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—Un gran número el que montaste afuera Nick, eso no lo niego —dijo Johnny apoyado en la cama.
Nick sonrió de nuevo. Los encuentros fortuitos tenían una ocurrencia bastante baja como había leído alguna vez en una revista. Ver la cara de la hiena más de dos veces en la semana era curioso, por no decir gracioso. Aunque tenía sus dudas, sabía que ante Johnny Rayado ya no podría argumentar nada que impidiera una pelea. Sin embargo, no estaba dispuesto a ceder tan fácil llegado el caso. El zorro rojizo tenía entrenamiento de policía, y eso lo tenía más claro ahora que estaba encerrado entre criminales. Miró las comodidades de su celda; la litera era doble y parecía que Johnny no se había decidido por cual usar. En un lateral había un lavamanos sucio con un espejo, un mueble sin un cajón y un retrete al fondo de la celda. Aunque conociendo las acciones en prisión, no podría tener privacidad.
—Creo que estaremos un tiempo juntos Johnny amigo —bromeó Nick cruzando las patas—. ¿Ya escogiste cama? Quería la de arriba.
Johnny frunció el ceño y se movió con rapidez hasta Nick. Puso su pata a un costado de la cabeza del zorro rojizo y mantuvo firme su mirada. Nick se quedó quieto impasible, no se dejaría intimidar. Si él no tenía su placa de policía, Johnny no tenía a sus matones para ayudarlo. En el recreo vería si sería distinto.
La hiena despuntó su quietud y sonrió con malicia.
—Ya debes entender que tus días están contados ahora que estás en prisión con nosotros Nick. —Retrocedió unos pasos—. No voy quedarme el lujo de golpear a un policía, eso lo compartiré con los muchachos, ¿sabes?
Nick tragó saliva. No podía olvidarlo y tampoco se lo iban a dejar de recordar. Deseó que Johnny pudiera hacerle el favor de terminar rápido aquel asunto, pero sabía que acabaría defendiéndose. Era mejor recurrir a la astucia, antes lo hacía siempre. Los criminales eran más difíciles de convencer, y no solo por ser más precavidos, sino también por el orgullo que profesaban a sus actos.
—¿Y después qué Johnny? —preguntó Nick—. ¿Extenderás aún más tu condena? Al final saldrás cuando necesites colmillos postizos.
La hiena sonrió y tronó los nudillos. Nick sabía que deseaba golpearlo al igual que el resto. Llamar a los guardias en cuanto sucediera la pelea sería estúpido. Tardarían en poner atención al ruido en la celda y más aún abrirla para contenerla. Otro punto que tomó en cuenta fue el collar que llevaba en su cuello. En el conflicto del miércoles muchos Depredadores seguían peleando con los guardias a pesar de sufrir las descargas del aparato. Johnny también lo ignoraría sabiendo que sería demasiado tarde, pero había algo que lo hacía dudar y Nick lo intuía. Cuando fue secuestrado y atado en la bodega junto a Finnick, pensó que no volvería a ver el mañana y Judy se habría quedado sin su fiel compañero. Fiel, ¿eh? A quien engaño. Johnny lo perdonó con la razón de que deshacerse de un policía le traería problemas. Nick no creía esto último, aunque estaba seguro de que la Zanahorias recorrería cielo y mar para encontrarlo si desapareciera. La hiena evitó acabar con su vida esa noche y ahora lo sabía con certeza: no lo haría ahora ni tampoco cuando trajera compañeros consigo. Esperaba algo, o lo buscaba.
—Todos aquí sabemos que fuiste un idiota al hacer explotar la alcaldía Nick —aseguró Johnny—, pero eso logró que los ciudadanos abrieran los ojos. Y más ahora que este lindo collar acompañará a cada Depredador en Zootopia por tu culpa.
El zorro rojizo enarcó una ceja. Johnny le explicó la ley propuesta por Hammond en las noticias y al terminar, Nick se dio la vuelta y le dio un golpe a la puerta. La nueva alcaldesa lo había logrado, terminó por levantar el muro que separaba a los animales por lo que eran y castigó a quienes menos se lo merecían. Nick cerró los ojos y apegó su frente. Deseó haberle dicho a Bogo la verdad, pero no se arrepentía de su anterior actuar, tenía sus motivos y Skye tampoco se lo merecía.
Johnny al notar que el zorro rojizo estaba ocupado en sus pensamientos, se acostó en la cama de abajo y usó una garra para hacer dibujos en las rejillas metálicas de la de arriba.
—Te lo digo Nick, nadie estará aquí mucho tiempo ahora que el mundo se ha vuelto una locura.
Las palabras de Johnny Rayado encendieron el foco de Nick. No era su ideal seguir el ejemplo de un criminal. ¿No lo eras antes Nicky? Preguntó Finnick en su mente, pero quería salir y ayudar a Judy lo antes posible. Confiaba en ella, y estaba seguro de que lograría avanzar más que él. Dejó la puerta y se puso enfrente de Johnny.
—Sé desde hace tiempo que no estoy en el negocio —dijo Nick sonriendo con picardía—. Aunque hay cosas que no se olvidan, como el intentar timar a un timador. —La hiena lo observó sin perder el interés. Nick entendió que iba por buen camino—. Están pensando en escapar, ¿no es así?
Editado: 03.03.2020