
Tomó segundos para que Skye dejara sin reparaciones a los siguientes vehículos y causara molestia entre estos. Habían pasado por al menos cuatro talleres diferentes, decantándose por el de la vulpina ubicado única y exclusiva en el distrito más helado de todos. Las opciones eran simples; podían elegir uno cercano, pero no con la garantía de solucionar el problema, o ir a otro taller más lejano con la eficiencia garantizada más no un trato que rebajara los precios altos que dictaban a los clientes. “Reparaciones Skye” tenía ese hito entre los talleres, terminaba rápido el trabajo y los precios eran económicos. Alejar a sus fieles clientes supondría una estrella menos en su reputación, aunque eso a la vulpina le daba igual. Ella prestaba sus servicios, y además era la dueña del taller, si querían volver otro día los recibiría con los brazos abiertos, si no volvían, pues habría más animales con reparaciones que atender. Ahora lo importante era su viejo amigo, uno que se alejó de las calles y era difícil verlo u encontrarlo.
Nick regaló sonrisas por doquiera hasta que los animales dentro del taller le dieron la espalda. Sabía que era el responsable de tener que llevar sus averías a otro lugar, y serlo con la placa en alto daba más ideas para el boca a boca, y es que no faltaba el animal que chismorreaba por ahí insinuando un problema de Skye con las autoridades solo por la presencia de un oficial.
—¿Segura que no hago mal en quitarte a tus clientes? —dijo Nick sintiéndose hipócrita por la pregunta. Fue su idea conducir hasta Tundratown para hablar con Skye, siempre al tanto de las consecuencias.
—¡Para nada Nick! Además, estaba pensando en cerrar temprano, ¡fue una suerte que aparecieras para tomar la decisión!
«Ojalá tuviéramos suerte» pensó Nick mientras la vulpina ártica terminaba por hablar con los clientes.
El zorro rojizo esperó sentado en una silla plegable al fondo del taller. Sostenía en su pata la placa que lo ameritaba oficial de policía y pasaba su dedo por encima como si pudiera ensuciarse. Pronto lo haría, pronto. Skye no quiso la ayuda que le ofreció para cerrar las 2 persianas del lugar. Decir que era obstinada sería mentir, pero no gustaba de recibir ayuda siempre que ella podía solucionar el problema. Finnick también lo sabía, después de todo, sobrevivió muy bien antes de conocer a ambos zorros.
El bolsillo del pantalón azul le comenzó a vibrar, cogió su celular y la imagen de Judy le recordó las palabras que le dedicó en la comisaría. Tenía muchos ases en la manga, excusarse de su comportamiento más tarde no era uno de ellos. Silenció la canción de Gazelle sin mirar a Skye y dejó que la llamada finalizara sin siquiera tratar de contestar. «Perdona zanahorias» susurró volviendo a guardar el celular, sin embargo, la canción se repitió. Aún tenía la oportunidad de contestar, solo deslizar el dedo y escuchar su voz. ¿Qué perdería con ello? Al fin y al cabo, Judy no sabía dónde estaba. Se acomodó en su silla y pegó su vista a la pared, en donde el metal permitía un reflejo de su rostro. «Le deberás una cuando termines con esto» terminó diciendo.
—¿Dijiste algo Nick? —preguntó Skye dejando sobre la mesa unos vasos y comestibles.
—Eh, sí, estoy bien. Solo, no muy despierto que digamos.
—Se nota…—dijo sonriendo y recogiendo un vaso—. Te traeré un café, dos de azúcar como de costumbre, ¿cierto?
El zorro rojizo sin percatarse apagó su celular y sonrió con picardía.
—Así es…
Los siguientes minutos, Nick se limitó a contarle que había sido de su vida desde que se convirtió en oficial de policía. El olor de aceite de motor cubría el ambiente, tolerable gracias al frío polar en que se encontraban. Skye ya estaba acostumbrada mientras que Nick trataba de aparentar estar cómodo cuando hablaban.
Había mucho que contar, desde que se vio implicado en el caso de los aulladores hasta el estallido que ocurrió en la prisión. Skye se sorprendía a cada palabra de su amigo, interesándose por la ardua amistad que mantenía con la oficial coneja, quien siempre aparecía a su lado en las noticias. Notando esto, Nick le habló sobre Judy y como la torpe oficial coneja terminó por convencerlo para ser policía. La vulpina ártica sabía de su afición por los scouts, notable cuando el zorro hacía alguna promesa que no quería romper, y casi nunca las rompía. La preferencia de historias estaba a favor de Nick, quien conociendo su trabajo tendría cosas más interesantes de las que hablar, y vaya que las tenía.
Nick no era consciente del tiempo, la soledad y única compañía de Skye le recordó como en el pasado los días se pasaban de ese modo. Gracias a que el viento golpeó las persianas, reaccionó para ver que su taza estaba vacía y que Skye ya había realizado dos viajes para llenarla. Gustaba de la charla, y ambos la merecían después de mucho sin verse, y es que Nick se debatía de la razón de no volver a verla. Por una parte, después del ajetreo con Walter, decidieron alejarla de cualquier estafa que iniciaran en el futuro. Protegerla de cualquier error que cometieran era lo mejor, así que después de eso la visitó con frecuencia, aunque en los años esto fue menguando. En última estancia, lo peor cosa que podía pensar o decirle; la había olvidado. Quería creer que eso era mentira, convencerse de ello sería entrar en conflicto con la verdad, una en que olvidó a una amiga, o peor aún, a una hermana.
Editado: 03.03.2020